Las personas tendemos más fácilmente a creer en las malas noticias que en las buenas noticias. Basta un rumor o una opinión negativa intercambiada varias veces para que un supuesta noticia se convierta en leyenda urbana. Es verdad, me lo dijo el amigo de un vecino que tiene un primo que vive en otra ciudad. A mí no me consta, ¡pero cuidado!, porque si vas para allá a lo mejor te pasa lo mismo. Y así con frases como estas las malas noticias se difunden sin más evidencia.
Los cristianos tenemos la tarea algo difícil porque el Evangelio es la más buena de todas las buenas noticias. Por ser la más buena de todas las buenas noticias mayor es el número de evidencias que exigen los que escuchan el Evangelio para creerlo y más evidencias todavía para comentar la buena noticia con alguien más.
En la Sagrada Escritura leemos un pasaje del Antiguo Testamento en donde 12 hombres se adelantan a visitar al país vecino y regresan con buenas noticias:
La exploración de Canaán
20 Entonces yo les dije: «Ya han llegado a la montaña de los amorreos, que nos da el Señor. nuestro Dios.
21 El Señor, tu Dios, pone este país delante de ustedes: sube a tomar posesión de él, según te lo ha dicho el Señor, el Dios de tus padres. No temas ni te acobardes».
22 Pero ustedes se acercaron a mí para decirme: «Enviemos delante de nosotros algunos hombres para que exploren la región y nos informen sobre el camino que debemos tomar y sobre las ciudades a las que debemos entrar».
23 La idea me pareció buena, y yo designé a doce de ustedes, uno por cada tribu.
24 Ellos se dirigieron hacia la región montañosa y llegaron al valle de Escol. Después de haber inspeccionado la montaña.
25 Regresaron trayendo en sus manos frutos de esa región, y nos presentaron este informe: «La tierra que nos da el Señor, nuestro Dios, es excelente».[1]
Si continuamos leyendo aprendemos que muchos israelitas a pesar de ver los frutos no les creyeron. Otros sí les creyeron pero se quedaron con la parte de la información que no les gustó y descartaron las buenas noticias. Les invadió el miedo, la duda y la inseguridad.
Los doce hombres que regresan con las manos llenas de frutos son prefigura de los doce apóstoles que salen de su patria y llevan por todo el mundo conocido la buena nueva del Evangelio. Imagínate el reto que tuvieron de explicar en otras lenguas y a personas de otras culturas acerca del nacimiento, muerte y resurrección de Jesucristo, verdadero Dios hecho hombre y muerto en la cruz para la salvación de la humanidad.
Los doce apóstoles llevaban las manos llenas de los frutos y los dones del Espíritu Santo. El testimonio de amor y el poder que comandaban sobre la enfermedad y los endemoniados ayudó a muchos a creer y bautizarse. La buena noticia comenzó así a propagarse y llega ahora a nuestros días gracias a una cadena de fe que ha cruzado el tiempo y las generaciones por más de dos mil años.
¡Qué difícil es creer las buenas noticias! Cada vez que leo una buena noticia en el periódico en Internet no faltan la decena de comentarios incrédulos que publican los lectores. Somos reacios a creer las buenas noticias.
Imagina ahora el trabajo que tienen los pastores de la Iglesia de transmitir la buena noticia por excelencia: que Dios existe, que Dios te ama, que hay un solo Dios trinitario Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres Personas Divinas, que Dios Hijo murió por ti para salvarte, y que Dios espera que pongas de tu parte para conocerlo, cumplir su voluntad, serle fiel y amarlo sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.
Necesitamos los católicos salir al mundo con las manos llenas de frutos para que el mundo crea. Pidamos a María que nos enseñe a ser grandes misioneros como ella que es la primera y mejor misionera.
Dios te bendiga.
Dios te bendiga.
[1] Deut, 1, 20-25
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