viernes, 15 de abril de 2011

#107: Elige bien a tus gobernantes.

Lech Walesa y el Papa Juan Pablo II
El cambio político es un ideal que atrae a muchos partidarios.  Algunos partidarios del cambio buscan las oportunidades que no tienen bajo el régimen actual. Otros están hartos de vivir con los mismos problemas sin solución aparente y tienen esperanza de que el cambio traiga la solución.


Todos los partidos políticos tienen en común el hecho de que están integrados por grupos de seres humanos.  Las diferencias las encontramos principalmente en los colores de sus logotipos.  Los mensajes que distribuyen en su propaganda electoral tienen más relación con los resultados de las encuestas que con las ideologías políticas de sus partidos.  Los mensajes comunican lo que la mayoría de la gente quiere escuchar.


Los partidos promueven los intereses de los grupos poderosos de la sociedad y compiten por la oportunidad de ejecutar esos intereses y legislar las leyes que fortalezcan a esos grupos. El electorado vota por el partido menos malo.


El partido que gana es el que promete representar mejor a los intereses de la ciudadanía sin amenazar los intereses de los grupos de poder.  Por eso cuando cambia el partido, la mayoría de los problemas permanecen.  El miedo a perder el poder es lo único que hace que el dinero público se invierta en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en vez de abultar las arcas privadas de los políticos y de sus amigos.


En una democracia débil o inexistente la calidad de vida del pueblo no aumenta.  En una democracia fuerte, en donde la alternancia de poder es una posibilidad real, el presupuesto destinando a las causas sociales sí llega a las comunidades y a los ciudadanos.


Cuando la impunidad está bien establecida, los políticos no solo se roban lo que encuentran en las arcas públicas, sino además endeudan el Estado hasta el tope y también se roban el crédito recibido. Después usan los recursos robados para comprar bienes públicos y ponerlos a sus nombres o los de un presta-nombres.


La moraleja es doble:

  • Que como ciudadanos debemos de votar para quitar del poder a los corruptos con la esperanza de que los nuevos sean más honestos.
  • Que ningún líder o partido político puede usurpar en tu corazón el lugar que le corresponde solo a Dios, porque Dios es el único que pone tu bienestar realmente en primer lugar, al grado de morir por ti en la cruz.


La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que recoge los datos históricos del reinado de Basá en Israel. La cita es 1 Reyes 15, 33-34. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


Puntos de reflexión.


1. El tercer año de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar sobre Israel Basá, hijo de Ajías, y reinó veinticuatro años en Tirsá.


Aquí, la yuxtaposición de dos reinos en un versículo es muy significativa.  El reino de Judá tiene al rey Asá que es fiel a los mandamientos de Dios y su país es estable y próspero.  El reino de Israel tiene al rey Basá que está siempre en guerra y da culto a falsos dioses. 


El hombre que se mantiene fiel a Dios es bendito y procura bendiciones para su pueblo. Judá es un país bendito y Dios elegirá a un descendiente de Judá de la casa del rey David como Madre del Mesías, el Hijo de Dios.  


2. El hizo lo que es malo a los ojos del Señor; siguió el camino de Jeroboam y persistió en el pecado con que este hizo pecar a Israel.


El rey Basá cometió regicidio y se quedó con el trono de Nadab. El pueblo va constantemente a la guerra ya no por orden de Dios como hacían sus antepasados en una guerra santo sino por orden del rey.  El pueblo da culto a falsos dioses, olvidando sus raíces culturales y su identidad como Nación formada por Dios cuando los liberó de Egipto.  Israel se ha convertido bajo Jeroboam, Nadab y Basá en una nación pagana.


México se constituyó como nación independiente por un pueblo mestizo en torno a la Virgen de Guadalupe, Nuestra Madre del Cielo. No podemos dejar que los malos gobernantes, ni los grupos de poder nos roben nuestra identidad mexicana y católica.  Seamos otra vez un pueblo bendito.


Pidamos a María Santísima, en su advocación de la Virgen de Guadalupe, que al contemplar su imagen de virgen encinta, nazca también en nosotros el deseo de llevar a Cristo en nuestro interior con la dignidad, la pureza y la sencillez que brillan en ella más fuerte las estrellas de su manto.

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