jueves, 29 de diciembre de 2022

#225 Una persona inconmovible.

El monte Sión es la colina más alta de Jerusalén, donde históricamente se construyeron: 


  • el castillo del rey David, 

  • el Templo del rey Salomón,

  •  y la tumba del rey David. 


También es el lugar donde se localiza el Cenáculo de la última cena de Jesús con sus apóstoles.  El Cenáculo también es el lugar en donde los apóstoles recibieron el Espíritu Santo como lengua de fuego en Pentecostés.


Esta reflexión está basada en el Salmo 125.  Te recomiendo hacer una oración al Espíritu Santo antes de continuar con la lectura.


SALMO 125

1 Canto de peregrinación.

Los que confían en el Señor

son como el monte Sión,

que permanece inconmovible para siempre.

2 Jerusalén está rodeada de montañas:

así rodea el Señor a su pueblo,

desde ahora y para siempre.

3 No permanecerá el cetro de los malvados

sobre la herencia de los justos;

no sea que también los justos

inclinen sus manos a la maldad.

4 Colma de bienes, Señor,

a los buenos y a los rectos de corazón.

5 ¡Que el Señor haga ir con los malvados

a los que se desvían por camino tortuoso!

¡Paz a Israel!



Puntos de reflexión


  1. Una persona inconmovible confía en Dios.


No se altera, ni se angustia, permanece firme en la fe y confía siempre en Dios, ante cualquier acontecimiento o situación, a través de sus años. Esta constancia y ecuanimidad está cimentada en la confianza en Dios.


  1. Una persona inconmovible está inmersa en Dios.


Parafraseando la coraza de San Patricio: Dios Padre alrededor de mí, El Espíritu Santo dentro de mí, Cristo a mí lado.  El santo está consciente de la presencia de Dios en todo lugar y momento y entra en diálogo con su creador. Y como escribió San Pablo: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31)


  1. Una persona inconmovible conserva la paz.


En resumen la persona tiene paz porque confía en Dios, se pone en presencia de Dios a orar y recibe las bendiciones de su divina providencia. Todo esto la mantiene inconmovible por el mérito de la acción de la gracia santificante.


Petición final


María Santísima, Reina de la paz, tú que sufriste persecución y destierro a Egipto (Mt 2,13), enséñanos a conservar la confianza en Dios todos los días de nuestra vida.  Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, Nuestro Señor y Salvador que reina por los siglos de los siglos. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Apocalipsis, 22,21)


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