Todos tenemos momentos especiales en nuestra vida. En mi vida, algunos de los momentos más especiales los he vivido en los bautizos y en las primeras comuniones de mis hijos. Estos momentos son para mí la realización de un anhelo que comienza desde la concepción del hijo hasta verlo bendecido por el sacramento. No puedo más que agradecer a Dios que permite que la familia sea bendita y que las nuevas generaciones lleven adelante esta bendición. Dios me regale, más adelante, estar presente también en los bautizos y las primeras comuniones de mis nietos.
La lectura para la reflexión de hoy está tomada del libro de Josué. Para disponer el alma y abrir el corazón a Dios te recomiendo como siempre ponerte en su santa presencia y pedir luz al Espíritu Santo.
Las instrucciones de Josué a los israelitas
1 A la madrugada del día siguiente, Josué y todos los israelitas partieron de Sitím. Cuando llegaron al Jordán, se dispusieron a pasar la noche allí antes de cruzar.
2 Al cabo de tres días, los escribas recorrieron el campamento
3 dando esta orden al pueblo: «Cuando vean el Arca de la Alianza del Señor, su Dios, y a los sacerdotes levitas que la transportan, muévanse del lugar donde están y síganla.
4 Pero dejen entre ustedes y el Arca una distancia de mil metros aproximadamente, y no se acerquen a ella. Así sabrán por dónde tienen que ir, porque ustedes nunca pasaron por este camino».
5 Josué dijo al pueblo: «Purifíquense, porque mañana el Señor va a obrar maravillas en medio de ustedes».
6 Después dijo a los sacerdotes: «Levanten el Arca de la Alianza y pónganse al frente del pueblo». Ellos la levantaron y avanzaron al frente del pueblo.
7 Entonces el Señor dijo a Josué: «Hoy empezaré a engrandecerme a los ojos de todo Israel, para que sepan que yo estoy contigo como estuve con Moisés.
8 Ahora ordena a los sacerdotes que llevan el Arca de la Alianza: «Cuando lleguen al borde del Jordán, deténganse junto al río».
9 Josué dijo a los israelitas: «Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios».
10 Y añadió: «En esto conocerán que el Dios viviente está entre ustedes, y que él expulsará delante de ustedes a los cananeos, los hititas, los jivitas, los perizitas, los guirgazitas, los amorreos y los jebuseos:
11 el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes.
12 Ahora elijan a doce hombres entre las tribus de Israel, uno por cada tribu.
13 Y apenas los sacerdotes que llevan el Arca del Señor de toda la tierra apoyen sus pies sobre las aguas del Jordán, estas se abrirán, y las aguas que vienen de arriba se detendrán como contenidas por un dique». [1]Reflexión.
No sientas ansiedad por cumplir la voluntad de Dios, pensando tal vez que lo que Dios te pide no puedes hacerlo o no sabes cómo hacerlo. Recuerda que Dios todo lo puede y en el momento necesario el interviene para que su plan tenga éxito. Por ejemplo: si Dios te pide que transformes a tus hijos en hijos de Él, tú no tienes que hacer nada sobrenatural, tan sólo llévalos a bautizar y Dios hace el resto a través de sus sacerdotes.
Valora y respeta profundamente los momentos especiales de tu vida, los momentos en los que Dios actúa en tu familia para bendecirte. Debes de vivir esos momentos con el alma en gracia de Dios con el alma pura. No son eventos meramente sociales y banales, son momentos históricos para tu familia, momentos de especial gracia y bendición.
Respeta también las formas, los avisos y las recomendaciones de los sacerdotes y de sus ayudantes, acerca de cómo vivir esos momentos. Son ocasiones de gran alegría pero no momentos para hacer payasadas, aunque se llegaran a poner de moda en otras partes del mundo, no debes de quitarle a Dios el protagonismo del momento y la centralidad de la atención de todos los presentes. Que todos los atuendos, la música y la sucesión de actos sean apropiados para se guarde el respeto y la sacralidad del evento.
Valora la importancia de los sacerdotes a través de los cuáles Dios nos bendice y se hace presente en nuestras vidas. Ayúdales en su tarea, en lo poco o mucho que puedas ayudarles.
Oremos por último a María Santísima, Reina de la Iglesia, agradeciéndole todo el apostolado que hace por la humanidad y todas las bendiciones que ha conseguido para nuestras familias.
Gracias por hacer esta reflexión conmigo. Aquí se te aprecia y se te ama en Jesucristo. Tú eres el motivo de mi blog. Que Dios te bendiga.
[1] Jos, 3, 1 - 13
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