martes, 19 de octubre de 2010

#18: La enfermedad es parte del camino

Hay viajes en los que no se logra aprovechar del todo la estadía por causa de alguna enfermedad que nos mantiene en la cama de la habitación o en la cama de un hospital extranjero.  A lo mejor pensabas entrevistarte con varias personas o conocer varios lugares de interés y todo esos planes se ven frustrados por una enfermedad inesperada.

En el camino a la felicidad, la enfermedad es parte del camino.  Dios también creó la enfermedad y la hizo parte del camino.  Por esta razón la enfermedad no debe de ser causa de angustia.  Aún cuando la enfermedad causa dolor y sufrimiento, todo cobra sentido cuando entendemos que seguimos en el camino a la felicidad y a lo mejor ahora hay que avanzar de otra forma externa, aunque por dentro seguimos igual: con obediencia a la voluntad de Dios, humildad, y el vestido limpio.

Una enfermedad grave que nos lleva a la muerte, no nos lleva a dejar de existir sino al encuentro cara a cara con el Padre celestial. Una enfermedad pasajera interrumpe las actividades y nos permite a lo mejor un descanso necesario o un tiempo para rezar sin distracciones.  Una enfermedad hereditaria o congénita o incurable se vuelven parte permanente de nuestra vida y nos permite vivir experiencias únicas o poco comunes en donde vamos a sentir el amor de Dios de forma especial.  Recordemos a Cristo en su vida pública cómo hizo llegar su mensaje y su consuelo de manera especial a sus apóstoles y a los enfermos incurables.

Visitar a un enfermo es una obra de misericordia corporal que tiene más valor en el camino a la felicidad que visitar a un cliente y lograr una venta, por ejemplo.  Claro que el que tiene su corazón en el dinero piensa que no tiene tiempo de visitar enfermos. Recuerda lo que nos enseñó Cristo: no se puede amar a Dios y al dinero.[1]  Por lo que te recomiendo que con más avidez acumules buenas obras que cualquier otra cosa.


[1] Lc, 16, 13

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