viernes, 22 de octubre de 2010

#21: Caravanas

Viajar en caravana implica un grupo más o menos numeroso de personas partiendo al mismo momento con el mismo destino y procurando mantenerse cerca de otros miembros del grupo.  Las caravanas ofrecen ayuda y protección a los miembros del grupo y por lo general cuentan con un líder que decide la ruta en cada parte del trayecto.

A las caravanas militares las llamamos convoy o si son más grandes: operación o invasión.  Hay también caravanas de miembros de una misma religión desplazándose a pie desde el lugar en donde viven hacia un lugar santo, llamadas peregrinaciones.  Otras caravanas son menos organizadas y tan sólo consisten en grupos grandes de personas huyendo de un peligro inminente como la guerra; a éstos grupos se les llama refugiados.

En la historia de los EEUU las caravanas eran grupos de pioneros que se desplazaban del este del país hacia el centro y el oeste para colonizarlo.  Estos colonizadores viajaban en caravanas de carretas empujadas por caballos y reses y se mantenían unidos para resistir las condiciones difíciles del camino.

La Sagrada Escritura en el libro del Éxodo narra la emigración en caravana de seiscientos mil israelitas con sus familias y ganados.  Tardaron cuarenta años en llegar a su destino final y su líder era Moisés, pero él no decidía la ruta de cada día.

Imagínate por un momento cómo harías tú para mantener unidas a seiscientas mil personas en caravana ordenada, caminando hacia la tierra prometida.  No tienes mapa, ni radios para comunicarte, ni brújula, ni comida suficiente, ni agua suficiente.  Vas caminando por el desierto. No hay tiendas ni poblados cercanos para abastecerse ni para orientarse.  Para cualquier hombre esta es una tarea imposible.

Dios mismo se dio a la tarea de guiarlos.  Esta escrito que Yahvé iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche, en una columna de fuego, iluminándolos para que anduvieran de noche como de día.  La columna de nube no se apartaba de ellos durante el día, ni la columna de fuego de noche.[1] Las columnas no sólo señalaban la ruta sino que además resultaban muy convenientes.  La columna de nube les proporcionaba sombra para refrescarse del calor del desierto y poder descansar de día.  La columna de fuego les daba calor y luz para avanzar de noche y evitar así la deshidratación.

Para andar cuarenta años y más por el camino hacia la felicidad también hoy Dios interviene y nos regala dos columnas: la conciencia y la Revelación.  Con estas dos columnas podemos avanzar por el camino para no perdernos, y si nos perdemos podemos encontrar el camino de regreso si ponemos atención a éstas dos columnas.

La conciencia es la ley natural que está inscrita en lo profundo de nuestro ser.  La voz interior que todos tenemos gracias a Dios y que nos sugiere no sólo lo bueno y lo malo en general, sino también en ocasiones y casos particulares.  Esta voz es más fácil de escuchar si buscamos un lugar tranquilo donde haya silencio exterior, aunque también debemos de aprender a callar por dentro para escuchar mejor.

El consejo de la conciencia es más valioso para ti en el camino a la felicidad que cualquier otro consejo proveniente de fuentes dudosas; como por ejemplo: horóscopos, lectura de cartas, palmas, hojas de te, huesos, bolas de cristal, y similares.  Cualquier consejo esotérico tiene su fuente en el padre de la mentira, así que es mejor evitarlos.

La Revelación es la verdad revelada por Dios.  La única verdad, pues si no fuera única no sería la verdad.  Erróneamente hablamos a veces de “verdades” o de “mi verdad” en vez de nombrarles más correctamente: teorías, hipótesis, puntos de vista, opiniones e interpretaciones.    Para conocer más acerca de esta Revelación conviene leer una Biblia confiable, en especial el Nuevo Testamento y el Catecismo de la Iglesia Católica. En resumen, la Revelación nos enseña que existe un único Dios que nos creó por amor.

El camino a la felicidad implica por tanto de parte nuestra seguir a éstas dos columnas que Dios nos regala: la conciencia y la Revelación.


[1] Ex, 13, 21-22

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