miércoles, 29 de junio de 2011

#128: La Iglesia fundada por Dios.

Crucifixión de San Pedro
La Iglesia Católica fue fundada por Jesucristo como patrimonio de la humanidad.  Cristo la edificó a partir de sus apóstoles y sus primeros discípulos con la ayuda permanente del Espíritu Santo. La Iglesia Católica nunca se acabará porque Dios mismo la protege y la renueva de generación en generación.


La historia de la Iglesia abarca casi dos milenios. Gracias a la Iglesia podemos hoy conocer la historia universal de la humanidad, pues ella ha sido protagonista y testigo de los principales acontecimientos.  Gracias a la Iglesia que ha conservado el depósito de la fe, podemos hoy conocer la verdad.


El hecho histórico más relevante de todos es la encarnación del Hijo de Dios. Cristo se hizo hombre como nosotros para salvarnos y enseñarnos el camino a la vida eterna.  Lo demás es anecdótico, pero la encarnación es el mensaje vital que la Iglesia ha conservado y transmitido a través de los siglos; tanto así que hoy contamos el tiempo transcurrido desde el nacimiento de Cristo.


Los católicos tenemos un tesoro en nuestra Iglesia.  Ese tesoro se comparte con todos y a la vez se defiende de los que por ignorancia o malicia buscan acabar con ella.  Las únicas armas de las que disponemos y las únicas que son efectivas son: la bondad y la oración.  Debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos para que todos los corazones se entreguen a Dios.


Relieve del palacio en Nínive
del rey Senaquerib
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que registra el oráculo del Señor contra Senaquerib, rey de Asiria. La cita es 2 Reyes 19, 20-34. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


Puntos de reflexión.


1.¿A quién has insultado y ultrajado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado bien alto tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel!


Senaquerib, rey de Asiria, se jactaba de haber acabado con los dioses de las diferentes naciones que había conquistado y pensaba hacer lo mismo con el Dios de Judá. El rey asirio había destruido ya varias ciudades fortificadas de Judá y planeaba hacer lo mismo con Jerusalén, la ciudad en donde se encontraba la Casa del Señor. El profeta Isaías le comunica al rey Ezequías, rey de Judá, que Dios no es indiferente a los insultos y ultrajes que recibe de Senaquerib, y todavía más importante, Dios le recuerda que su suprema santidad merece no solo veneración sino también adoración exclusiva.


La oración de adoración es la mejor manera de relacionarnos amorosamente con Dios.  Si amas a Dios, arrodíllate, extiende tus brazos, agacha la cabeza y proclama su señorío.




2. Pero yo sé cuándo te sientas, cuándo sales y cuándo entras, y cuándo tiemblas de rabia contra mí.


El profeta Isaías le recuerda a Ezequías que Dios no solo puede ver todo lo que su enemigo hace, también puede ver todo lo que hacemos y pensamos todos. Dios da consuelo a Ezequías con estas palabras, porque Dios puede ver todo lo que traman contra Él y contra su pueblo, y tiene además el poder para salir avante de cualquier situación adversa.


Dios es inmortal, omnipresente, omnisapiente y todopoderoso, y la Iglesia Católica no solo es su casa, sino también su cuerpo místico, formado por todos los fieles de hoy y de ayer.  El enemigo puede hacernos sufrir pero no puede acabar con la Iglesia, porque no puede más que Dios.


3. Los sobrevivientes de la casa de Judá, los que todavía queden, echarán de nuevo raíces por debajo, y producirán frutos por arriba.


Mas palabras de consuelo para Ezequías.  La fe no se perderá.  Los fieles recibirán los dones del Espíritu Santo y darán frutos que se multiplicarán y harán crecer de nuevo a la Iglesia, ahí donde Dios quiera que así sea.  El hombre tiene libertad, pero ¿quién puede resistir el amor de Dios?  Nada se compara con el amor de Dios y nada se le prefiere una vez que se ha probado.


Pidamos a María Santísima, Madre de Cristo, que animados por el don maravilloso de la Iglesia, sepamos ser buenos hijos para amarla, defenderla y promoverla, a fin de que todos los seres humanos conozcan la verdadera felicidad. Amén.

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