¡Qué bonito es salir de vacaciones en familia! Las vacaciones son unos días de convivencia cercana en familia en los que cada miembro pone algo de su parte para lograr esos recuerdos agradables, alegres e inolvidables. El papá pone el dinero, su tiempo y haces las veces de guardaespaldas y chofer. La mamá se empeña en empacar, atender a la familia y fomentar la buena comunicación. Los hijos dejan sus planes y sus amistades por unos días. Todos los miembros de la familia sacrifican algo con tal de que las vacaciones se disfruten.
Las vacaciones son también un buen momento para fomentar la piedad en los hijos. Los lugares a visitar durante las vacaciones también pueden ser santuarios y capillas, no sólo balnearios y parques de diversión. La oración en familia como el rezo del Rosario en la carretera y la bendición de los alimentos son situaciones que surgen naturalmente para aprovechar que toda la familia está reunida.
En la Sagrada Escritura se incluye un pasaje que describe un viaje en familia que se realizaba anualmente con el objetivo de llevar una ofrenda importante a Dios y gozar en familia de su presencia.
El diezmo anual
Las vacaciones son también un buen momento para fomentar la piedad en los hijos. Los lugares a visitar durante las vacaciones también pueden ser santuarios y capillas, no sólo balnearios y parques de diversión. La oración en familia como el rezo del Rosario en la carretera y la bendición de los alimentos son situaciones que surgen naturalmente para aprovechar que toda la familia está reunida.
En la Sagrada Escritura se incluye un pasaje que describe un viaje en familia que se realizaba anualmente con el objetivo de llevar una ofrenda importante a Dios y gozar en familia de su presencia.
El diezmo anual
22 Cada año deberás separar la décima parte de todo lo que hayan producido tus sembrados.
23 y en la presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que él elija para constituirlo morada de su Nombre, comerás del diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, y también los primogénitos de tu ganado mayor y menor. Así aprenderás a tener siempre al Señor, tu Dios.
24 Si el camino es demasiado largo para que puedas transportar el diezmo –porque el lugar que el Señor elija te queda muy lejos– cuando el te haya bendecido,
25 los cambiarás por dinero y luego irás a ese lugar, llevando contigo el dinero.
26 Allí podrás comprar con ese dinero todo lo que desees: ganado mayor o menor, vino o bebida fermentada, en una palabra, cualquier cosa que sea de tu agrado. Entonces comerás en la presencia del Señor, tu Dios, y te alegrarás junto con tu familia.
27 No olvides al levita que vive en tus ciudades, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo.[1]
Resaltan para mí tres valores en estos versículos. El primero, la administración de los propios bienes en orden a que se usen para traer la bendición de Dios a la casa. En contraposición podemos reflexionar cómo estamos utilizando el dinero que tenemos. ¿Acaso estamos usando el dinero para pecar? ¿Cómo podemos justificar que se desperdicie así el dinero, habiendo tanta pobreza? Los pobres no tienen para comer y los ricos se gastan el dinero en pecado. Algo no está bien.
El segundo, la naturalidad y sentido práctico para obedecer a Dios. Si no se puede de una forma, buscar cómo sí se puede. El corazón que ama no buscas excusas sino soluciones. El novio que ama a la novia no se deja vencer por ningún obstáculo con tal de estar con su amada. Igual la persona que ama a Dios la sigue a donde Él llame.
El tercero, la consideración especial para los sacerdotes y las personas que han consagrado su vida a Dios. Cada uno puede encontrar la manera de apoyarles con oraciones, con dinero, con comida, con una palabra de aliento. En contraposición están los que averiguan y difunden las faltas de las personas consagradas, algunos hasta parecería que se alegran de verlos caer. Hace falta valorar la gran bendición que cada persona consagrada a Dios trae para la parroquia. Ellos nos dan la posibilidad de recibir los sacramentos. Ellas nos educan en la fe y nos exhortan con su vida y con su ejemplo a buscar la santidad.
Pidamos a nuestra Madre del Cielo que nos enseñe a llevar una vida ordenada y alegre en torno a la familia y en el centro de la familia que permanezca siempre Dios Nuestro Señor.
Que Dios te bendiga.
[1] Deut, 14, 22-27
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