jueves, 21 de octubre de 2010

#20: Dios te lleva por el mejor camino.

Suele haber entre dos ciudades capitales, al menos dos carreteras o caminos que las conectan.  Un camino corto, que puede ser una autopista de cuota, por ejemplo, en el que hay varios carriles y se evitan puntos intermedios dando prioridad a reducir la distancia. Otro camino largo y vecinal por el que se puede llegar a los pueblos que se encuentran entre dos ciudades principales.

Podrías pensar que el camino corto es siempre escogido por los conductores pero no es así.  Por una parte, a veces las casetas de las autopistas de cuota permiten el acceso a ciertos tipos de vehículos de pasajeros y de carga y niegan el paso a otros vehículos.  En cambio por el camino libre pueden transitar todo tipo de vehículos.  Por otra parte, en el caso de los conductores que son turistas, estos muchas veces escogen la carretera libre, para tener la opción de detenerse por el camino a visitar pueblitos y comprar artesanías y productos locales. 

Por motivos de seguridad, cuando la autopista se encuentra bloqueada por algún accidente o por alguna reparación mayor, entonces el tráfico vehicular se desvía por el camino largo.  Igualmente, los retenes de inspección vehicular pueden disuadir al conductor de tomar ese camino y elegir el otro.

Siguiendo con esta analogía de los caminos cortos y largos cabe en este momento resaltar que en la vida todos los caminos llevan a Dios.  Más aún Dios nos acompaña en cualquier camino que escojamos.  Iniciamos el camino de la vida en Dios, porque provenimos de Él y nuestro camino temporal termina en su divina presencia, ya que inmediatamente después de la muerte corporal, el alma se traslada al lugar en donde comienza tu juicio particular, la criatura humana cara a cara con su único Creador, al que Cristo nos enseñó a llamar Padre.[1]

En la Sagrada Escritura leemos: cuando Faraón despidió al pueblo (israelita), Dios no los llevó por el camino del país de los filisteos, que era más corto. Pues Dios pensaba: Si hay que combatir, tal vez el pueblo se asuste y vuelva a Egipto. Por eso los llevó rodeando por el camino del desierto hacia el Mar Rojo.[2]  Como en este caso hay ocasiones en que nosotros no escogemos por nosotros mismos, sino que Dios nos lleva por otro camino que puede ser más largo o sólo aparentemente más largo.  En todo caso Dios escoge el mejor camino para nosotros dadas nuestras posibilidades y limitaciones para avanzar hacia la felicidad. 

Si te sirve más, piensa en la imagen de un niño aprendiendo a caminar que va tomado de la mano de su padre.  A lo mejor al principio el padre lo va siguiendo y deja que el niño escoja la dirección, pero al aproximarse a un obstáculo o escalón peligroso, el padre puede ejercer un poco de fuerza con su mano y persuadir amablemente al niño para que siga dando pasos por una dirección más segura.

Si llegaran a un charco y el niño pudiera hablar seguramente le diría a su padre: cárgame.  Porque el camino a lado de su padre es más fácil para el pequeño y sin su padre a lo mejor se sentaría en el suelo a llorar pidiendo ayuda, o se regresaría.  El padre tiene más recursos que el niño para avanzar por el camino, además lo ama y tiene la mejor disposición de ayudarlo.  Igual es Dios.


[1] Lc, 11, 2
[2] Ex, 13, 17-18

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