martes, 16 de noviembre de 2010

#46: La reciprocidad es buena

En los viajes de negocios a Japón es importante llevar un regalo para la persona con la que vamos a cerrar una negociación.  La costumbre de intercambiar regalos está muy arraigada en oriente.  Se acostumbra que el regalo sea un producto artesanal, hecho en el país de origen.

El regalo que vamos a llevar no debe de ser muy costoso.  No se trata de influenciar a la contra parte para que firme un contrato a favor de tu empresa.  El regalo no es un soborno, es más bien un detalle de atención, un gesto de amistad que a la vez sirva como tema de conversación para resaltar la calidad, la técnica y los valores de tu país.

Algunos ejemplos de regalos que he recibido o dado en este tipo de viajes son: una pañoleta bordada con motivos culturales, dulces regionales, un cd de música, una botella de vino, una katana y un cuadro.  En cada intercambio se acostumbra abrir el regalo al final de la reunión y comentar el mérito que tiene el artesano o artista que lo elaboró.


Resultaría embarazoso para cualquiera de las partes si una comitiva lleva regalo y la otra parte ya sea cliente o proveedor no lleva regalo.  Por esta razón es importante conocer la cultura de negocios del país al que vas a visitar.  Esto es importante porque hay países en donde un regalo puede ser mal visto por menos costoso que sea.

En el fondo la cuestión es de reciprocidad.  Dar y ser correspondido.  Recibir y dar algo a cambio.  Es parte de nuestra naturaleza y buena educación por lo menos dar las gracias.  Por ejemplo, cuando una persona pobre me pide limosna y recibe de mí una moneda y a cambio me bendice, inmediatamente siento que yo recibí la mejor parte en el intercambio.

En la Sagrada Escritura podemos leer un pasaje en el que Dios nos enseña lo que Él espera recibir a cambio de los dones que nos da.


La alternativa propuesta por el Señor a Israel
26 Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición.
27 Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que hoy les impongo.
28 Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido.
29 Y cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra de la que vas a tomar posesión, pondrás la bendición sobre el monte Ebal.
30 Estas montañas se encuentran, como es sabido, al otro lado del Jordán, detrás del camino del oeste, en el país de los cananeos que habitan en la Arabá, frente a Guilgal, cerca de la encina de Moré.
31 Porque ustedes van a cruzar el Jordán para ir a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios Cuando la posean y vivan en ella.
32 cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.[1]

Pensemos qué hemos recibido de Dios:

  1. La vida eterna desde el momento de nuestra concepción.
  2. La libertad de elegir como dice el pasaje la bendición o la maldición.
  3. La creación entera con todas sus creaturas tangibles e intangibles.
  4. Su amor infinito y su protección. 
  5. El da sentido a nuestra existencia.
  6. La existencia misma, pues si deja de pensar en nosotros dejamos de existir.
  7. La salvación, la oportunidad de entrar al cielo.
¡Vaya que estos regalos son tema de conversación!  Son tema de reflexión y meditación.

Ahora toma conciencia de lo que nos pide a cambios de estos regalos.

  1. Obedecer los mandamientos.
  2. Mantenerse en el camino, y no seguir otros dioses.
  3. Bendecir el lugar en el que resides.
  4. Aceptar los regalos de Dios.
  5. Cumplir fielmente los preceptos y las leyes divinas.

La reciprocidad es difícil con Dios porque de entrada hemos recibido mucho más de lo que le podemos dar.  La buena noticia es que Dios es perfecto y no necesita nada. Al igual que un limosnero lo único que podemos hacer es agradecerle y bendecirle.  No dejar de pedir su ayuda porque sólos no podemos hacer nada que trascienda, nada que valga para la vida eterna.

Lo único que es realmente tuyo es tu pecado todo lo demás viene de Dios y te lo prestó, o es de Dios.  No tienes nada en lo que te puedes apoyar para sentirte superior a Dios.  No tienes nada, lo único que es realmente tuyo es tu pecado, y eso no debe de enorgullecerte.  El pecado es aquello que hiciste contrario a Dios con la libertad que Él te dio, la inteligencia que Él te dio, el tiempo que Él te dio, y los recursos que Él te facilitó.

Las buenas obras son tuyas pero Dios te auxilió con su Espíritu Santo para que las pudieras completar.  Tampoco te sientas orgulloso de tus buenas obras porque Dios actuó a través de ti, el mérito es de Dios.

Date cuenta que el sentido de tu vida es ser hijo de Dios.  No pierdas tiempo siendo otra cosa que no tiene sentido. Mantén tu condición de bendito y recupérala mediante el sacramento de la Reconciliación si te apartas del camino.

Pidamos a María Siempre Virgen que nos enseñe a tener un corazón puro en donde Dios pueda habitar con gusto.

[1]  Deut, 11,  26-32

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