domingo, 7 de noviembre de 2010

#37: Racismos, fobias, credos y otras divisiones.



Amigo hoy quiero compartir unos cuantos pensamientos al respecto de este versículo en la Sagrada Escritura:

Entonces Balaam emprendió el camino de regreso a su patria, y también Balac siguió su camino.[1]

Recuerda que Balaam era un hombre obediente a Dios.  Balaam prefería llevar un vida sencilla a pesar de tener la oportunidad de vivir con lujos y honores, porque para estas comodidades y privilegios, tendría que ir en contra de los mandamientos de Dios.  Cuando alguien como Balac pedía sus servicios, Balaam era paciente, servicial y flexible y dispuesto a ayudar, siempre y cuando la ayuda no interfiriera ni fuera contraria a los mandatos divinos.

Balac era un rey que dedicaba su vida a conservar su poder, sus tierras y posesiones utilizando el medio más eficaz para hacerlo en cada ocasión.  Aún y cuando este medio fuera contrario a la ley natural, Balac no cesaba de insistir en su propósito hasta verlo logrado.

Cuando Balac y Balaam se encuentran en el camino de la vida sucedió algo que pasa con frecuencia en el mundo de hoy.  Balac solicitó algo que iba en contra de los principios de Balaam.  Balaam se mantuvo firme en cuatro ocasiones y Balac no cambió su parecer y al final dejó ir a Balaam, podemos decir que lo despidió, y Balaam regresó a su casa.

En el camino a la felicidad pronto aprenderás que no todos quieren caminar contigo en la misma dirección.  Los que quieren ir por otro camino prefieren alejarse de ti y procuran reunirse con otros que tampoco van por tu camino.  Esto representa un reto porque si cierras tu círculo social y sólo te relacionas con los que son como Balaam, tu círculo será muy pequeño.  Por otra parte si abres tu hogar a todos los Balacs expones a tu familia a situaciones inconvenientes.

¿Cuál es el justo medio? Para mí el justo medio lo dicta tu conciencia.  Escúchale con atención y sé dócil a sus iniciativas.  Tu conciencia te recomendará a quiénes acercarte y de quienes mantenerte al margen.  Hay una fuerte excepción: en tu oración incluye a todos, comenzando por los que más te provocan disgusto, repudio, y rechazo.  Ora por tus enemigos y por los que pertenecen a los grupos de gente a los que tu corazón se ha cerrado.  Poco a poco la oración abrirá tu corazón, sanará tus racismos y fobias y tu conciencia dictará tus interacciones sociales a fin de que todos conozcan a Dios y se salven.

La única etiqueta que debes de permitirte poner a tu prójimo es "hermano en Cristo".

[1]  Num, 24,  25|       

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