sábado, 6 de noviembre de 2010

#36: Detonante de injusticias


¿Qué harías estimado amigo si una persona poderosa y rica te ofrece títulos honorarios y riqueza a cambio de hacer algo que perjudique a la mayoría de la población para beneficiar a esa persona poderosa y su gente más allegada?  Si aceptas la propuesta te vuelves parte protagonista de la corrupción.  Si rechazas la propuesta corre peligro tu estatus social, tu bienestar y hasta tu vida misma y la de tu familia.

Piénsalo, la corrupción no es un simple intercambio de dinero por favores como lo muestra la imagen.  La corrupción va más allá.  La verdadera corrupción empobrece a la mayoría, roba de la mayoría, abusa de la mayoría para adelantar en posición, poder, riqueza y privilegios a unos cuantos.

Hay muchos ejemplos de corrupción en la historia mexicana y en la vida cotidiana de México.  Corrupción en la leyes que se aprueban en beneficio de grupo minoritarios y que merman la calidad de vida de la mayoría.  Corrupción en las condiciones a las que el Gobierno se compromete a cambio de créditos internacionales y protección.  Corrupción en las malas noticias que sí se publican y las buenas noticias que se dejan en el cajón sin difundir.  Corrupción en las fuerzas de seguridad que dejan operar al crimen organizado de forma impune.  Corrupción en las reglamentaciones que favorecen a los monopolios.

Todo esto lo tendremos que ir revirtiendo los ciudadanos a través de la democracia y de la participación activa en los puestos de responsabilidad y liderazgo.  

Estos problemas no son nuevos, sino que han estado presentes desde que el ser humano existe.  En la Sagrada Escritura podemos leer un caso de este tema en los capítulo 22 al 24 del libro de Números.  A continuación transcribo un fragmento que sucede justo después de que el rey Balac manda llamar al profeta Balaam para que maldiga al pueblo de Israel, a fin de vencerlos y expulsarlos de las tierras que están ocupando tras la derrota de los amorreos:

El encuentro de Balaam con el Ángel del Señor

Pero su partida [la de Balaam] encendió la ira de Dios, y el Angel del Señor se interpuso en el camino para cerrarle el paso. Balaam iba montado en su asna y lo acompañaban dos muchachos. Cuando el asna vio al Angel del Señor parado en el camino, con la espada desenvainada en su mano, se apartó y se fue por el campo. Pero Balaam la castigó para hacerla volver al camino. El Angel del Señor se paró entonces en un sendero angosto, que pasaba por los viñedos y estaba rodeado de los dos lados por un cerco. Al verlo, el asna se fue contra el cerco y apretó el pie de Balaam que la castigó nuevamente. Una vez más, el Angel del Señor se adelantó y fue a colocarse en un lugar tan estrecho, que imposible desviarse a la derecha o a la izquierda. Cuando el asna lo vio, se echó al suelo debajo de Balaam, y este, enfurecido, la golpeó con su bastón.

Entonces el Señor abrió la boca del asna, y ella, dijo a Balaam: «¿Qué te hice para que me golpearas así tres veces?». «¡Te estás burlando de mí!, respondió Balaam. Si tuviera una espada en mi mano, te mataría ahora mismo». El asna le respondió: «¿Acaso yo no soy tu asna, la que siempre has montado hasta el día de hoy? ¿Acostumbro yo a tratarte de ese modo?». El respondió: «No».

El Señor abrió los ojos de Balaam, y este vio al Angel del Señor parado en la camino, con la espada desenvainada en su mano; se inclinó y lo adoró con el rostro en tierra. El Angel del Señor le dijo: «¿Por qué le has pegado tres veces a tu asna? Era yo el que te cerraba el paso, porque tu viaje me disgusta.
Ella me vio y se apartó de mí tres veces. Hizo muy bien en apartarse, porque de los contrario yo te hubiera matado, mientras que a ella la hubiera dejado con vida». Balaam dijo al Angel del Señor: «He pecado, porque no sabía que tú estabas apostado delante de mí en el camino. Si esto te desagrada, ahora mismo regreso». El Angel del Señor respondió a Balaam: «Ve con estos hombres, pero dirás solamente lo que yo te indique». Y Balaam se fue con los jefes que le había enviado Balac.[1]

En este pasaje Balaam, es un personaje conocido en la región por ser alguien que puede bendecir o maldecir a otros y que sus palabras tienen consecuencias.  Balac le manda llamar para ofrecerle honores a cambio de que maldiga al pueblo de Israel.  Balaam se pone en camino pero Dios sale a su encuentro y le muestra su disgusto porque lo que se propone Balac es perjudicar al pueblo elegido de Dios.  Balaam reconoce su pecado y se dispone a obedecer a Dios.  Balaam sólo dirá lo que Dios le mande decir.

La actitud de Balaam tiene mérito porque nunca es fácil enfrentarte a un hombre poderoso y decirle que Dios es más poderoso y que por lo tanto no le vas a obedecer a él sino a Dios.  Fue justo lo que hizo Balaam.  Si continuas leyendo aprenderás que al repetir las palabras del Señor, en vez de maldecir al pueblo de Israel lo bendijo.  Cuatro veces insistió Balac y cuatro veces bendijo Balaam a Israel.

¿Qué podemos aprender de este pasaje?  En el camino a la felicidad debemos dar a Dios la primacía, el primer lugar en todo.  Al pobre y al rico , al débil y al poderoso, al amigo y al enemigo a todos les debemos de dar testimonio de Dios.  Si queremos ser felices debemos utilizar la boca con prudencia y decir cosas buenas que edifiquen al prójimo y lo acerquen a Dios.  

Cuidado con fomentar el pecado y la relajación de la conducta.  Cuidado con escandalizar a los niños.  Cuidado con despreciar y criticar a las cosas sagradas como la Iglesia, los Sacramentos, la Biblia, los sacerdotes, y al Papa.  Las cosas sagradas son dones de Dios y al Señor no le gusta que despreciemos sus dones.  Si no tenemos nada bueno que decir es mejor callar.

Rectitud, lealtad a Dios y prudencia.  Me quedo con estas tres virtudes después de contemplar el viaje de Balaam montado en su asna.


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