martes, 31 de mayo de 2011

#120: Un vistazo a la realidad espiritual.

Espíritu Santo desciende sobre la Sagrada Familia
Si pudiéramos ver con los ojos del espíritu, amaríamos las cosas espirituales. Si amáramos las cosas espirituales permaneceríamos en unión plena con Dios.  Si permaneciéramos unidos a Él seríamos felices y salvos.


Dice un refrán: "ojos que no ven, corazón que no siente."  y otro más: "de la vista nace el amor."


San Juan nos amonesta con esta frase: "El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4,20)


El amor al prójimo, amar a Dios en el prójimo, es el comienzo del camino de quien busca ver a Dios.  El anhelo más grande del ser humano es ver a Dios. Si en este momento alguien de tu confianza te dijera que Dios está en la esquina, dejarías todo por ir a verlo.


A Dios no lo podemos ver con estos ojos corporales porque Dios es espíritu y como tal no refleja luz material.  A Dios solo lo podemos ver con los ojos del espíritu.  Esta visión divina es don del Espíritu Santo y por lo tanto se pide en oración. "Señor, enséñame a ver las cosas como tú las ves."


Profeta Eliseo
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra las guerras arameas. La cita es 2 Reyes 6, 8-23. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


Puntos de reflexión.


1. Luego Eliseo oró diciendo: «Señor, ábrele los ojos para que vea». El Señor abrió los ojos del servidor, y él vio que la montaña estaba repleta de caballos y carros de guerra alrededor de Eliseo.


Eliseo no tuvo temor porque sabía que Dios estaba de su lado.  En vez de correr para escapar y ponerse a salvo, el profeta, se tomó el tiempo suficiente para orar por su ayudante.  El pecado pone escamas en los ojos del espíritu de manera que no podamos encontrar la verdad de las cosas.  Nosotros haremos bien si procuramos la vida de gracia y el sacramento de la confesión con frecuencia, así podremos conocer a la providencia divina a través de sus obras cotidianas.


2. Una vez que entraron en la ciudad, Eliseo dijo: «Señor, abre los ojos de esta gente para que vean». El Señor les abrió los ojos, y vieron que estaban dentro de Samaría.


Eliseo oró por sus enemigos y sus perseguidores, además los guió como pastor a un lugar en donde ellos ya no quisieran seguir peleando.  El profeta nos enseña que ante la violencia no hay remedio más eficaz que la oración y el pastoreo de las almas.  A cada uno le toca un cierto número de almas por las que debemos orar y conducir a la unión con Dios.


3. El rey les hizo servir un gran banquete; ellos comieron y bebieron, y después los despidió para que se fueran con su señor. Las bandas arameas no volvieron a incursionar en territorio de Israel.


El rey de Israel aconsejado por Eliseo fue hospitalario y caritativo con los prisioneros enemigos.  Esta es una gran lección de humanidad, pues hubiera sido tal vez hasta comprensible que los pasaron a todos por cuchillo o los encarcelaran para que no volvieran a aterrorizar a la población civil.  En vez de eso los alimentaron, les dieron de beber y los dejaron en libertad.  Esta caridad y esta clemencia solo se puede entender si comprendemos que todos somos hijos del mismo Dios y que no tenemos derecho a quitarle la vida a otra persona.


Pidamos a María Santísima, que nos enseñe a ver a Cristo en el prójimo y el amor de Dios en su Creación para que asombrados por tanta perfección y tanta bondad nazca en nuestros corazones el anhelo de ver a Dios. Amén.

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