domingo, 31 de octubre de 2010

#30: La patria de nuestra alma.

Cuando estás de vacaciones con tu familia en un sitio turístico conocido, comúnmente existe la oportunidad de participar en excursiones de un día en grupo junto con otros turistas.  Hay excursiones para visitar playas remotas, sitios históricos, ruinas de antiguas civilizaciones, sitios de interés comercial, talleres artesanales y también para visitar museos.

A estas excursiones se les llama tours.  Los tours normalmente son para grupos de máximo cuarenta personas y viajan en autobús o en barco al lugar de interés. La duración típica de un tour es de un día y al finalizar el grupo se regresa al hotel localizado en le destino principal del viaje.  Así por ejemplo, si viajas a Cancún, puedes tomar un tour a Tulum y ver unas ruinas a lado del mar, o puedes tomar un tour a Xel-ha y nadar con peces exóticos y delfines.  Al finalizar el día el autobús te lleva de regreso a Cancún para cenar, descansar y estar listo al día siguiente para una nueva aventura o simplemente descansar en el hotel.

El grupo cuenta con un guía que puede comunicarse en el mismo idioma y puede traducir las solicitudes de los turistas a los lugareños.  Este guía además de conocer bien la ruta, hace más ameno el traslado en autobús, porque va platicando con el grupo y compartiendo información interesante de la historia de los lugares a visitar y de la cultura local.  Una vez que el grupo llega al sitio de interés, el guía acompaña al grupo y cuida que todos suban y bajen del autobús y que nadie se quede atrás.

En varias ocasiones me ha pasado que yo prefiero quedarme en el hotel y no ir al tour, igual que otras personas del grupo.  Lo que sucede a veces es que después de varios días de viaje y de sucesivos tours llega un momento en que pierdes el entusiasmo de conocer otro castillo vacío o de conocer otro templo, otra playa etc.  Entonces mientras el grupo pasa el día en el tour tú quedas libre de caminar, conocer o descansar cerca del hotel en el lugar que te plazca sin estar sujeto a agendas ni comidas decididas por otros.

A propósito de viajes, tours y guías, en el libro de Números encontramos un pasaje en donde Moisés está tratando de convencer a Jobab de que les sirva de guía en esa región del desierto por la que están cruzando.  La Sagrada Escritura tiene el siguiente texto:


La invitación de Moisés a Jobab
Moisés dijo a Jobab, que era hijo de su suegro Reuel, el madianita: «Nosotros vamos a emprender la marcha hacia el lugar que el Señor prometió darnos. Ven con nosotros, y seremos generosos contigo, porque el Señor prometió ser generoso con Israel». El replicó: «No iré con ustedes, sino que regresaré a mi país natal». «Por favor, no nos abandones, le insistió Moisés; tú sabes muy bien en qué lugar del desierto podemos acampar, y por eso nos servirás de guía. Si vienes con nosotros, te haremos participar de los bienes que el Señor nos conceda».[1]

Aunque en este pasaje de la Biblia no queda claro si Jobab aceptó o no, si investigamos un poco el libro de Jueces aprendemos que Jobab junto con todo su clan decidió acompañar a Moisés y que se establecieron en la tierra prometida junto con el clan de Judá. [2]  Entonces Jobab sí acepto la invitación, porque la promesa de los bienes que Dios le iba a conceder por acompañar a Moisés le pareció de suficiente beneficio como para soportar todos los esfuerzos, sacrificios, problemas y sufrimientos que pudieran presentarse en el camino.

Ya con Jobab y su gente viajando con Moisés como guía de aquellos lugares pudo continuar la nación de Israel su travesía por el desierto, dejando atrás la montaña en donde habían recibido de Dios las tablas de la ley.  Un lugar de gratos recuerdos por que Dios se manifestó y a la vez de tristeza porque el pueblo luchó a muerte unos con otros a raíz del asunto del becerro de oro.  Todos los que estaban a favor del becerro de oro perecieron.

El libro de Números continúa con estas palabras:

La partida
Ellos partieron de la montaña del Señor y recorrieron un camino de tres días. Durante todos ese tiempo, el Arca de la Alianza del Señor avanzó al frente de ellos, para buscarles un lugar donde hacer un alto. Desde que dejaron el campamento, la nube del Señor estaba sobre ellos durante el día.
Cuando el Arca se ponía en movimiento, Moisés exclamaba: ¡Levántate, Señor! ¡Que tus enemigos se dispersen y tus adversarios huyan delante de ti! Y cuando se detenía, exclamaba: ¡Descansa, Señor, entre los diez mil millares de Israel!

En el libro de Éxodo se describe la emigración de Egipto como un hecho masivo y a la vez desordenado.  En el libro de Números toda esa muchedumbre va ordenándose poco a poco, se hacen censos, se organizan por clanes, van adquiriendo nuevas costumbres en torno a Dios.  No tienen tierra, no tiene bandera, no tienen himno, no tienen riqueza, ni siquiera tienen suficientes armas para defenderse.  Lo único que tienen es a Dios y eso les basta para sobrevivir.

El Arca de la Alianza es prefigura del verdadero Emmanuel que significa "Dios con nosotros" y es prefigura de la presencia real de Dios en la Eucaristía.  Nosotros en nuestros días ya no tenemos el Arca de la Alianza, pero tenemos algo mejor, podemos visitar a Jesucristo presente en la Eucaristía en muchas capillas en las que alrededor del mundo lo podemos contemplar expuesto en una hermosa custodia de oro.

En resumen, creo que en estas líneas hay por lo menos dos enseñanzas.  La primera es que si ya hemos experimentado personalmente a Dios en nuestra vida conviene que al igual que Moisés nosotros también invitemos a otras personas a que se acerquen a Dios y que compartan con nosotros los mismos bienes infinitamente abundantes que Nuestro Señor tiene para todos.  La segunda es que la mejor manera de caminar hacia la felicidad es organizando nuestros días en torno a Dios.  Dios debe de ser el centro de nuestra vida, la Patria de nuestra alma.


sábado, 30 de octubre de 2010

#29: Alejado de tu cónyuge

Los hombres que viajan mucho por trabajo pasan necesariamente días, semanas y a veces hasta meses separados de su esposa.  En la antigüedad los marineros y los exploradores que viajaban en barco podían pasar varios años sin regresar a sus hogares.  Muchos al regresar aprovechaban para casarse y tan sólo una o dos semanas después tenía que volver al barco y dejar a sus nuevas esposas solas durante dos o tres años.  Estos hombres no podían estar presentes para recibir a sus hijos recién nacidos, sino que los conocían ya crecidos al volver y así sólo por un breve tiempo antes de regresar al mar.


En la actualidad se está acostumbrando cada vez más que la familia vive en una ciudad y el padre de la familia trabaja en otra ciudad o en otro país inclusive.  Aún y cuando el teléfono y el Internet facilitan la comunicación, la ausencia física de los otros se siente.  Las cámaras de vídeo permiten ver al que está lejos en tiempo real pero no sentirlo, ni abrazarlo.  Esto ya es de lo más cotidiano en estas épocas.


Algo muy importante en el camino a la felicidad es mantener el compromiso matrimonial a pesar de la distancia.  Regresar a tu casa y poder ver a tu pareja a los ojos sin remordimiento, en paz y con la tranquilidad que tiene el que sabe ser fiel.  La fidelidad es la mejor forma de agradecer al otro todos los sacrificios que ha tenido que soportar por el bien de la familia.


Dios da mucha importancia a la fidelidad.  En el libro de Números el Señor indica a Moisés cómo se debía en aquellos tiempos de la Antigua Alianza de llevar a cabo el rito de probar la infidelidad de la mujer. A continuación un extracto: Cuando una mujer se aparta del camino y es infiel a su esposo, teniendo relaciones con otro hombre, y su marido no llega a enterarse, porque ella se deshonró ocultamente, y no hay testigos ni fue sorprendida en el acto; si el hombre tiene un arrebato de celos y siente celos de su mujer, que realmente se ha deshonrado; o bien, si un hombre siente celos de mujer, a pesar de que ella es inocente: en esos casos, el hombre presentará su mujer al sacerdote y entregará como ofrenda por ella la décima parte de una medida de harina de cebada. Pero no derramará aceite sobre esa ofrenda ni le añadirá incienso, porque se trata de una oblación motivada por los celos, de una oblación conmemorativa, que debe recordar un delito. [1]


En estos versículos hay varios elementos para reflexionar.  Primero se menciona a la mujer en vez de al hombre, y es que la fidelidad es deber de ambos.  La Biblia describe a la infidelidad como un apartarse del camino, como una deshonra, un acto oculto, un acto con consecuencias en cuanto puede quitar la paz a tu pareja y provocar celos y al final se describe como un delito contra el matrimonio.


Si continúas leyendo aprenderás lo que Dios tiene preparado en consecuencia de la infidelidad: amargura y esterilidad. Algo mucho más grave que "una canita al aire".  La primera una condición psicológica y la segunda una fisiológica.  Y es que el pecado no es algo que me confieso y ya no tiene consecuencia.  El pecado modifica tu cuerpo y tu mente de manera tal que no te permite ser plenamente feliz.  Piensa por ejemplo en las enfermedades transmitidas por contacto sexual con personas fuera del matrimonio.


Cabe hacer mención aquí también la actitud que Dios recomienda para el cónyuge agraviado, que en este caso es el marido.  Lo primero que debe de hacer es tomar a su esposa y llevarla a ver al sacerdote.  Es lo mismo para cualquier pecado mortal, siempre buscar pronto la reconciliación con Dios, no vaya a ser que pasen lo años y perdamos de vista el camino a la felicidad.

[1] Num 5, 12-31

viernes, 29 de octubre de 2010

#28: El gran compañero del viaje.

Elegir un compañero adecuado para que te acompañe en un viaje es igual o más importante que elegir un destino.  Al viajar sólo, reduces tus probabilidades de éxito y pones en riesgo el cumplimiento del objetivo del viaje.  Por ejemplo, si quieres circunnavegar el mundo en barco por ti solo, compara los riesgos, dificultades, trabajos y errores de cálculo de navegación y de suministros que puedes tener contra los mismos, pero ahora viajando cómodamente en un crucero en compañía de la tripulación, los huéspedes y los equipos de apoyo en tierra, aire y mar que monitorean cada parte de la travesía.

Antes de emprender el camino a la felicidad tienes que escoger al menos un compañero de viaje.  ¡Qué mejor compañero que Dios!  Dios te ama más a ti que tú mismo y es el más encomendado en lograr tu felicidad.  Por lo tanto te sugiero que si tu destino es la felicidad, Dios sea tu compañero de todo el viaje.

La Biblia habla de la predisposición que Dios tiene para acompañarte en tu camino.  En las últimas líneas del libro de Éxodo encontramos estas palabras: En todas las etapas del camino, cuando la nube se alzaba, alejándose de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. Pero si la nube no se alzaba, ellos no se movían, hasta que la nube volvía a hacerlo. Porque durante el día, la nube del Señor estaba sobre la morada, y durante la noche, un fuego brillaba en ella, a la vista de todo el pueblo de Israel. Esto sucedía en todas las etapas del camino.[1]

¿Qué podemos aprender de estos versículos?  Dios nos acompaña por el camino, pero no va detrás de nosotros a cualquier parte a perderse con nosotros,  más bien Él es guía para los que se dejan guiar y claramente nos indica de día y de noche dónde está, para que nosotros estemos cerca de Él y no nos perdamos.  Si Dios se mueve, nos movemos con el Él los que buscamos la felicidad, y si Él no se mueve nos quedamos en el mismo lugar.  Entiende lugar en estas palabras como sinónimo de templo, doctrina, ideología, moral, sacramentos, espíritu, y cosas sagradas.

Puede venir alguien, un falso profeta, que comience a predicar y persuadir que la felicidad está en otra parte, pero tú tienes que ser más listo que ese falso profeta, si volteas y ves que Dios no se mueve tú te quedas con Él y así no pierdes el rumbo.


[1] Ex, 40, 36-38

jueves, 28 de octubre de 2010

#27: Acerca de los adornos y la vestimenta.

Cuando emprendemos un viaje debemos de ser prudentes para elegir cómo nos vamos a vestir y qué adornos personales vamos a llevar.  Recuerdo por ejemplo que mi padre me dijo un día cuando yo era pequeño: “Te voy a llevar a un conocer un rancho ganadero, cámbiate y ponte ropa vieja.”  Mi dilema en aquel momento fue que yo estaba creciendo y no tenía ropa vieja que me quedara, entonces tuve que ponerme ropa nueva y cuidarme de no estropearla.  En un rancho ganadero hay alambres de púas, espinas, lodo, charcos, estiércol, abundante tierra y pocos lugares limpios donde sentarse, así que mi padre quería que yo me divirtiera sin preocuparme por lo que le pasara a mi ropa vieja, pero tuve que cuidar mi ropa nueva.

Otro ejemplo es el cuidado que tiene mi esposa de no llevar anillos ni joyas de valor sentimental cuando sale de viaje.  Ella prefiere conservar sus joyas en un lugar seguro antes que exponerse en un viaje a que le roben.  Por lo tanto cuando mi esposa viaja ella suele utilizar una sortija sencilla, aretes discretos, una bolsa pequeña cruzada y zapatos cómodos.

En el camino a la felicidad debemos de reflexionar acerca de cómo vestimos y cómo nos adornamos.  Hay ropa y adornos que son compatibles con las virtudes de la modestia y la austeridad, mientras que hay muchas opciones para los que prefieren la vanidad y se obstinan con poner su corazón en las cosas que Dios ha creado y no en Dios Creador.

En la Sagrada Escritura encontramos este pasaje en el libro de Éxodo: El Señor dijo a Moisés: «Vete de aquí, tú y el pueblo que hiciste salir de Egipto, y sube al país que yo prometí con un juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les aseguré que daría esa tierra a sus descendientes. Yo enviaré un ángel delante de ti, y expulsaré a los cananeos, los amorreos, los hititas, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, para que puedas entrar en la tierra que mana leche y miel. Pero yo no subiré en medio de ti, porque tú eres un pueblo obstinado, y tendría que exterminarte en el camino». Al oír esta severa advertencia, el pueblo estuvo de duelo y nadie se puso sus adornos.[1]

Ha sido difícil para mí reflexionar estos versículos porque la palabra exterminarte me pareció muy fuerte.  La clave para entender este pasaje la encontré al contemplar lo que el pueblo de Israel hizo después de recibir este mensaje de Dios a través de Moisés.  El pueblo se puso de luto y cambió su forma de vestirse.  El duelo o luto son días de dolor ante la pérdida temporal de una persona o de algo que tenías en gran estima.  En este pasaje el pueblo siente que ha perdido el favor de Dios, algo terrible para un pueblo que vive en medio del desierto y que se alimenta diariamente de la comida que Dios le envía de forma milagrosa.  La pérdida del favor de Dios es un golpe a la esperanza de toda esa nación errante que no sabe cómo salir del desierto y que depende de Dios como guía para saber a dónde caminar y para vencer a los ejércitos enemigos que son más numerosos y mejor equipados; dependen de Dios también para mantenerse unidos como nación sin tierra y cuya nacionalidad no está determinada por la geografía sino por la elección de Dios.  Ellos son el pueblo elegido por Dios y ahora que Dios no quiere caminar con ellos están en duelo y se quitan sus adornos.   Quitarse los adornos es un gesto sencillo, y ¿qué puede el hombre ofrecerle a Dios sino gestos sencillos? Somos tan insignificantes comparados con El, pero sabemos que nos ama y eso da sentido a nuestra vida.

Quitarse los adornos es también un gesto de fidelidad al amor de Dios, es una manera sencilla de manifestar que Dios es el primero en nuestro corazón y que no queremos tener el corazón apegado a ninguna criatura tangible ni intangible.


[1] Ex, 33,3

miércoles, 27 de octubre de 2010

#26: Lectura para el camino.

Es común encontrar en las tiendas de los aeropuertos libros y revistas que los viajeros compran para leer durante el vuelo.  La lectura hace más ameno el viaje y hay muchos temas para escoger según la preferencia de cada uno.

Otros materiales de lectura son documentos del trabajo como notas, reportes, cartas, minutas, información técnica y cotizaciones.  Los que viajan representando a otra persona o a una empresa suelen llevar este tipo de documentos que les ayudan a hacer más exitoso su viaje.

Si bien es cierto que podríamos recurrir a la imaginación para entretenernos o a la memoria para recordar toda la información importante, es preferible contar con libros, revistas y documentos, ya que éstos medios logran mejor el propósito de recopilar mensajes que estimulan nuestro cerebro.

Entre más importante sea el libro o el documento más cerca de nosotros lo queremos tener durante el viaje para no extraviarlo.  Un libro puede ser un regalo o un encargo.  Un documento puede requerir la firma de la persona a la que vamos a visitar.  Una presentación y sus copias pueden ser indispensables para que nuestra propuesta sea considerada por los clientes.

La Sagrada Escritura nos relata que: Al bajar de vuelta del cerro, Moisés traía las dos tablas de las Declaraciones divinas en que las leyes estaban escritas y grabadas por ambos lados.[1] El documento importante que Moisés cargaba eran los diez mandamientos grabados en piedra por Dios.  No puedo imaginar todo lo que pasaría por la mente de Moisés durante su camino de regreso al campamento israelita, pero seguramente estaba feliz de haber recibido de Dios esas tablas de la ley y feliz de llevarles la noticia y la evidencia a su pueblo.

En el camino a la felicidad vamos a recibir información útil de otras personas que van en el mismo camino y la vamos a compartir con las personas que amamos.  Entre más puro sea nuestro corazón, más personas entrarán en esta categoría de “personas que amamos”.  En el caso de Moisés la información que él había recibido la quería compartir con más de seiscientas mil personas, que son el número de los que salieron de Egipto según la Sagrada Escritura.[2] 

La manera de compartir la información siempre debe de ser con caridad, porque la esencia de la información es el amor.  Podemos argumentar que es importante ser oportunos, amenos, claros, equilibrados, competentes, respetuosos, y buenos oradores, pero si todo esto falta, lo que no puede faltar es la caridad. Si compartes por amor, entonces tu intención es recta y puedes compartir cualquier cosa que tú hayas aprendido en el camino a la felicidad.


[1] Ex, 32, 15
[2] Ex, 12, 37

martes, 26 de octubre de 2010

#25: Anuncios espectaculares en el camino

Cerca de las avenidas principales se encuentra a la vista de los conductores una gran cantidad de anuncios espectaculares.  Algunos anuncios tienen gran tamaño y altura, otros están iluminados o formados completamente con luces decorando edificios.  Hay también pantallas gigantes que pueden mostrar videos haciendo así más atractivos los anuncios.

Cada uno de estos anuncios nos proponen un satisfactor.  Cada uno nos propone una solución a un problema o carencia que podemos sentir en ese momento o más adelante. Generalmente la propuesta es otorgarte un bien a cambio de tu dinero, o a cambio de todo tu dinero disponible por los próximos años, después de comprar lo básico.

Quizá alguno de estos anuncios nos convenza de detenernos y salirnos del camino y posponer el destino haciendo una parada no programada para comprar algo. Estamos tan expuestos a los anuncios que más de algunos podemos distraer toda la atención en cómo tener más, cómo adquirir todo lo que se propone en los anuncios. 

Muchos a lo mejor compramos de forma irresponsable.  Gastamos en entretenimiento el dinero que iba a necesitar la familia para sustento. 

  • Compramos porque estamos aburridos. 
  • Compramos porque el vecino lo tiene y nosotros todavía no.  
  • Compramos para llenar un vacío; en vano porque ese vació no se llena con cosas.

Adoración del becerro de oro. Nicolas Poussin
Esta escrito en la Sagrada Escritura: Bien pronto se han apartado del camino que yo les había indicado.  Se han hecho un ternero de metal fundido y se han postrado ante él.  Le han ofrecido sacrificios y han dicho: Israel, aquí están tus dioses que te han sacado de Egipto[1]

Apartarse del camino no sólo se interpreta como pecar, también se puede interpretar como poner el corazón en algo que no es Dios, dejar de amar a Dios por sobre todas las cosas.  Una forma de apartarse del camino puede ser en el materialismo, ya que muchas de las maneras más eficaces para acumular bienes materiales son contrarias a las leyes divinas.

Hacerse un dios de metal y postrarse ante él puede interpretarse literalmente pero también es simbólico en el sentido de que por ejemplo, al anteponer el dinero a Dios y confiar nuestra felicidad en el dinero podemos fácilmente traicionar a Dios, dejar a un lado sus mandatos, dejar de reconocer que Él es la única fuente verdadera de amor y felicidad.  Adorar falsos dioses es atribuirles méritos que son sólo de Dios.

Salir de Egipto es también simbólico.  Todos queremos ser libres de la esclavitud y de la tristeza, pero Dios es el que realmente nos libera y nos da la felicidad.

En el camino a la felicidad hay muchas distracciones que se nos presentan a través de los cinco sentidos como propuestas alternativas de felicidad.  Estas propuestas tarde o temprano fracasarán en otorgarnos la felicidad que prometen, porque no son mas que criaturas ofreciendo criaturas a las criaturas humanas.  Las criaturas humanas sólo son verdaderamente felices cuando están con su Creador.



[1] Ex, 32, 8

lunes, 25 de octubre de 2010

#24: El tráfico en el camino

Un fenómeno presente en las ciudades más pobladas del mundo es el tráfico.  Los vehículos particulares y diferentes medios de transporte de carga y pasajeros llenan cada metro cuadrado del camino asfaltado. La distancia que a velocidad moderada tardaría un conductor diez minutos en recorrer, se vuelve un trayecto a vuelta de rueda de una o dos horas.

Los carriles libres se vuelven escasos y la competencia entre los conductores por pasar primero pronto puede hacer que se ausente la cortesía y las buenas maneras como por ejemplo: ceder el paso.  Sonar el claxon, aventar el chasis del auto y obligar a los otros conductores a dejarte pasar primero son actividades comunes del que está harto del tráfico.

La rivalidad en el camino se puede tornar en odio cuando reiteradamente se tienen problemas, por ejemplo, con conductores que manejan un tipo particular de vehículo como los autobuses, los taxis o los camiones de basura.  Las ambulancias que antes suscitaban consternación e incluso una jaculatoria espontánea en favor de la víctima, ahora pueden provocar envidia porque navegan por el tráfico a gran velocidad y todos le ceden el paso.

Abrirnos paso por el camino para llegar a donde tenemos que ir es parte del reto de vivir cada día.  En el camino a la felicidad también tenemos que abrirnos paso pero contamos con una gran ayuda si somos fieles a Dios.  Leemos en la Sagrada Escritura: Ya estoy enviando a mi Ángel delante de ti para que te proteja en el viaje, hasta introducirte en el lugar que te he preparado.[1] Esta promesa se la hizo Dios a Moisés después de enseñarle el Decálogo y el Código de la Alianza, que son los mandamientos y las primeras leyes de convivencia humana que Dios regaló a su pueblo escogido. 

Esta protección divina se ofrece a cambio de ser fiel a los deseos de Dios. Lo que Dios le ofreció a Moisés como protección incluía bendiciones, salud, fecundidad, paz, y seguridad. Dios no sólo quiso abrirle paso a su pueblo sino mejorar notablemente su condición de vida en cada paso hacia la tierra prometida.

Si bien pudiéramos argumentar que con libertad interior ninguna adversidad nos puede arrebatar la felicidad,  no cabe duda que esta protección divina se acerca más a un ideal de felicidad.  Dios sabe lo que necesitamos para ser felices y aunque podemos ser felices sin algunas de estas cosas, es mejor tenerlas, y para tenerlas debo ser fiel a la Persona amada, fiel a Dios.

Date cuenta que el hecho de ser infiel a Dios tiene consecuencias negativas para tu felicidad.


[1] Ex, 23, 20

domingo, 24 de octubre de 2010

#23: Domicilios y otras direcciones

La casa de cada uno tiene una dirección.  Cuando nos preguntan cuál es nuestro domicilio lo que quieren saber es la dirección.  Esta dirección incluye generalmente el nombre de la calle, el número de la casa, la colonia, el municipio, el código postal, el estado y el país. 

El destino de cada viaje también tiene una dirección.  Si vamos a llegar por ejemplo a un hotel en una ciudad foránea, entonces debemos de antemano conocer el nombre del hotel y la dirección completa.  Con esta información podemos localizar el hotel o pedirle a un taxi que nos lleve.

Supongo que a todos nos ha pasado que nos piden direcciones.  ¿Cómo llego a tal dirección?  ¿Dónde está la ferretería más cercana?  ¿Hay alguna papelería cerca de aquí en donde pueda sacar unas copias? Etc.

Seguramente también nosotros hemos pedido a otros direcciones.  Si tenemos que pedir información para llegar a un sitio es mejor preguntar a una persona uniformada.  Puede ser policía, guardia, barrendero, empleado de una tienda o cualquier otra persona uniformada.  Las personas que se dedican a prestar servicios tienen mejor disposición para responder a éste tipo de preguntas.  En cambio si le preguntamos a cualquier transeúnte, lo más probable es que recibamos una respuesta vaga y apresurada.

El conserje es un empleado de hotel dedicado a dar direcciones. No sólo tiene a la mano las direcciones de los restaurantes, teatros, tiendas y sitios de interés, sino que puede proporcionar información útil adicional como tarifas, horarios, medios de transporte y una opinión personal acerca del lugar.  A veces incluso el huésped no sabe a dónde quiere ir y el conserje puede hacer algunas preguntas sencillas para seleccionar junto con el huésped el siguiente sitio a visitar.

El domicilio del destino final del camino a la felicidad es el cielo.  Eso ya lo sabemos pero a lo mejor no sabemos cómo llegar.  Sabemos que para llegar primero nos tenemos que morir, pero hay más, ¿qué tal si llegamos a la puerta del cielo y luego San Pedro no nos deja entrar?

Después de la emigración de los israelitas de Egipto hacia el desierto, fue necesario nombrar personas que pudieran atender al pueblo en asuntos prácticos.  A estas personas se les llamó jueces y fueron nombradas y organizadas por Moisés.  Cada juez recibía el cargo de jefe de un número específico de hombres, sin contar mujeres y niños.

En el capítulo 18 del libro del Éxodo, a partir del versículo 13, está relatado cómo fueron instituidos los jueces y viene allí descrito las funciones de estos jueces y las cualidades personales que debían de tener.

El hecho de nombrar estos jueces le permitió a Moisés delegar muchas funciones prácticas y  dedicarse de lleno a lo que su suegro le recomendó para que Moisés se mantuviera con Dios: les explicarás las normas y las instrucciones de Dios, les darás a conocer el camino que deben seguir y las obras que tienen que realizar.[1]

En el camino a la felicidad necesitamos pedir direcciones para confirmar que vamos en el camino correcto. El camino correcto es el que Dios pensó para nosotros desde que nos creó. Conviene que pidamos direcciones a una persona que tenga las cualidades de juez: un hombre íntegro que teme a Dios.[2] En la época actual estos jueces son los directores espirituales.  La dirección espiritual la puede dar un sacerdote o una persona consagrada a Dios.

En el camino a la felicidad otros nos van a pedir direcciones a nosotros.  Aunque no seas sacerdote ni consagrado, hay tanta falta de directores espirituales que las personas no siempre encuentran a la persona ideal para aconsejarles.  Entonces te preguntan a ti.

Si esto te sucede entonces has lo que hacía Moisés.  Explica a las personas que te preguntan lo que tú sepas de los mandamientos, la vida de oración, la vida sacramental, la fe y la moral.  Háblales de la vida de gracia y de las obras de misericordia, corporales y espirituales.  Si no sabes nada de estos temas, empieza ahora por aprender un poco más, de manera que cuando tus hijos o tu prójimo te pregunten estés más preparado.


[1] Ex, 18, 20
[2] Ver Ex, 18, 21

sábado, 23 de octubre de 2010

#22: El valor del testimonio


A veces lo mejor de un viaje, aún y cuando nos haya ido mal, es regresar y contarles a los amigos y familiares cómo nos fue.  Las risas y carcajadas que nacen de nuestras anécdotas, los sentimientos, la empatía y las anécdotas cruzadas de otros viajes y de otros tiempos nos acercan unos a otros, nos ayudan a conocernos y valorarnos más y mejor.


Cualquier detalle diferente a la vida diaria puede ser material para una anécdota.  A lo mejor en el viaje conocimos a personas de aspecto diferente o de oficio poco común.  Tal vez comimos un platillo que nunca antes habíamos probado o visitamos un edificio con obras de arte únicas.  Cómo último recurso siempre podemos comentar acerca de las prisas, el clima o las carencias que tuvimos que soportar en el viaje.


Las evidencias que apoyan nuestras anécdotas son bien recibidas.  Cualquier:
·        foto,
·        objeto,
·        documento,
·        folleto,
·        mapa
o similar que podamos mostrar ayuda a los demás a asimilar nuestra historia, disfrutarla y aprender algo nuevo o interesante.  Tenemos a nuestra disposición todo tipo de instrumentos que nos ayudan ahora a grabar un registro incluso en video de nuestras experiencias, y no tenemos que esperar a regresar del viaje, ya que podemos subir al Internet nuestros archivos, fotos y videos para compartirlos con otras personas y redes sociales completas.



En la Sagrada Escritura llegamos a un relato en el que Moisés recibe en el desierto a su suegro y que éste le trajo a su esposa y a sus hijos. Leemos que Moisés “le contó a su suegro todo lo que Yahvé había hecho a Faraón y a los egipcios para bien de Israel, todas las dificultades que encontraron en el camino y cómo Yahvé los había librado.”[1] Y seguido de este versículo leemos que su suegro “Jetró se alegró mucho al oír todos los beneficios que Yahvé había hecho a Israel cuando los sacó del poder de los egipcios.”[2]



Las anécdotas que compartimos de nuestra experiencia con Dios en la vida suelen transmitir alegría a los que escuchan.  A esta acción de compartir estas experiencias le llamamos dar testimonio, ya que mediante nuestras palabras nos hacemos testigos de la obra de Dios en la vida de los seres humanos.  Este testimonio ayuda a fortalecer la fe, la esperanza y la alegría, porque todas éstas son consecuencia de la presencia de Dios entre nosotros.


El camino a la felicidad por lo tanto es un camino que se comparte.  El compartir con humildad lo que Dios ha hecho por nosotros, y recibir de otros lo que Dios ha hecho por cada uno, ayuda a alimentar recíprocamente la magnanimidad y la longanimidad.  La magnanimidad es una virtud que nos ayuda a emprender grandes obras y la longanimidad es otra virtud que nos ayuda a llevar estas obras a término.  La obra principal en el camino a la felicidad es nuestra salvación eterna y es una obra más grande que nuestras fuerzas y de duración tan larga como nuestra vida terrenal.

[1] Ex, 18, 8
[2] Ex, 18, 9
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viernes, 22 de octubre de 2010

#21: Caravanas

Viajar en caravana implica un grupo más o menos numeroso de personas partiendo al mismo momento con el mismo destino y procurando mantenerse cerca de otros miembros del grupo.  Las caravanas ofrecen ayuda y protección a los miembros del grupo y por lo general cuentan con un líder que decide la ruta en cada parte del trayecto.

A las caravanas militares las llamamos convoy o si son más grandes: operación o invasión.  Hay también caravanas de miembros de una misma religión desplazándose a pie desde el lugar en donde viven hacia un lugar santo, llamadas peregrinaciones.  Otras caravanas son menos organizadas y tan sólo consisten en grupos grandes de personas huyendo de un peligro inminente como la guerra; a éstos grupos se les llama refugiados.

En la historia de los EEUU las caravanas eran grupos de pioneros que se desplazaban del este del país hacia el centro y el oeste para colonizarlo.  Estos colonizadores viajaban en caravanas de carretas empujadas por caballos y reses y se mantenían unidos para resistir las condiciones difíciles del camino.

La Sagrada Escritura en el libro del Éxodo narra la emigración en caravana de seiscientos mil israelitas con sus familias y ganados.  Tardaron cuarenta años en llegar a su destino final y su líder era Moisés, pero él no decidía la ruta de cada día.

Imagínate por un momento cómo harías tú para mantener unidas a seiscientas mil personas en caravana ordenada, caminando hacia la tierra prometida.  No tienes mapa, ni radios para comunicarte, ni brújula, ni comida suficiente, ni agua suficiente.  Vas caminando por el desierto. No hay tiendas ni poblados cercanos para abastecerse ni para orientarse.  Para cualquier hombre esta es una tarea imposible.

Dios mismo se dio a la tarea de guiarlos.  Esta escrito que Yahvé iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche, en una columna de fuego, iluminándolos para que anduvieran de noche como de día.  La columna de nube no se apartaba de ellos durante el día, ni la columna de fuego de noche.[1] Las columnas no sólo señalaban la ruta sino que además resultaban muy convenientes.  La columna de nube les proporcionaba sombra para refrescarse del calor del desierto y poder descansar de día.  La columna de fuego les daba calor y luz para avanzar de noche y evitar así la deshidratación.

Para andar cuarenta años y más por el camino hacia la felicidad también hoy Dios interviene y nos regala dos columnas: la conciencia y la Revelación.  Con estas dos columnas podemos avanzar por el camino para no perdernos, y si nos perdemos podemos encontrar el camino de regreso si ponemos atención a éstas dos columnas.

La conciencia es la ley natural que está inscrita en lo profundo de nuestro ser.  La voz interior que todos tenemos gracias a Dios y que nos sugiere no sólo lo bueno y lo malo en general, sino también en ocasiones y casos particulares.  Esta voz es más fácil de escuchar si buscamos un lugar tranquilo donde haya silencio exterior, aunque también debemos de aprender a callar por dentro para escuchar mejor.

El consejo de la conciencia es más valioso para ti en el camino a la felicidad que cualquier otro consejo proveniente de fuentes dudosas; como por ejemplo: horóscopos, lectura de cartas, palmas, hojas de te, huesos, bolas de cristal, y similares.  Cualquier consejo esotérico tiene su fuente en el padre de la mentira, así que es mejor evitarlos.

La Revelación es la verdad revelada por Dios.  La única verdad, pues si no fuera única no sería la verdad.  Erróneamente hablamos a veces de “verdades” o de “mi verdad” en vez de nombrarles más correctamente: teorías, hipótesis, puntos de vista, opiniones e interpretaciones.    Para conocer más acerca de esta Revelación conviene leer una Biblia confiable, en especial el Nuevo Testamento y el Catecismo de la Iglesia Católica. En resumen, la Revelación nos enseña que existe un único Dios que nos creó por amor.

El camino a la felicidad implica por tanto de parte nuestra seguir a éstas dos columnas que Dios nos regala: la conciencia y la Revelación.


[1] Ex, 13, 21-22

jueves, 21 de octubre de 2010

#20: Dios te lleva por el mejor camino.

Suele haber entre dos ciudades capitales, al menos dos carreteras o caminos que las conectan.  Un camino corto, que puede ser una autopista de cuota, por ejemplo, en el que hay varios carriles y se evitan puntos intermedios dando prioridad a reducir la distancia. Otro camino largo y vecinal por el que se puede llegar a los pueblos que se encuentran entre dos ciudades principales.

Podrías pensar que el camino corto es siempre escogido por los conductores pero no es así.  Por una parte, a veces las casetas de las autopistas de cuota permiten el acceso a ciertos tipos de vehículos de pasajeros y de carga y niegan el paso a otros vehículos.  En cambio por el camino libre pueden transitar todo tipo de vehículos.  Por otra parte, en el caso de los conductores que son turistas, estos muchas veces escogen la carretera libre, para tener la opción de detenerse por el camino a visitar pueblitos y comprar artesanías y productos locales. 

Por motivos de seguridad, cuando la autopista se encuentra bloqueada por algún accidente o por alguna reparación mayor, entonces el tráfico vehicular se desvía por el camino largo.  Igualmente, los retenes de inspección vehicular pueden disuadir al conductor de tomar ese camino y elegir el otro.

Siguiendo con esta analogía de los caminos cortos y largos cabe en este momento resaltar que en la vida todos los caminos llevan a Dios.  Más aún Dios nos acompaña en cualquier camino que escojamos.  Iniciamos el camino de la vida en Dios, porque provenimos de Él y nuestro camino temporal termina en su divina presencia, ya que inmediatamente después de la muerte corporal, el alma se traslada al lugar en donde comienza tu juicio particular, la criatura humana cara a cara con su único Creador, al que Cristo nos enseñó a llamar Padre.[1]

En la Sagrada Escritura leemos: cuando Faraón despidió al pueblo (israelita), Dios no los llevó por el camino del país de los filisteos, que era más corto. Pues Dios pensaba: Si hay que combatir, tal vez el pueblo se asuste y vuelva a Egipto. Por eso los llevó rodeando por el camino del desierto hacia el Mar Rojo.[2]  Como en este caso hay ocasiones en que nosotros no escogemos por nosotros mismos, sino que Dios nos lleva por otro camino que puede ser más largo o sólo aparentemente más largo.  En todo caso Dios escoge el mejor camino para nosotros dadas nuestras posibilidades y limitaciones para avanzar hacia la felicidad. 

Si te sirve más, piensa en la imagen de un niño aprendiendo a caminar que va tomado de la mano de su padre.  A lo mejor al principio el padre lo va siguiendo y deja que el niño escoja la dirección, pero al aproximarse a un obstáculo o escalón peligroso, el padre puede ejercer un poco de fuerza con su mano y persuadir amablemente al niño para que siga dando pasos por una dirección más segura.

Si llegaran a un charco y el niño pudiera hablar seguramente le diría a su padre: cárgame.  Porque el camino a lado de su padre es más fácil para el pequeño y sin su padre a lo mejor se sentaría en el suelo a llorar pidiendo ayuda, o se regresaría.  El padre tiene más recursos que el niño para avanzar por el camino, además lo ama y tiene la mejor disposición de ayudarlo.  Igual es Dios.


[1] Lc, 11, 2
[2] Ex, 13, 17-18

miércoles, 20 de octubre de 2010

#19: Aprovecha la oportunidad de liberarte.

Cuando salimos de casa con prisa puede ocurrir que se nos olvide algo importante y que no haya tiempo para regresar por ese objeto.  Si el objeto es esencial no hay más remedio que regresar, aún poniendo en riesgo la llegada a tiempo, por ejemplo para subir a un avión antes de que despegue.  En cambio si el objeto es importante pero podemos salir sin este, entonces lo más probable es que lo dejemos en casa.

El hecho de dejar objetos atrás o de no tener tiempo de prepararnos debidamente o de no tener tiempo de despedirnos, todo esto por la prisa, nos provoca cierta tensión adicional a la que ya tenemos en la vida diaria.  Esta tensión provocada por la prisa puede hacernos sentir menos felices de repente.

No toda tensión es mala o contraria a la felicidad. La tensión buena prepara nuestro cuerpo para correr o quedarnos a luchar.  Es una reacción que heredamos de nuestros ancestros, los cuales tenían encuentros más frecuentes con animales salvajes.  Ante una situación de peligro, como estar delante de un animal salvaje en actitud amenazante, tenían que decidir rápido si correr o quedarse a luchar. 

En esta situaciones el cerebro recibe imágenes y sonidos que interpreta como peligro y responde de manera que todo el cuerpo se tensa. Este condición de alerta nos agudiza los sentidos, disminuye la sensibilidad al dolor y prepara los músculos para ayudar a la persona a sobrevivir de una situación peligrosa.

Lo mismo sucede si vemos televisión.  Una película de acción o de terror por ejemplo nos estimula con imágenes y sonidos que el cerebro puede interpretar como peligro y hacer que el cuerpo se tense igual que si el peligro fuera real.

A nivel espiritual también podemos tener un sentido de urgencia. Un fuerte anhelo o una gran esperanza nos puede mover aún cuando el cuerpo está cansado.  Los boxeadores le llaman a esto tener corazón.  Cuando un boxeador no es más hábil ni más rápido ni más fuerte que su contrincante, pero tiene más voluntad de ganar, más corazón, entonces puede aguantar más tiempo e incluso ganar.

En la Sagrada Escritura en el libro del Exodo, capítulo 12, los israelitas, guiados por Moisés, se prepararon para dejar la esclavitud y salir de Egipto.  Antes de partir debieron de sobrevivir a una última plaga que Dios envió a los egipcios.  Esta plaga causó la muerte de todos los primogénitos de hombres y animales de los hogares que no celebraran la cena de Pascua según las indicaciones precisas de Dios, transmitidas por Moisés a su pueblo.

Como consecuencia de esta plaga, en la misma noche en la que sucedió, el Faraón dio la autorización a Moisés para salir y llevarse a todos los esclavos con sus familias y posesiones.  Los israelitas salieron de prisa llevándose sus ganados y lo que podían cargar.  No tuvieron tiempo de ponerle levadura a la masa ni de cocinar el pan.[1]  Se llevaron la masa envuelta en mantas para aprovecharla más adelante por el camino.

Los israelitas no lograron liberarse de su condición de esclavos por una revuelta popular.  No compraron su libertad con sus propios recursos tampoco.  La liberación no fue consecuencia de un éxito militar, ni de luchas internas entre facciones políticas, ni por invasiones de imperios extranjeros.  Sólo mediante la intervención directa de Dios, pudieron los israelitas salir de Egipto y caminar hacia lo que sería su propia nación, donde tendrían libertad y tierra propias.

El camino a la felicidad empieza con un viaje para dejar la esclavitud, conservando lo esencial y dejando lo demás que no podamos cargar.  Es un caminar alejándose de una vida indeseable, aprovechando la oportunidad cuando se presenta, pues a lo mejor no se vuelve a presentar.  El alma en el camino a la felicidad va huyendo de la esclavitud del pecado, lleva las buenas experiencias y los aprendizajes del pasado y sigue a los pastores designados por Dios en el presente, hacia el lugar que sugiere nuestra esperanza.  Un lugar de felicidad que nunca se acaba.

Esta liberación de la esclavitud del pecado no se logra sólo con méritos o esfuerzos propios sino principalmente por la acción de Dios en nuestro interior y en las circunstancias que nos rodean.  La próxima vez que tengas la oportunidad, acércate al confesionario y libérate de todo lo que estás cargando y que no te deja ser feliz.


[1] Ver Ex, 12, 39

martes, 19 de octubre de 2010

#18: La enfermedad es parte del camino

Hay viajes en los que no se logra aprovechar del todo la estadía por causa de alguna enfermedad que nos mantiene en la cama de la habitación o en la cama de un hospital extranjero.  A lo mejor pensabas entrevistarte con varias personas o conocer varios lugares de interés y todo esos planes se ven frustrados por una enfermedad inesperada.

En el camino a la felicidad, la enfermedad es parte del camino.  Dios también creó la enfermedad y la hizo parte del camino.  Por esta razón la enfermedad no debe de ser causa de angustia.  Aún cuando la enfermedad causa dolor y sufrimiento, todo cobra sentido cuando entendemos que seguimos en el camino a la felicidad y a lo mejor ahora hay que avanzar de otra forma externa, aunque por dentro seguimos igual: con obediencia a la voluntad de Dios, humildad, y el vestido limpio.

Una enfermedad grave que nos lleva a la muerte, no nos lleva a dejar de existir sino al encuentro cara a cara con el Padre celestial. Una enfermedad pasajera interrumpe las actividades y nos permite a lo mejor un descanso necesario o un tiempo para rezar sin distracciones.  Una enfermedad hereditaria o congénita o incurable se vuelven parte permanente de nuestra vida y nos permite vivir experiencias únicas o poco comunes en donde vamos a sentir el amor de Dios de forma especial.  Recordemos a Cristo en su vida pública cómo hizo llegar su mensaje y su consuelo de manera especial a sus apóstoles y a los enfermos incurables.

Visitar a un enfermo es una obra de misericordia corporal que tiene más valor en el camino a la felicidad que visitar a un cliente y lograr una venta, por ejemplo.  Claro que el que tiene su corazón en el dinero piensa que no tiene tiempo de visitar enfermos. Recuerda lo que nos enseñó Cristo: no se puede amar a Dios y al dinero.[1]  Por lo que te recomiendo que con más avidez acumules buenas obras que cualquier otra cosa.


[1] Lc, 16, 13

lunes, 18 de octubre de 2010

#17: Un viaje en familia

Hay viajes que emprendemos solos, a lo mejor por motivos de trabajo.  Otros viajes los hacemos en familia, como los viajes de placer y las vacaciones en familia.  El camino a la felicidad es un viaje en familia, porque qué triste destino si no está tu familia contigo para gozar de Dios contigo, qué dolor pensar que no estarán contigo por toda la eternidad.  

Si Dios te llama, a la primera que debes de llevar contigo por el camino de la felicidad es a tu familia.  Ten mucho tacto y paciencia si tu familia no te sigue inmediatamente, piensa en lo que Dios tuvo que esperar para que tú te animaras a caminar.  Es mejor compartir tus experiencias de cada día por el camino de la felicidad, que ponerte a discutir con los que no quieren emprender ese camino.

En las Sagradas Escrituras, Moisés se lleva a Séfora, su esposa, y a sus hijos a Egipto y en el camino se encuentra con su hermano y todos viajan juntos a donde Dios ordenó.[1] Moisés pudo haber dicho quédense aquí.  Su esposa pudo haber renegado argumentando que perdería su trabajo.  El hecho es que Moisés subió a su familia en un burro y se los llevó por el mismo camino que él debía recorrer para cumplir con el plan de Dios.

La presencia del burro es este pasaje es significativa.  El burro aparece en varios relatos de la Biblia en los que se quiere describir a un grupo pequeño o a una colectividad grande de personas unidas por el mismo deseo de acercarse a Dios y de seguirlo según sus planes.

Puedes pensar estimado amigo, que no estás preparado para convencer a otros personas o que tu familia te conoce desde antes de este nuevo propósito y que no te van a seguir en tu nuevo camino.  No te preocupes por eso.  Recuerda que Dios se vale de los pequeños y de los descartados para tejer su plan de salvación.  

Tampoco te preocupes si en tu casa no eres la cabeza del hogar, a lo mejor tienes del rol de hijo, o en un casa eres el papá pero en otra casa eres el hijo.  En las familias muchas veces los hijos son los que enseñan a sus padres el camino a la felicidad.  Dios está cerca de los pequeños de una manera especial, ya que Cristo mismo dijo: quien recibe a uno de estos pequeños me recibe a mí.[2]

Estoy seguro que si comienzas a caminar por el camino a la felicidad, tarde o temprano otros de tu familia te seguirán.  ¡Dios quiera que todos te sigan, luego te alcancen y después te rebasen en santidad!

[1] Ver Ex, 4, 20
[2] Mt, 18, 5

domingo, 17 de octubre de 2010

#16: Dios sale a tu encuentro

Hay viajes en los que suceden cosas muy agradables y totalmente inesperadas.  A lo mejor te asignan un lugar en primera clase o te asignan una habitación más grande por el mismo precio.  Un lugar puede ser más hermoso de lo que esperabas o puedes conocer ahí a alguien especial que te cambia la vida.  Por ejemplo, yo conocí a Martha Idalia, mi esposa, en un viaje.

En el camino a la felicidad te acostumbras a tener bastante libertad y haces tus planes.  Un día transcurre como otro y parece que Dios no se ve por ningún lado.  De repente Dios sale a tu encuentro.  Tu vida cambia, sientes una inyección de fe.  Dios nunca te pareció tan real.  Dios deja de ser una teoría o una filosofía.  Dios es ahora para ti una persona real, una persona muy especial.  La persona que contiene en sí misma toda la bondad del universo.

Ahora que ya lo percibes mejor, te enteras que nunca te dejó, que nunca estuvo ausente.  Es más, Él sostiene tu vida, cada respiración, cada célula de tu cuerpo, todo existe porque Él así lo desea.  Te enteras también que Dios tiene planes para ti.  Te pide que te levantes y que hagas algo por Él.  ¿Lo harás?

Para cumplir con sus planes es necesario que te mantengas en el camino a la felicidad, porque la parte más importante de su plan es que tú seas plenamente feliz.  Los planes de Dios utilizan siempre dos recursos principales: todo el poder de Dios omnipotente y tu disponibilidad.  Si tú no quieres no. Si sí quieres prepárate, para que Dios haga contigo cosas extraordinarias que no se limitan a ninguna ley del universo.  Sobretodo, Dios te llenará de un amor que parece que no cabe dentro de ti, que sientes que revientas y desbordas.  Un amor al prójimo, a ti mismo y a la vida que nunca antes habías sentido con tanta intensidad.

Cuando Dios sale a tu encuentro, nada se compara, ninguna criatura te puede llenar como Él que es el Creador.  Entonces mantente en el camino, soporta toda resequedad y espera a Dios que pronto saldrá a tu encuentro.

La manera en la que Dios puede salir a tu encuentro es infinitamente variada.  En la Sagrada Escritura Dios sale al encuentro de Moisés en la forma de un arbusto en llamas.[1]  El arbusto no se consume y Moisés se acerca hasta el punto en el que le queda claro que se encuentra en presencia de Dios de una forma sensible o palpable como nunca antes.

Moisés sintió miedo al principio, temía morir.  Todos podemos al igual que Moisés sentir este miedo ante Dios.  Ya que si Dios es mi creador y me crea en cada instante, en el siguiente instante puedo dejar de existir si Él así lo desea y no tengo poder para cambiar esta vulnerabilidad que forma parte de mi naturaleza.  Es entendible sentir miedo.

Dios después le explicó a Moisés su plan para él.  Moisés iba a liberar al pueblo de Dios de la esclavitud que Egipto les imponía.  Moisés sin embargo, no era un general al frente de miles de tropas, era tan sólo un pastor de ovejas en ese momento del encuentro con Dios.  Moisés había dejado de ser príncipe de Egipto, y ahora sólo vivía en las montañas cuidando ovejas que ni siquiera eran de su propiedad, eran ovejas de Jetro, su suegro.

Moisés duda del plan de Dios y Dios le enseña su Nombre y le convierte su bastón ordinario en un bastón prodigioso capaz de hacer cosas extraordinarias a fin de que los que escuchen a Moisés crean que ha sido enviado por Dios.  Moisés reconoce que no tiene las cualidades de un libertador y Dios le concede que se pueda apoyar en su hermano Aarón para transmitir el mensaje de Dios a su pueblo.

Si bien no todos somos llamados a ser libertadores, es muy probable que los planes que Dios tiene para ti sean superiores a tus cualidades y recursos personales.  De manera que el éxito de este plan sea atribuido a Dios solamente, tanto por ti, como por los que conozcan lo que Dios hizo a través de ti.  Así podemos cumplir con sus planes y mantenernos en el camino a la felicidad, sometiéndonos a su santa voluntad y con humildad reconociendo al que merece reconocimiento.


[1] Ver Ex, 3, 2

sábado, 16 de octubre de 2010

#15: La pérdida de los bienes temporales es parte del camino

Siguiendo con la reflexión de ayer acerca de las pruebas, quiero agregar que estas pruebas pueden iniciarse también por nuestro reiterado mal uso de los bienes temporales que Dios ha puesto a nuestra disposición.  Si estos bienes los usamos para apartarnos del camino, Dios después de mucha paciencia puede decidir que lo mejor es quitarnos alguno de esos bienes para que regresemos al camino.  Él en su infinita sabiduría sabe utilizar el método más eficaz para que volvamos a Él, de manera que ninguno se pierda para siempre. 

Dios es el pastor y sale a buscar a las ovejas perdidas.[1]  Al momento de encontrar a la oveja la desprende de aquello que rodea a la oveja y la dirige de nuevo rumbo al redil.  Ese redil es el paraíso eterno. Las ovejas perdidas somos cada uno de nosotros. El trabajo del pastor de salir a buscar la oveja y regresarla al redil toma toda nuestra vida terrena.  El camino rumbo al redil es el camino a la felicidad. 

Por eso dice un dicho popular: no hay mal que por bien no venga.  Y su equivalente bíblico: Todo terminará bien para el que teme al Señor, él será bendecido en el día de su muerte.[2]

Una recomendación; si todo este tema de las tentaciones y las pruebas te pone profundamente de malas, piensa en lo siguiente:  Dios es Amor.[3]  Todo lo que permite lo permite por amor.  Todo lo que hace lo hace por amor.  Todo lo que ha permitido y ha hecho en el pasado ha sido por amor.  Dios te ama más que nadie.  Te ama más que lo que tú te amas a ti mismo.  Él conoce tu pasado, tu presente y tu futuro.  Él tiene más información que tú y sabe mejor que tú lo que te conviene para tu felicidad plena.  También sabe lo que hoy necesitas y no te abandona.  Es en una palabra el mejor: Padre.


[1] Jn, 10, 14-16
[2] Sir, 1, 13
[3] 1 Jn, 4, 8