Los atletas ejercitan diariamente y practican los movimientos aptos para destacar en el deporte. Los atletas más profesionales también regulan su alimentación, descanso y rutina. Los atletas más constantes logran superar con el tiempo a todos sus rivales, colegas y a sus mismos entrenadores.
Los santos hacen ejercicios espirituales y obras de misericordia. Al igual que los atletas, los santos también regulan su alimentación, descanso y rutina diaria. Los santos más constantes alcanzan por la acción del Espíritu Santo mayor sabiduría y gracia.
Ambos se tropiezan y se vuelven a levantar.
Esta reflexión está basada en el Salmo 119, versículos 97 al 104. Te recomiendo hacer una oración al Espíritu Santo antes de seguir leyendo.
Salmo 119, 97-104
[Mem]
97 ¡Cuánto amo tu ley,
todo el día la medito!
98 Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,
porque siempre me acompañan.
99 Soy más prudente que todos mis maestros,
porque siempre medito tus prescripciones.
100 Soy más inteligente que los ancianos,
porque observo tus preceptos.
101 Yo aparto mis pies del mal camino,
para cumplir tu palabra.
102 No me separo de tus juicios,
porque eres tú el que me enseñas.
103 ¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,
es más dulce que la miel!
104 Tus preceptos me hacen comprender:
por eso aborrezco el camino de la mentira.
Puntos de reflexión
Sabiduría
La sabiduría es un don del Espíritu Santo que nos permite saborear la dulzura de todo lo que viene de Dios y todo lo que aprendemos de su palabra. La persona sabia es como el árbol que crece cerca del río.
Prudencia
La prudencia es una virtud cardinal que nos ayuda a discernir en qué momento actuar y en qué momento esperar. La persona prudente anticipa lo que se va a necesitar y lo procura, lo reserva, lo ahorra o lo pide.
Inteligencia
La inteligencia o entendimiento es un don del Espíritu Santo que nos ayuda a entender las Sagradas Escrituras y la Revelación. La persona inteligente lee o escucha la palabra de Dios y la pone en práctica con prudencia y sabiduría.
Petición final
María Santísima, Trono de la sabiduría, nos acercamos a ti como hijos tuyos para adorar al Niño Dios en el pesebre y para aprender de ti y de tu esposo San José a ser santos, al estilo de la Sagrada Familia. Santos en relación unos con otros, con Dios en medio iluminando toda la convivencia. ¡Qué viva Jesucristo en el pesebre, signo del verdadero alimento que se nos ha dado! ¡Qué viva San José hombre santo y prudente! ¡Y qué todas las generaciones te llamen Madre Bienaventurada! Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor y Salvador. Amén.
Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Apocalipsis, 22,21)
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