jueves, 11 de noviembre de 2010

#41: Respeto a la propiedad privada y más

El que viaja carece de las comodidades a las que está acostumbrado en su hogar y tiene la tentación de quedarse con cosas que no le pertenecen.  Por ejemplo en los hoteles es muy común que los huéspedes se lleven cosas del hotel, tanto que suele haber artículos pequeños de tocador como jabones y botellitas de champú, cerillos y plumas con el nombre del hotel para que los huéspedes se los lleven y satisfagan así su maña de llevarse cosas.
La falta de respeto a la propiedad ajena y a la propiedad pública se manifiesta también en la mala costumbre de tirar basura en las carreteras, en los bosques, en los parques y todos los lugares de descanso.  Falta sentido de respeto para depositar la basura en un lugar adecuado o llevarla consigo hasta encontrar un basurero.
Hay otros casos como por ejemplo:

  1. La falta de respeto a la privacidad es todo un mercado, en el que los paparazzi toman fotos de personas famosas sin su consentimiento y luego las venden a los tabloides.  
  2. La falta de respeto a los sitios arqueológicos hace que los visitantes se lleven un objeto de valor arqueológico sin permiso para extraerlo.
  3. La comunidad cercana a la carretera que se acerca a un camión volcado no para ayudar al chofer sino para llevarse la carga en acarreo hormiga.  Esa carga sigue siendo propiedad de la empresa que contrató el flete aunque la carga esté desparramada por el suelo.
No es mi intención hablar aquí acerca del robo, sino de todos esas otras malas costumbres que podemos observar en la sociedad en donde se falta al respeto de la propiedad privada y los espacios públicos y que en ocasiones nosotros también hacemos, por no detenernos a pensar dos veces en nuestros actos.
En el segundo capítulo del libro del Deuteronomio leemos un pasaje que habla de respetar la propiedad y los bienes de los pueblos con los que te encuentres en el camino:
El paso por Edóm y Moab
1 Después dimos vuelta y nos pusimos en camino hacia el desierto, en dirección al Mar Rojo, como me lo había dicho el Señor. Durante muchos días estuvimos dando vueltas alrededor del macizo de Seír.
2 Hasta que por fin el Señor me dijo:
3 «Basta ya de dar vueltas alrededor de esta montaña. Ahora diríjanse hacia el norte.
4 Comunica esta orden al pueblo: Ustedes van a pasar por la región de Seír, donde viven sus hermanos, los descendientes de Esaú, los cuales desconfían de ustedes. Pero atiendan bien:
5 No los provoquen, porque yo no les daré nada de su territorio, ni siquiera el espacio que ocupa la huella de una pisada, ya que el macizo de Seír se lo he dado en posesión a Esaú.
6 Cómprenles con dinero el alimento que necesitan para comer, y páguenles también el agua que deban.
7 Porque el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas tus empresas, y te ha protegido mientras caminabas por este gran desierto. Ya hace cuarenta años que el Señor, tu Dios, está contigo y nunca te faltó nada».
8 Por la ruta de la Arabá, que viene de Elat y de Esión Guéber, bordeamos la región de Seír, donde viven nuestros hermanos, los descendientes de Esaú. Luego dimos vuelta y tomamos el camino del desierto de Moab.
9 Entonces el Señor me dijo: «Tampoco ataques a Moab ni lo provoques a la guerra, porque no te daré ninguna fracción de su territorio, ya que la posesión de Ar se la he dado a los descendientes de Lot».
10 –Antiguamente habían estado allí los emíes, un pueblo fuerte, numeroso y de elevada estatura como los anaquitas.
11 Tanto ellos como los anaquitas eran tenidos por gigantes, pero los moabitas los llaman emíes.
12 En Seír, en cambio, primero estuvieron los hurritas; pero los descendientes de Esaú los desposeyeron y los exterminaron, instalándose en lugar de ellos, como lo hizo Israel con la tierra que el Señor le dio en posesión–.
13 «Y ahora, ordenó el Señor, reanuden la marcha y crucen el torrente Zéred».


En el camino a la felicidad debemos aprender a respetar los bienes ajenos cada vez con mayor delicadeza.  No sólo no robar sino respetar, dejar las cosas en la misma o mejor condición de como las encontramos.

No sólo respetar los bienes materiales, respetar también:

  • la inocencia de un niño (lo opuesto es la pederastia), 
  • la alegría de un joven (lo opuesto sería inducirlo a la adicción), 
  • el tiempo de un adulto (su derecho a pensionarse con dignidad), 
  • el sueño de un dormido (la jornada de trabajo y tiempo de descanso justos), 
  • la oración de un santo (respeto a los lugares de culto), 
  • la devoción de un cristiano (derecho a la libertad de religión), 
  • la buena intención de un amigo (no robarle su buena intención con burlas), 
  • la pureza de una mujer (el valor de la virginidad), 
  • y la vida de un anciano (lo opuesto es la eutanasia sistemática).


Respetar porque cada quien ha recibido de Dios diferentes dones y carga con una cruz diferente.  Tú tienes unos dones que has recibido de Dios y mereces por tu dignidad de ser humano que se te respete.  Igualmente debes aprender a respetar y a avanzar en el camino a la felicidad, no a costa de los demás sino con los demás.  Si no existieran los demás, ¿cómo haríamos las buenas obras que requerimos para tener un buen juicio particular?

Para la pensamiento materialista, la población en crecimiento se traduce en menos recursos por individuo y por lo tanto es una condición indeseable que requiere revertirse por todos los medios como: esterilización, aborto, guerra, inanición, contracepción.

Para el cristiano en cambio, el crecimiento demográfico es una condición deseable.  Los católicos tenemos la certeza de que ahí donde Dios bendice con la vida también brinda los recursos para sostenerla.  Nos toca a los humanos respetar los recursos ajenos y hacer buen uso de los propios, incluyendo la redistribución de lo que tenemos en exceso hacia los que no tienen.

Pidamos a María Santísima que nos enseñe a respetar también el tiempo que requiere cada persona, así como ella supo esperar a que el Niño Jesús creciera.

Que Dios te bendiga.

 Deut,  2,   1-13

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