domingo, 5 de junio de 2011

#121: Aceptar y compartir la buena noticia.

Job hablando con su esposa.
Un suceso cotidiano es leer malas noticias en el periódico, ya sea impreso o digital. Se requiere de longanimidad para no perder la fe ante el embate diario de estas noticias. 


En la Sagrada Escritura las malas noticias suceden después de la pérdida de fe del pueblo, o del rey que los gobierna.   La estructura de la historia suele tener seis momentos importantes, por ejemplo:

  1. El rey es infiel a Dios.
  2. El enemigo somete al pueblo de Dios y lo hace sufrir.
  3. El rey clama o peor aún reclama a Dios.
  4. Dios promete la salvación a través de su profeta.
  5. Algunos no creen en la buena noticia.
  6. La salvación llega y los incrédulos mueren o quedan sin beneficio.



4 leprosos traen la buena noticia.
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra el fin del asedio de Samaria. La cita es 2 Reyes 7, 3-20. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


Puntos de reflexión.


1. Ellos se dijeron unos a otros: «No está bien lo que estamos haciendo. Este es un día de buenas noticias. Si nos quedamos callados y aguardamos hasta el amanecer, no nos libraremos de un castigo. Vayamos mejor ahora mismo a informar a la casa del rey».


Los cuatros leprosos son los primeros testigos de la salvación que Dios ha enviado a la ciudad de Samaria, que sufría el asedio del ejército arameo. Ellos en su sufrimiento toman la iniciativa de entregar sus vidas, pero Dios los sorprende con comida, bebida y abundancia. El cambio de fortuna es tan grande que ellos se sienten comprometidos a compartir la buena noticia con sus conciudadanos, los cuales resguardados tras las murallas, mueren de hambre.  Tú también, si Dios ha tocado tu corazón y te ha salvado, no te guardes para ti solo los beneficios, sal y compártelos para que todos se gocen de la obra de Dios.


2. El rey se levantó de noche y dijo a sus servidores: «Les voy a explicar lo que han urdido contra nosotros los arameos. Como ellos saben que estamos hambrientos, han salido del campamento y se han ocultado en el campo, diciendo: Van a salir de la ciudad; entonces los capturaremos vivos y entraremos en la ciudad».


El rey de Israel es duro de corazón.  Su pueblo muere de hambre y ni así dobla la rodilla para implorar ayuda a Dios.  Cuando el recibe la buena noticia de parte de los cuatro leprosos su reacción no es de alabanza a Dios sino de sospecha y teorías de conspiración. ¡Qué difícil es para los soberbios aceptar la fe! Y es que Dios suele escoger a los mensajeros más pequeños de la sociedad:

  • a los pobres, 
  • a los niños,
  • a los enfermos y 
  • a la gente sencilla del pueblo para transmitir su mensaje.

Que tu corazón esté siempre abierto a recibir el Evangelio, la buena noticia por excelencia, para que tu fe se alimente y crezca.


3.  En efecto, cuando el hombre de Dios había dicho al rey: «Mañana, a esta misma hora, se venderá un balde de harina de la mejor calidad por un siclo, y dos baldes de cebada por el mismo precio, en la Puerta de Samaría, el escudero había replicado al hombre de Dios: «Aunque el Señor abriera ventanas en el cielo, ¿podría suceder una cosa así?» Y Eliseo había dicho: «Verás esto con tus propios ojos, pero no lo comerás».


El escudero es un hombre racionalista. Su conducta está domesticada por su razón, es calculador y prepotente.  El escudero se mofa del profeta Eliseo y en cierta forma lo reta a que demuestre que su religión es más útil que la ciencia y la técnica. Desde el punto de vista militar el pueblo está perdido, sin caballos suficientes, sin armas adecuadas y sin alimento para soportar el asedio. ¿Cómo se atreve Eliseo a profetizar que al día siguiente el pueblo tendrá tanto alimento que este se venderá mucho muy barato?  Eliseo como profeta tan solo repite la Palabra de Dios.  Tú también conoce tu fe, resguarda su integridad y  comunica lo que Dios ponga en tu corazón.


Pidamos a María Santísima, Reina de la nueva evangelización, que nos enseñe a vivir la grandeza y constancia de ánimo ante las adversidades, para que los cristianos no dejemos de anunciar la buena noticia de Cristo que ya nos ha salvado.

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