En los viajes encontramos personas que nos escandalizan. Personas que a lo mejor pensabas que sólo las veías en la televisión y de repente de topas con una. La mayoría de éstas personas te deja en paz seguir tu camino, pero de repente alguna te intercepta y te ofrece algo o te propone algo que va muy en contra de tus principios y de los principios que tus padres te enseñaron en casa.
Me refiero a personas como: prostitutas, transvestis, drogadictos, punks, borrachos, pandilleros, estafadores, sectarios, esotéricos y ateos. De lejos te pueden dar risa y a lo mejor hasta te sabes chistes en donde estos personajes son protagonistas. De cerca hasta dan miedo porque no sabes cómo van a reaccionar y a lo mejor hasta te perjudican de alguna forma.
La actitud fundamental consiste en recordar que todos somos seres humanos con la misma dignidad y que la voluntad de Dios es que la salvación llegue a todos. Hay que pedir por esas personas y si podemos hacer algo bueno por ellas hacerlo, pero no dejarnos envolver en sus estilos de vida.
El capítulo décimo tercero del libro del Deuteronomio está dedicado a enseñar que Dios aborrece la idolatría y que no debemos dejarnos seducir por otros dioses ya sea que la recomendación nos llegue de un profeta, de un familiar o de un extranjero. A continuación incluyo un extracto con los primeros versículos de este capítulo:
Castigo de los falsos profetas
1 Practiquen cuidadosamente todo lo que yo les ordeno, sin añadir ni quitar nada.
2 Si surge en medio de ustedes un profeta o un intérprete de sueños, que te propone un signo o un prodigio,
3 y te dice: «Vamos detrás de otros dioses –que tú no conoces– para rendirles culto», aunque se cumplan el signo o el prodigio,
4 no hagas caso de las palabras de ese profeta o de los sueños de ese visionario. Porque el Señor, su Dios, los pone a prueba para ver si ustedes lo aman realmente con todo su corazón y con toda su alma.
5 Sigan al Señor, su Dios. Témanlo y observen sus mandamientos, escuchen su voz, sírvanlo y sean fieles a él.
6 Y ese profeta o ese intérprete de sueños deberá ser castigado con la muerte, por haber incitado a la rebelión contra el Señor, tu Dios –el que te hizo salir de Egipto y te rescató de la esclavitud– para desviarte del camino por donde el te ordenó que fueras. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.[1]
La seducción que hacen las sectas y los grupos esotéricos es fuerte porque enseñan técnicas y fenómenos con los que aparentemente puedes cambiar aquello que no te gusta. Estos grupos te enseñan a dejar a un lado a Dios y sustituirlo por otro dios o por alguna de sus creaturas como por ejemplo la energía.
Dios no es energía. Dios es espíritu. Dios no es alguien que con un conjuro, rito o encantamiento podemos obligar a hacer lo que nosotros queramos. Dios es el único y verdadero Dios.
En este pasaje Dios primero nos advierte en contra de falsos profetas, incluso aquellos con un poder demoníaco puedan hacer prodigios, y después dos recuerda cómo debe ser nuestra relación con Él.
A continuación enumero los aspectos de esta relación sana con Dios:
- Practicar las leyes divinas.
- Amarlo con todo el corazón y con toda el alma.
- Seguir a Dios.
- Temerlo, es decir tomar conciencia de la presencia de Dios y tener cuidado de no ofenderlo.
- Observar los mandamientos.
- Escuchar a Dios que nos habla, por ejemplo, a través de la voz de la conciencia.
- Servir a Dios.
- Ser fiel a Dios.
- Cortar con el mal en tu vida.
Si tienes tiempo y quieres hacer una reflexión más profunda puedes regresar a cada uno de estos puntos y preguntarte: ¿De qué manera actualmente yo_____________? Sustituye en el espacio en blanco cada uno de los enunciados de la lista. Por ejemplo: ¿de qué manera actualmente yo practico las leyes divinas?, o también ¿de que manera actualmente yo amo a Dios con todo el corazón y con toda el alma?.
Los santos que vemos en los altares nos dieron testimonio con su vida de una relación sana y fructífera con Dios. Ellos nos pueden enseñar a través de sus escritos y biografías a construir también nosotros una amistad fuerte con Jesucristo.
Pidamos a la Santísima Virgen de Fátima, que supo permanecer delante de la cruz de su propio Hijo, que nosotros también vivamos toda la vida unidos a Cristo y que nada nos separe de Él.
Dios te bendiga.
[1] Deut, 13, 1 - 6
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