A menos que tus papeles estén vigentes y tu conducta sea apropiada no podrás establecer la confianza para que el oficial te deje pasar. De nada te sirve tu buena intención, tu cara bonita o tu conmovedora historia, sin pasaporte y visa no pasas. En tu desesperación y urgencia por seguir y no tener que regresar puedes argumentar: que se te olvidó, que después se lo mandas por email, que quieres un permiso temporal, que tu abuela está grave, y hasta que Dios te dijo que cruzaras. La verdad es sin papeles no pasas.
Las únicas excepciones que conozco son el asilo político si acaso eres una persona famosa, o si tienes el don de bilocación tu otro yo puede aparecer en el Polo Sur o donde Dios quiera para hacer lo que el crea necesario. Pero para el 99.9999% de nosotros mortales tenemos que cumplir con la autoridad para poder avanzar. Esto aplica también para otros temas como las responsabilidades fiscales, por ejemplo.
Reflexionemos este pasaje de la Sagrada Escritura:
El conflicto entre Israel y Edóm
Moisés envió desde Cades unos mensajeros al rey de Edom, con esta propuesta: «Así habla tu hermano Israel: «Tú conoces todas las dificultades con que hemos tropezado. Nuestros antepasados bajaron a Egipto, y allí estuvimos durante mucho tiempo. Los egipcios nos trataron duramente, a nosotros y a nuestros antepasados. Pero pedimos auxilio al Señor, y él escuchó nuestra voz y nos envió un Angel que nos sacó de Egipto. Ahora estamos en Cades, la población que está al borde de tu territorio. Déjanos pasar por tu país. No cruzaremos por los campos ni por los viñedos, ni beberemos agua de los pozos. Iremos solamente por el camino principal, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, hasta que hayamos atravesado tu territorio». Pero Edom les respondió: «Ustedes no pasarán por aquí. Si lo hacen, saldré contra ustedes, espada en mano». Los israelitas les respondieron: «Iremos por la ruta, y si nosotros o nuestro ganado llegamos a beber agua, te la pagaremos. Sólo queremos pasar a pie: es una cosa insignificante». Pero ellos respondieron: «No pasarán». Y Edom salió a atacarlos con una tropa numerosa y bien armada. Y Edom impidió que los israelitas pasaran por su territorio, ellos dieron un rodeo.[1]
Cumplir la voluntad de Dios no te exime de cumplir con las leyes impuestas por las autoridades. Los católicos tenemos el deber de cumplir las leyes justas y morales que las autoridades temporales han establecido. El respeto a la autoridad y a la persona que representa esa autoridad también es deber de todo católico consciente de que Dios ha permitido y es parte de su divina voluntad que algunas personas en particular tengan autoridad sobre los pueblos y naciones.
El disgusto que sientes por cumplir la ley puede manifestarte un cierto apego al dinero o a tu libertad que se sale de lo que es sano para tu vida espiritual. Recuerda que Dios quiere ser el único en tu corazón, no quiere que tengas otros dioses, ni que estés apegado a nada.
En resumen, cumplir las leyes humanas también es parte de la voluntad de Dios para tu vida y es parte del camino que haz de recorrer para alcanzar la felicidad.
[1] Num, 20, 14-21
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