sábado, 20 de noviembre de 2010

#50: ¿Cómo quiere Dios que vivamos en sociedad?


Las leyes bajo las que vivimos se han apartado de las leyes de Dios.  Las leyes de Dios pretenden felicidad y larga vida para la persona humana y su familia.  En contraposición las leyes mexicanas permiten el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la venta de anticonceptivos, la publicación de pornografía, la fecundación asistida y la investigación con embriones humanos.  Algunas leyes tienen aplicación nacional y otras sólo están vigentes en algunos estados.

Las leyes mexicanas establecen que la educación debe de ser laica, desvinculada de la educación religiosa y los valores morales que tienen su fundamento en la fe.  Tal parece que los legisladores han querido crear un país sin Dios, o un país rebelde a Dios.

Las consecuencias ya las estamos sufriendo todos:
  • Desintegración familiar
  • Desintegración social
  • Inseguridad
  • Pobreza
  • Muerte.

Los adultos hemos creado un mundo progresista y moderno.  Como nos sentimos autosuficientes, hemos hecho a un lado a Dios y ahora tenemos un país sometido a los intereses económicos de países y corporaciones nacionales y extranjeras.  Un país sometido a las agendas feministas.  Un país sometido a las agendas de las Naciones Unidas y el Banco Mundial.

Ojalá que las organizaciones internacionales quisieran darle forma al mundo según los planes de Dios, pero lo que he visto hasta ahora me da indicación de lo contrario.  Los países se transforman para crear mercados cada vez más grandes para las farmacéuticas, los fabricantes de armamentos y otras empresas que se benefician de la desintegración del ser humano y la sociedad.

En la Sagrada Escritura podemos encontrar un pasaje en el que Dios ha querido dar recomendaciones a los reyes. Te invito a leer este pasaje y comparar por ti mismo si el mundo actual se parece a lo que Dios ha pensado para nosotros.

Los reyes
14 Cuando entres en el país que el Señor, tu Dios, te dará, cuando lo tomes en posesión y vivas en él, si alguna vez dices: «Voy a poner un rey para que me gobierne, como todas las naciones que están a mi alrededor»,
15 pondrás un rey elegido por el Señor, tu Dios, que pertenezca a tu mismo pueblo. No podrás someterte a la autoridad de un extranjero, de alguien que no pertenezca a tu pueblo.
16 El rey no deberá tener muchos caballos ni hacer que el pueblo regrese a Egipto, con el pretexto de aumentar su caballería; porque el Señor, tu Dios, ha dicho: «No regresen nunca más por ese camino».
17 Tampoco tendrá muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe, ni acumulará oro y plata en cantidad excesiva.
18 Cuando tome posesión del trono real, hará escribir en un libro, para su uso personal, una copia de esta Ley, conforme al texto que conservan los sacerdotes levitas.
19 La tendrá a su lado y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor, su Dios, observando todas las palabras de esta Ley y poniendo en práctica estos preceptos.
20 De esa manera, no se sentirá superior a sus hermanos, y no se apartará de estos mandamientos, ni a la derecha ni a la izquierda. Así prolongarán los días de su reinado, él y sus hijos, en medio de Israel.[1]


Reflexionemos a partir de este pasaje lo que Dios tiene pensado para nuestros gobernantes.

  1. Un gobernante elegido por Dios.  El pueblo nunca tiene información suficiente para elegir al candidato adecuado y para cuando lo conoce ya es demasiado tarde.
  2. Un país que no se obsesione con el poder militar y con la guerra.  Dios quiere que vivamos en paz.
  3. Un gobernante sometido a los mandamientos de la ley de Dios igual que cualquier cristiano, fiel a su esposa y honesto.  No suena mal.
  4. Un gobernante que lee todos los días la Biblia y que medite cómo transformar al país para que la sociedad sea un reflejo del plan de Dios para el ser humano.  Yo quiero vivir en un país así.
  5. La integración social de la clase política con el resto de la sociedad.
  6. Estabilidad en el poder político que permita el crecimiento ordenado y el desarrollo de la sociedad

La mayoría no somos gobernantes pero sí tenemos algo de autoridad, por lo menos autoridad sobre nuestra persona.  Hay que comenzar cada uno desde su ámbito de influencia a conducir su propia vida como Dios quiere.  Regresar a Egipto no es opción.  Egipto en este pasaje representa la esclavitud y la vida regida por ídolos, falsos dioses y gobernantes extranjeros.

Pidamos a la Santísima Virgen de Guadalupe, la cual fundó este país, que sepamos valorar la fe que hemos recibido y que permita a nuestros gobernantes transformar a México en un país realmente cristiano.

Dios te bendiga.

[1] Deut, 17,  14-20

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