domingo, 10 de abril de 2011

#105: "Dio frutos de paz" Este es el epitafio del hombre de Dios.

El día de la muerte llega para todos. La muerte es como una graduación universitaria. 


La graduación es motivo de júbilo porque se recibe un reconocimiento por todo el trabajo realizado y las acreditaciones logradas. El graduado comienza una nueva vida de mucha mayor libertad y de mayor oportunidad para trascender y dejar huella.


El epitafio es el diploma de la persona que ha pasado a mejor vida.  Las palabras que van en la lápida se escogen con cuidado para reflejar el amor y el honor de la persona cuyos restos yacen en ese lugar.


El epitafio de un hombre de Dios evoca los frutos de paz que dio a través de su vida.  Para dar estos frutos, el hombre de Dios tuvo que regir su vida de acuerdo a las exigencias de al menos tres virtudes: 

  • Fidelidad, 
  • Piedad y
  • Caridad.



La muerte del hombre de Dios
de Judá que vino a Betel.
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra el encuentro entre el hombre de Dios y el profeta de Betel. La cita es 1 Reyes 13, 11-32. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante. 




Puntos de reflexión. 
Terebinto cargado de drupas
1. Luego se fue detrás del hombre de Dios y lo encontró sentado bajo el terebinto. «¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?», le preguntó. «Así es», respondió él.


El hombre de Dios descansando bajo el terebinto es una imagen que vale por muchas explicaciones.  El hombre de Dios ha sido fiel, ha predicado y ha hecho el bien, ahora cerca del final de su vida, las ramas de su árbol están cargadas de frutos, porque Dios ha obrado a través de él.  La sombra, la dulzura y el aroma de su árbol lo refrescan, lo reconfortan y lo serenan.  Su presencia es un imán para todos los que se quieren beneficiar de esos dones de Dios.  


Un árbol muerto y putrefacto solo sirve para leña. El árbol lleno de vida es hogar para innumerables criaturas: pájaros, insectos, arácnidos, monos, roedores, felinos y otros cuadrúpedos.  El agua de la gracia debe de fluir de las raíces hacia las ramas para que el árbol pueda dar fruto.  El sol de la presencia de Dios debe de bañar toda su existencia para que se mantenga vigoroso y saludable.


2. él partió y encontró el cadáver tendido sobre el camino, mientras que el asno y el león estaban de pie junto al cadáver; el león no había devorado el cadáver ni había despedazado al asno. 


El hombre de Dios da frutos de paz. El fuerte aprende a respetar la dignidad de la vida.  El terco aprende a dejar que la razón se ilumine por el conocimiento superior de la fe.  Ambos se dan tiempo para contemplar el testimonio que la vida del hombre de Dios les ha regalado.  Aún después de su muerte el hombre de Dios sigue dando frutos, su misión no ha terminado, su misión continúa pero ahora sin los obstáculos ni las carencias corpóreas.  La visión de Dios ahora es clara y lo deja absorto en un éxtasis eterno, pero a la vez le permite interceder con mayor fuerza y eficacia que nunca antes. 


Pidamos a María Santísima, Reina de todos los santos, que a través de su corazón inmaculado, nuestro corazón se llene de amor por las almas,  y nuestros actos les procuren el Bien Supremo, a fin de que reconfortados por el Amor, puedan encontrar el descanso eterno más conveniente.


Gracias por hacer esta reflexión conmigo. Te aprecio y te amo en Jesucristo. Tú eres el motivo de mi blog. 


Te agradecería si dejas tus comentarios o compartes esta reflexión con alguien que tú aprecies. Dios te bendiga.

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