viernes, 19 de noviembre de 2010

#49: ¿Para qué vamos a misa?

En cada familia hay fechas importantes que festejamos de forma especial.  Estas fechas importantes son los cumpleaños y los aniversarios.  Para los festejos se prepara comida especial y pasteles; se reúne la familia y aún los que viven lejos tratan de llegar.  Hay fotos, música, brindis, regalos, oraciones en familia, alegría y convivencia.  No falta la llamada de larga distancia del que no pudo venir y que nos arranca una lágrima.


En sí el día es como cualquier otro, las mismas horas, las mismas responsabilidades y problemas similares, pero lo que lo hace especial es que recordamos que años atrás en ese mismo día sucedió un evento importante para la familia.  Ese evento marcó a la familia de forma positiva y por eso lo celebramos.


En la Biblia aprendemos que también debemos de celebrar en algunas fechas importantes durante el año en las que recordamos que Dios hizo algo importante por nosotros.  A continuación adjunto un pasaje del libro del Deuteronomio.


Las tres Fiestas de peregrinación: la Pascua y los Ácimos
1 Solemniza el mes de Abib celebrando en él la Pascua en honor del Señor, tu Dios, porque una noche del mes de Abib él te hizo salir de Egipto.
2 Inmola al Señor, tu Dios, como víctima pascual, un animal del ganado mayor o menor, en el lugar que él elija para constituirlo morada de su Nombre.
3 No comas la víctima con pan fermentado. Durante siete días comerás pan sin levadura, que es un pan de aflicción, porque tú saliste precipitadamente de Egipto: así te acordarás siempre del día en que saliste de Egipto.
4 Estos siete días la levadura no deberá verse en todo tu territorio, y tampoco quedarán para el día siguiente restos de la carne sacrificada al atardecer del primer día.
5 No inmoles la víctima pascual en cualquiera de las ciudades que el Señor, tu Dios, te dará.
6 La inmolarás únicamente en el lugar que el elija para constituirlo morada de su Nombre, y lo harás al atardecer, cuando se ponga el sol, a la misma hora en que saliste de Egipto.
7 Cocerás y comerás la víctima en el lugar que el Señor, tu Dios, elija, y a la mañana siguiente emprenderás el camino de regreso a tu casa.
8 Durante seis días comerás pan sin levadura, y el séptimo día harás una asamblea litúrgica en honor del Señor, tu Dios. Ese día no realizarás ningún trabajo.[1]


En el fondo, en la misa celebramos la liberación definitiva de la esclavitud del pecado y el acceso a la salvación gracias al sacrificio perfecto de Jesucristo.  El mismo Cristo nos pidió que celebráramos la Eucaristía en memoria suya, en memoria de su sacrificio.

Los católicos reservamos un día a la semana para celebrar la Eucaristía en familia.  En familia vamos a misa los domingos y damos gracias por los dones recibidos.  El domingo es por lo tanto un día especial para fortalecer los lazos familiares y sobre todo para acercarnos a Dios.


La misa te ofrece varias oportunidades:
  1. Ser testigo de la fe de la comunidad que se reúne en torno al altar.
  2. Recibir el perdón de los pecados veniales durante la misa y de los pecados mortales en la Confesión.
  3. Escuchar la Palabra de Dios y la homilía.
  4. Rezar en familia y alabar con cantos a Dios.
  5. Desearle la paz a tu cónyuge, a tus hijos y a otros parroquianos.
  6. Comulgar, alimentar tu alma.
  7. Recibir la bendición a través del sacerdote.
Asistir a misa los domingos es un mandamiento y no asistir nos pone en pecado mortal y perdemos la vida de gracia.  En los viajes también tenemos que ir a misa.  En la enfermedad podemos escuchar misa por la televisión y por Internet.  Esto lo comento porque la asistencia a misa ha disminuido.  Falta conciencia de la gravedad de no asistir, pero más falta la conciencia de los beneficios de sí participar de la celebración eucarística.


Pidamos a la Santísima Virgen que nos enseñe a valorar la misa que tiene beneficios infinitos para el alma y para la familia.

[1] Deut, 16,   1-8

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