jueves, 28 de octubre de 2010

#27: Acerca de los adornos y la vestimenta.

Cuando emprendemos un viaje debemos de ser prudentes para elegir cómo nos vamos a vestir y qué adornos personales vamos a llevar.  Recuerdo por ejemplo que mi padre me dijo un día cuando yo era pequeño: “Te voy a llevar a un conocer un rancho ganadero, cámbiate y ponte ropa vieja.”  Mi dilema en aquel momento fue que yo estaba creciendo y no tenía ropa vieja que me quedara, entonces tuve que ponerme ropa nueva y cuidarme de no estropearla.  En un rancho ganadero hay alambres de púas, espinas, lodo, charcos, estiércol, abundante tierra y pocos lugares limpios donde sentarse, así que mi padre quería que yo me divirtiera sin preocuparme por lo que le pasara a mi ropa vieja, pero tuve que cuidar mi ropa nueva.

Otro ejemplo es el cuidado que tiene mi esposa de no llevar anillos ni joyas de valor sentimental cuando sale de viaje.  Ella prefiere conservar sus joyas en un lugar seguro antes que exponerse en un viaje a que le roben.  Por lo tanto cuando mi esposa viaja ella suele utilizar una sortija sencilla, aretes discretos, una bolsa pequeña cruzada y zapatos cómodos.

En el camino a la felicidad debemos de reflexionar acerca de cómo vestimos y cómo nos adornamos.  Hay ropa y adornos que son compatibles con las virtudes de la modestia y la austeridad, mientras que hay muchas opciones para los que prefieren la vanidad y se obstinan con poner su corazón en las cosas que Dios ha creado y no en Dios Creador.

En la Sagrada Escritura encontramos este pasaje en el libro de Éxodo: El Señor dijo a Moisés: «Vete de aquí, tú y el pueblo que hiciste salir de Egipto, y sube al país que yo prometí con un juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les aseguré que daría esa tierra a sus descendientes. Yo enviaré un ángel delante de ti, y expulsaré a los cananeos, los amorreos, los hititas, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, para que puedas entrar en la tierra que mana leche y miel. Pero yo no subiré en medio de ti, porque tú eres un pueblo obstinado, y tendría que exterminarte en el camino». Al oír esta severa advertencia, el pueblo estuvo de duelo y nadie se puso sus adornos.[1]

Ha sido difícil para mí reflexionar estos versículos porque la palabra exterminarte me pareció muy fuerte.  La clave para entender este pasaje la encontré al contemplar lo que el pueblo de Israel hizo después de recibir este mensaje de Dios a través de Moisés.  El pueblo se puso de luto y cambió su forma de vestirse.  El duelo o luto son días de dolor ante la pérdida temporal de una persona o de algo que tenías en gran estima.  En este pasaje el pueblo siente que ha perdido el favor de Dios, algo terrible para un pueblo que vive en medio del desierto y que se alimenta diariamente de la comida que Dios le envía de forma milagrosa.  La pérdida del favor de Dios es un golpe a la esperanza de toda esa nación errante que no sabe cómo salir del desierto y que depende de Dios como guía para saber a dónde caminar y para vencer a los ejércitos enemigos que son más numerosos y mejor equipados; dependen de Dios también para mantenerse unidos como nación sin tierra y cuya nacionalidad no está determinada por la geografía sino por la elección de Dios.  Ellos son el pueblo elegido por Dios y ahora que Dios no quiere caminar con ellos están en duelo y se quitan sus adornos.   Quitarse los adornos es un gesto sencillo, y ¿qué puede el hombre ofrecerle a Dios sino gestos sencillos? Somos tan insignificantes comparados con El, pero sabemos que nos ama y eso da sentido a nuestra vida.

Quitarse los adornos es también un gesto de fidelidad al amor de Dios, es una manera sencilla de manifestar que Dios es el primero en nuestro corazón y que no queremos tener el corazón apegado a ninguna criatura tangible ni intangible.


[1] Ex, 33,3

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