lunes, 22 de noviembre de 2010

#52: Estar atento a las oportunidades de servir


Hace varios años hice un viaje por carretera para llevar a un sacerdote a Torreón, Coahuila. El padre iba rezando y yo conduciendo, así que pasamos la mayor parte del viaje en silencio porque además íbamos con alguna prisa por llegar a tiempo a un reunión antes del medio día.  Como a medio camino entre Monterrey y Torreón vimos un accidente en la carretera entre dos vehículos. El padre me dijo que me detuviera, me orillé y él se bajó a preguntar si se requería de su ayuda, aprendió que no y después se volvió a subir al auto.  Una vez que se hubo subido de nuevo al carro arranqué y en el camino el padre me explicó que era importante saber si alguna de las personas que tuvo el accidente requería la confesión y la unción de los enfermos.  Me recordó que muchos cristianos somos devotos del Sagrado Corazón de Jesús y hemos cumplido con asistir durante nueve meses seguidos a la misa de primer viernes de mes.  Los que hemos cumplido con esta especial novena tenemos la promesa de no morir en pecado mortal sin el auxilio de los sacramentos.

En el capítulo veintidós del libro del Deuteronomio encontramos una serie de prescripciones, la primera de las cuales tiene que ver con la actitud de servicio.  Esta actitud se refiere a la disposición o la especial atención que conviene tener para aprender cómo podemos servir al prójimo.  A continuación incluyo los primeros cuatro versículos del capítulo.

Prescripciones diversas
1 Si ves extraviados al buey o a la oveja de tu hermano, no te despreocupes de ellos y vé a devolvérselos cuanto antes.
2 Si ese hermano no es tu vecino o no sabes quién es, encierra al animal en tu casa y cuídalo hasta que él lo venga a reclamar. Entonces se lo devolverás.
3 Lo mismo harás con su asno, con su ropa y con cualquier otro objeto que pierdas tu hermano y que tú encuentres: no podrás despreocuparte de ellos
4 Si ves caídos en el camino al asno o al buey de tu hermano, no te despreocupes de ellos y ayúdalo a levantarlos.

En el camino a la felicidad tenemos muchas oportunidades de detenernos a servir.  La caridad cristiana, la solidaridad y la subsidiaridad todas ellas nos exigen poner nuestros talentos al servicio de los demás.  Si vemos alguien que necesita ayuda y podemos ayudarlo, debemos ayudarlo.  

El que da recibe más porque dando agradamos a Dios y Él sabe corresponder a nuestra generosidad con creces.  Dios tiene para nosotros una recompensa desproporcionadamente mayor que lo que vale nuestro tiempo o la ayuda material que hayamos dado.  Dice Jesucristo que así sea que demos un vaso de agua se tomará en cuenta.[2]

Pidamos a la Santísima Virgen María, consuelo de los afligidos, que aprendamos también nosotros a estar atentos a las oportunidades de servir al prójimo por amor a Jesucristo.



[1] Deut, 22,   1-4
[2] Mc, 10, 42

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