lunes, 30 de junio de 2025

#243 Mi Redentor vive.

El capítulo 19 del Libro de Job es conocido por su poderosa declaración de fe en la redención y la resurrección. Este capítulo es fundamental en la teología católica porque aborda el tema del sufrimiento, la justicia de Dios y la esperanza en la vida eterna.

A continuación leeremos la respuesta de Job a sus amigos que lo acusan sin otra prueba que su sufrimiento y las calamidades que ha sufrido en su familia y en su persona. Job está afligido por el sufrimiento y la incomprensión de sus amigos, expresa su dolor y desesperación. Se siente abandonado por Dios y por sus semejantes, y clama por compasión. Sin embargo, en medio de su angustia, Job proclama su fe en un Redentor que vindicará su inocencia y le permitirá ver a Dios.

Capítulo 19

1 Job respondió, diciendo:

2 ¿Hasta cuándo me va a afligir y me van a torturar con sus palabras?

3 Ya es la décima vez que me ultrajan, que me maltratan desvergonzadamente.

4 Aunque fuera verdad que cometí un error, mi error me concierne sólo a mí.

5 Ustedes se envalentonan contra mí y me imputan mi ignominia:

6 pero sepan que es Dios el que me agravia y que él me ha envuelto en su red.

7 Si grito: «¡Violencia!», no tengo respuesta; si pido auxilio, no se hace justicia.

8 El cercó mi camino y no puedo pasar; cubrió de tinieblas mi sendero.

9 Me ha despojado de mi honor y quitó la corona de mi cabeza.

10 Me demolió por completo, y ya me voy; arrancó, como un árbol, mi esperanza.

11 Encendió su indignación contra mí y me trató como a su enemigo.

12 Sus escuadrones llegaron en tropel, se abrieron camino hasta mí y acamparon alrededor de mi carpa.

13 Mis hermanos se alejaron de mí y soy un extraño para mis amigos.

14 Desaparecieron mis allegados y familiares, me olvidaron

15 los huéspedes de mi casa. Mis servidoras me consideran un extraño, me he convertido en un intruso para ellas.

16 Llamo a mi servidor, y no responde, aunque se lo pida por favor.

17 Mi mujer siente asco de mi aliento, soy repugnante para los hijos de mis entrañas.

18 Hasta los niños pequeños me desprecian: cuando me levanto, se burlan de mí.

19 Mis amigos íntimos me abominan, los que yo amaba se vuelven contra mí.

20 Los huesos se me pegan a la piel y se me desprenden los dientes de las envías.

21 ¡Apiádense, apiádense de mí, amigos míos, porque me ha herido la mano de Dios!

22 ¿Por qué ustedes me persiguen como Dios y no terminan de saciarse con mi carne?

23 ¡Ah, si se escribieran mis palabras y se las grabara en el bronce;

24 si con un punzón de hierro y plomo fueran esculpidas en la roca para siempre!

25 Porque yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo

26 Y después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios.

27 Sí, yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño. ¡Mi corazón se deshace en mi pecho!

28 Si ustedes dicen: «¿Cómo lo perseguiremos y qué pretexto encontraremos para procesarlo?»,

29 teman que la espada los hiera a ustedes mismos, porque esas son culpas dignas de la espada: y entonces sabrán que hay un juez.

Aportación a la Doctrina Católica

El problema del sufrimiento: El Libro de Job, en general, aborda la difícil cuestión del sufrimiento de los inocentes. Job, un hombre justo, sufre inmensamente sin haber cometido ninguna falta grave. Esto desafía la idea simplista de que el sufrimiento es siempre un castigo por el pecado. La Iglesia Católica, basándose en el ejemplo de Cristo, enseña que el sufrimiento puede tener un valor redentor y puede ser una prueba de fe.

La fe en la redención: La declaración de Job: "Yo sé que mi Redentor vive" (Job 19:25), es una poderosa afirmación de fe en un futuro redentor. Para los cristianos, esta figura del Redentor se identifica con Jesucristo, quien, a través de su muerte y resurrección, redimió a la humanidad del pecado y la muerte.

La resurrección de los muertos: Job expresa su esperanza de que, incluso después de la destrucción de su cuerpo, verá a Dios en su carne (Job 19:26). Esta declaración se interpreta como una creencia en la resurrección de los muertos, una doctrina central en la fe católica. La resurrección de Cristo es la base de nuestra esperanza en la resurrección y la vida eterna.

La justicia de Dios: A pesar de su sufrimiento, Job nunca pierde completamente su fe en Dios. Aunque cuestiona los caminos de Dios, confía en que, al final, la justicia prevalecerá. La doctrina católica afirma que Dios es justo y que, aunque sus caminos a veces son incomprensibles, siempre actúa con amor y misericordia.

Humildad ante el misterio divino: El Libro de Job enseña que los seres humanos no pueden comprender completamente los planes de Dios. Job finalmente reconoce su limitación y se humilla ante la sabiduría divina. Esta humildad es una virtud importante en la vida cristiana, ya que nos permite confiar en Dios incluso cuando no entendemos lo que está sucediendo.

Oración final

Santa María, Madre de Dios, en el capítulo 19 del Libro de Job, vemos reflejado el sufrimiento humano y la búsqueda de consuelo en medio de la adversidad. Job, a pesar de su dolor, mantuvo la esperanza en un Redentor. Así como Job clamó por justicia y redención, nosotros también acudimos a ti, Madre de Misericordia, en nuestras propias tribulaciones.

Te pedimos que intercedas por nosotros ante tu Hijo, Jesucristo, nuestro Redentor. Ayúdanos a mantener la fe en medio del sufrimiento, a confiar en la justicia divina y a esperar con paciencia la resurrección y la vida eterna. Que, al igual que Job, podamos decir con convicción: "Yo sé que mi Redentor vive".

Madre amorosa, ruega por nosotros, para que podamos encontrar consuelo en tu amor y fortaleza en tu ejemplo. Y no sólo nosotros, sino que otros, que sufren más que nosotros, puedan encontrar compasión, servicio y acompañamiento en nosotros. Amén.

Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)



martes, 24 de junio de 2025

#242 Antropología desde el infierno.

La antropología es el estudio del ser humano y las sociedades humanas. El ser humano es un misterio de naturaleza híbrida, animal racional, espíritu encarnado, cuerpo dotado de inteligencia. Por otra parte el infierno se nos presenta desde la primera vez que escuchamos hablar de él como un lugar al que no conviene ir, un sitio en el que no queremos estar.  ¿Qué podemos aprender de nosotros mismos al contemplar el infierno?

La reflexión de hoy está basada en el capítulo 18 de Job. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

Capítulo 18 del Libro de Job

1 Bildad de Súaj respondió, diciendo:

2 ¿Hasta cuándo nos impedirás hablar? Reflexiona, y luego hablaremos.

3 ¿Por qué seremos tenidos por animales y pasaremos por torpes ante tus ojos?

4 Tú, que te desgarras en tu enojo: ¿acaso la tierra quedará desierta por tu causa o la roca será removida de su sitio?

5 Sí, la luz del malvado se extingue y la llama de su fuego no brilla más.

6 La luz se oscurece en su carpa y su lámpara se apaga sobre él.

7 Se acortan sus pasos vigorosos, su propio designio lo hace tropezar.

8 Porque sus pies lo meten en una trampa y va caminando entre redes:

9 un lazo le aprisiona el talón y un cepo se cierra sobre él.

10 Lo espera una cuerda oculta en el suelo y una trampa tendida sobre el camino.

11 Lo asaltan terrores por todas partes y lo amenazan a cada paso.

12 Su vigor se convierte en hambre y la ruina permanece a su lado;

13 la enfermedad corroe su piel, el Primogénito de la Muerte devora sus miembros.

14 Lo arrancan de la seguridad de su carpa y lo llevan ante el Rey de los terrores.

15 El fuego se instala en su carpa y se esparce azufre sobre su morada.

16 Por debajo se secan sus raíces y por arriba se marchita su ramaje.

17 Su recuerdo desaparece de la tierra y se borra su nombre en la región.

18 Lo arrojan de la luz a las tinieblas y lo arrastran fuera del mundo.

19 No tiene estirpe ni posteridad en su pueblo, no quedan sobrevivientes donde él habitaba.

20 El Occidente se estremece por su destino y el Oriente es presa del horror.

21 Sí, tales son las moradas del injusto, este es el lugar del que no conoce a Dios.


Puntos de reflexión.

1. Dios no se muda.  Dice Bildad: ¿acaso... la roca será removida de su sitio? (Jb 18,4) La roca es Cristo.  No hay plan malévolo por más inteligente y bien ejecutado que pueda más que la supremacía de Cristo.  El ser humano existe en un universo en donde Cristo es el Rey y no hay frontera, ni material o espiritual, en donde el poder de Cristo pueda ser eludido.  Todo el cosmos está sometido a Cristo.

2. El ser humano es libre mientras está vivo en este mundo, pero esta libertad está acotada de tal suerte que se le presentan innumerables obstáculos.  Si el ser humano se afana por cumplir la voluntad de Dios, los obstáculos caen a sus pies y los supera con la gracia de Dios.  Si el ser humano se enfoca en sus propios planes cae ante las tentaciones y pierde motivación ya sea que logre o que no logre lo que se propone, porque sus ambiciones carecen de sentido si no lo llevan a Dios.

3. El ser humano teme, todo el tiempo teme y busca sobrevivir.  Preferible es el temor a Dios, principio de la sabiduría (Prov 1,7), que el temor a todo lo demás, ya que el temor a todo lo demás genera angustia y ansiedad, mientras que el temor a Dios es fuente de entusiasmo ya que Dios es amor. (1 Jn 4,8)

4.  Vigor, salud, miembros, casa, temperatura adecuada, aroma agradable, tradiciones, gracia, frutos, memoria, trascendencia, reputación, luz, creatividad, comunión, descendencia, comunidad, optimismo y justicia.  Todas estas cosas deseables para el ser humano se pierden en el infierno.  El infierno es un lugar inadecuado para el ser humano en todos los niveles de sus necesidades físicas y espirituales.  El infierno es el lugar de sufrimiento que nunca termina, sufrimiento en todos los niveles.  No hagamos de nuestra vida un infierno, tampoco apuntemos nuestra vida hacia el infierno.  Mejor sigamos el consejo de Bildad y busquemos a partir de hoy conocer mejor a Dios.
 
Hoy que es día de San Juan Bautista, precursor de Jesucristo, conviene recordar su exhortación: "Produzcan el fruto de una sincera conversión" (Mt 3,8)

Cómo oración final podemos recitar esta oración atribuida a San Luis Gonzaga y dirigida a la Santísima Virgen María, excelente benchmark antropológico:

"Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén."

Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)


viernes, 20 de junio de 2025

#241 La soledad y el dolor.

Introducción

El Libro de Job aborda el problema del sufrimiento, especialmente cuando afecta a los inocentes. Job, un hombre justo, se enfrenta a inmensas pérdidas y dolor, lo que le lleva a cuestionar la justicia de Dios y el significado de su sufrimiento. El capítulo 17 refleja la desesperación de Job, su sensación de abandono y su anhelo de vindicación. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de continuar. Ven Espíritu Santo...

Lectio

Capítulo 17 del Libro de Job

1 ¡Se me ha agotado el aliento, se han extinguido mis días, sólo me queda el sepulcro!

2 ¿No soy acaso el blanco de las burlas y no me desvelan sus provocaciones?

3 Deposita junto a ti una fianza a mi favor: si no, ¿quién estrechará mi mano?

4 Tú cerraste su corazón al discernimiento; por eso, no los dejarás triunfar.

5 ¡Se anuncia el reparto a los amigos, mientras los ojos de los hijos desfallecen!

6 Me has convertido en burla de la gente, soy como alguien a quien se escupe en la cara.

7 Mis ojos se debilitan por la tristeza y todos mis miembros son como la sombra.

8 Los hombres rectos quedan consternados por esto, y el inocente se indigna contra el impío.

9 Pero el justo se afianza en su camino y el de manos puras redobla su energía.

10 ¡Vengan todos ustedes, vengan otra vez: no encontraré un solo sabio entre ustedes!

11 Han pasado mis días, se han deshecho mis planes y las aspiraciones de mi corazón.

12 Ellos cambian la noche en día: «La luz, dicen, está cerca de las tinieblas».

13 ¿Qué puedo esperar? El Abismo es mi morada, en las tinieblas extendí mi lecho.

14 Yo grito a la Fosa: «¡Tú eres mi padre!», y los gusanos: «¡Mi madre y mis hermanos!».

15 ¿Dónde está entonces mi esperanza? Y mi felicidad, ¿quién la verá?

16 ¿Bajarán conmigo al Abismo? ¿Nos hundiremos juntos en el polvo?

Meditatio

1. Desesperación y desesperanza: Job se siente al borde de la tumba, tanto física como espiritualmente. Sus días están contados y su espíritu está roto. Reflexiona sobre los momentos de tu vida en los que te has sentido abrumado por la desesperación. ¿Cómo respondiste?

2. Mofa y provocación: Job está rodeado de gente que se burla de él y lo provoca, lo que aumenta su sufrimiento. Considera cómo las acciones o palabras de los demás pueden exacerbar el dolor de alguien. ¿Cómo puedes ofrecer consuelo en lugar de provocación?

3. Anhelo de vindicación: Job busca a alguien que dé fianza por él, alguien que testifique su inocencia. Piensa en tus propios anhelos de justicia y vindicación. ¿Cómo buscas estas cosas?

4. Pérdida de esperanza: Job se siente abandonado por Dios, y su esperanza disminuye. Reflexiona sobre la importancia de la esperanza en tiempos de sufrimiento. ¿Cómo puedes mantener la esperanza cuando te enfrentas a la oscuridad?

5. Relación con la muerte: Job contempla la muerte como un lugar de oscuridad y desesperación. Considera tu propia visión de la muerte. ¿Cómo influye tu fe en tu perspectiva?
 
Oratio

Reza a Dios con las reflexiones y emociones que han surgido durante la lectio y la meditatio. Puedes utilizar las siguientes indicaciones para guiar tu oración:

1. Confesión: Reconoce ante Dios tus momentos de desesperación y desesperanza. Pídele perdón por cualquier momento en el que hayas perdido la fe.

2. Petición: Pídele a Dios que te dé esperanza y fortaleza en medio del sufrimiento. Pídele que te ayude a verle incluso en los momentos más oscuros.

3. Intercesión: Reza por los que sufren, los que están de luto y los que se sienten abandonados. Pídele a Dios que les lleve consuelo y esperanza.

4. Agradecimiento: Agradece a Dios su presencia constante, incluso cuando no la sientas. Agradécele las promesas de vindicación y vida eterna.

Ejemplo de oración personal que puedes hacer resumiendo estos puntos: Dios misericordioso, como Job, a veces me siento quebrantado y desesperado. El sufrimiento me rodea, y me resulta difícil ver tu mano en mi vida. Perdóname por mis momentos de duda y desesperación. Te pido que me des esperanza y fortaleza para perseverar en medio de mis pruebas. Ayúdame a ver tu presencia incluso en los momentos más oscuros y a confiar en tus promesas de vindicación y vida eterna. Te pido por todos los que sufren, los que están de luto y los que se sienten abandonados. Que encuentren consuelo y esperanza en ti. Gracias por tu presencia constante y por tu amor inquebrantable. Amén.

Contemplatio

Pasa un tiempo en silencio con Dios, permitiéndole que te hable al corazón. Reflexiona sobre las siguientes preguntas y si prefieres anota tus respuestas en un diario o agenda que puedas volver a revisar en el balance diario o semanal.

1. ¿Qué te está diciendo Dios a través de este pasaje de las Sagradas Escrituras?

2. ¿Cómo puedes aplicar las enseñanzas de este pasaje a tu vida?

3. ¿Qué cambios necesitas hacer en tu forma de pensar o de actuar?

Actio

Como respuesta a tu lectio divina, comprométete a una acción concreta que refleje lo que has aprendido:

1. Ofrece consuelo: Ponte en contacto con alguien que esté sufriendo y ofrécele una palabra de ánimo o un acto de bondad.

2. Cultiva la esperanza: Dedica tiempo cada día a rezar y reflexionar sobre las promesas de Dios.

3. Busca la justicia: Defiende a los oprimidos y trabaja por la justicia en tu comunidad. Ayuda a personas concretas con nombre y apellido.

4. Abraza la fe: Confía en el plan de Dios para tu vida, incluso cuando no lo entiendas.

Petición final

Virgen María Santísima, Nuestra Señora de la Soledad, tú que experimentaste la soledad y el dolor después de la crucifixión de Jesús, especialmente el Sábado Santo. El luto por la muerte de tu Hijo meditando sobre los misterios de la Redención. En tu soledad, Madre Santísima, encarnaste una esperanza silenciosa y profunda. Confiaste en la promesa de la Resurrección y nos ofreciste un ejemplo de paciencia y fe en tiempos de oscuridad. Tu soledad fue también una invitación a acompañarte en tu dolor, encontrando consuelo y esperanza en la oración y la contemplación de tu profundo sufrimiento e inquebrantable esperanza. Sabemos Madre que tú comprendes el dolor humano y que intercedes ante Dios por tus hijos. Eres un faro de esperanza en medio de la oscuridad, invitándonos a confiar en el amor y la misericordia de Dios, incluso en los momentos más difíciles. No nos abandones Madre nuestra, ni en la vida ni en la muerte.  Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

martes, 3 de junio de 2025

#240 Ante el sufrimiento del inocente.

Ante el sufrimiento del prójimo la conmiseración es una respuesta adecuada. ¿Pero qué es conmiseracion? La conmiseración, no es solo sentir lástima por alguien, sino también reconocer su dignidad y humanidad en medio de su sufrimiento, ofreciendo apoyo y acompañamiento en lugar de juicio. No basta decir "pobrecito!", sino ayudarlo con obras de misericordia.

Hay que estar conscientes de que una persona inocente que sufre muchísimo puede incluso experimentar la desolación. ¿Pero qué es la desolación?  La desolación se refiere al estado de abandono, sufrimiento extremo y desesperación que experimenta una persona debido, por ejemplo, a sus múltiples pérdidas y aflicciones. No se trata simplemente de tristeza, sino de una profunda sensación de que Dios lo ha abandonado y que su vida ha sido devastada.  A la persona que está sufriendo desolación no le ayuda que le digas: "es tu culpa", sino que lo que necesita es 4A: tu amistad, tu amor, tu apoyo y tu acompañamiento.

La reflexión de hoy está basada en el capítulo 16 del Libro de Job. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

Capítulo 16

1 Job respondió, diciendo:

2 Ya escuché muchos discursos semejantes ¡tristes consoladores son todos ustedes!

3 ¿Terminarán de una vez las palabras en el aire? ¿Qué es lo que te incita a replicar así?

4 También yo hablaría como ustedes, si ustedes estuvieran en mi lugar. Los ensordecería con palabras y les haría gestos de conmiseración.

5 Los reconfortaría con mi boca y mis labios no dejarían de moverse.

6 Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí.

7 Porque ahora, él me ha extenuado y desolado, todos sus temores

8 me tienen acorralado; se levanta contra mí con testigo, mi debilidad me acusa en mi propia cara.

9 Su ira me desgarra y me hostiga, él rechina sus dientes contra mí. Mi adversario me atraviesa con la mirada;

10 ellos abrieron sus fauces contra mí. me golpearon con desprecio las mejillas, se confabularon todos contra mí.

11 Dios me entrega al poder del injusto, me arroja en manos de los malvados.

12 Yo estaba tranquilo y él me destrozó, me tomó por el cuello y me hizo pedazos. Me puso como blanco ante él,

13 sus flechas vuelan a mi alrededor. Traspasa mis riñones sin piedad y derrama por tierra mi hiel.

14 Abre en mí una brecha tras otra, arremete contra mí como un guerrero.

15 Llevo cosido un cilicio a mi piel, tengo hundida la frente en el polvo.

16 Mi rostro está enrojecido por el llanto y la oscuridad envuelve mis pupilas.

17 Sin embargo, no hay violencia en mis manos y mi plegaria es pura.

18 ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no haya un lugar de descanso para mi clamor!

19 Aún ahora, mi testigo está en el cielo y mi garante, en las alturas.

20 Mis amigos se burlan de mí, mientras mis ojos derraman lágrimas ante Dios.

21 ¡Que él sea árbitro entre un hombre y Dios, como entre un hombre y su prójimo!

22 Porque mis años están contados y voy a emprender el camino sin retorno.

Puntos de reflexión.

1. Sobre la conmiseración.

Job anhela que sus amigos tengan empatía, que se pongan en su lugar y le ofrezcan consuelo genuino en lugar de reproches. Los amigos lo están juzgando y lo están haciendo sufrir más con sus palabras, en lugar de aliviar su sufrimiento con empatía, apoyo y acompañamiento. Cada uno de nosotros en el camino vemos todos los días a personas que están sufriendo, muchas veces en silencio, y tenemos muchas oportunidades de tener conmiseración con ellas.  Recuerda la llamada regla de oro: tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti.

2. Sobre la desolación.

La desolación de Job puede ser una prueba para fortalecer su fe y su perseverancia. San Pablo recuerda que nadie es tentado más allá de su capacidad, y Dios siempre está cerca para ayudar a superar la tentación (o prueba). (ver 1 Cor. 10,13). La desolación del prójimo también puede ser una oportunidad para discernir la voluntad de Dios y crecer espiritualmente. (ver Gal. 6,9-10)

3. Job como prefigura de Cristo crucificado.

Este capítulo adquiere más profundidad si reemplazamos a Job con Cristo en la cruz.  Entonces las oraciones de Job profetizan los sentimientos del corazón de Cristo crucificado.  Contemplemos al Santo Inocente sufriendo desolación durante la crucifixión. Veamos cómo a pesar de su inefable sufrimiento, Cristo no pierde la esperanza en su Padre, Cristo sabe que es inocente y Cristo sabe que tiene ganado el juicio porque su testigo estelar es Dios Padre que conoce todos los corazones y de quien nadie puede escapar de su juicio. Cristo pasó haciendo el bien y por eso no teme el juicio de su Padre y por eso puede soportar la desolación, con su mirada puesta en el paraiso. (ver Rom 2, 1-7).

Ojalá nosotros también podamos decir como Job: "mi plegaria es pura". (ver Job 16,17) porqué así podremos mantener la esperanza de ver a Dios (ver Mt 5,8) sin importar las circunstancias que nos toque vivir.
 
Petición final.

Virgen María Santísima, Madre de todos los hombres, enséñanos a practicar diariamente la conmiseración, para que toda nuestra vida sepamos acompañar con caridad a tu Hijo Jesucristo, presente en nuestros hermanos. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

viernes, 30 de mayo de 2025

Los Sacramentos en la Iglesia Católica

Introducción y definición de conceptos.

De los sacramentos podemos decir que son signos muy especiales ya que no son meros signos como un señalamiento vial o una señal de seguridad, tampoco son gestos vacíos o ritos anticuados.  Todo lo contrario, los sacramentos son signos sí, pero signos eficaces.  Los sacramentos son ritos antiguos sí, pero ritos que actualizan la gracia de Dios en quien los recibe hoy.  Los sacramentos no sólo son un símbolo de un buen deseo de algo que deseamos para otra persona, por ejemplo para un bebé o para un niño, o para un enfermo. Los sacramentos transmiten a los que los reciben su correspondiente gracia y disposición. Cada sacramento dispone al alma que lo recibe para cumplir una misión.  La persona que recibe el sacramento, recibe a la vez un encargo y la capacidad de cumplirlo, recibe un privilegio, un don especial, pero no un privilegio para sí mismo, sino para los demás, para distribuir a los demás el amor de Dios y su palabra reconfortante.

Naturaleza y Número de los Sacramentos.

Cristo instituyó los sacramentos del Nuevo Testamento, que son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia o Reconciliación o Confesión, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.   Estos sacramentos nos acompañan en los momentos más importantes de nuestra vida cristiana.  Los cristianos celebramos los momentos principales de la vida humana con un sacramento, desde que nacemos, crecemos, escogemos una vocación, enfermamos y somos llamados de nuevo a Dios.  Para cada etapa de la vida natural hay un sacramento que acompaña a la vida espiritual.

La Liturgia y los Sacramentos.

El centro de la vida litúrgica de la Iglesia es la Celebración de la Eucaristía y toda la vida de la Iglesia gira en torno a los sacramentos.  Jesucristo desde el cielo nos comunica su gracia de manera especial porque Él así lo estableció, a través de los sacramentos que ofrece la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.  Ahí podemos tener seguridad de que al recibir un sacramento recibimos también de Cristo la gracia santificante que lo acompaña.  Cuando recibimos un sacramento nosotros podemos percibir las palabras y las acciones del sacerdote a través de nuestros sentidos, pero además por fe, sabemos que de Cristo y del Espíritu Santo que obra en nosotros, recibimos de manera gratuita la gracia que cada sacramento otorga.

Los Sacramentos como Sacramentos de Salvación.

Cuando celebramos un sacramento con fe, el sacramento nos transmite o nos confiere una gracia particular como ya dijimos. Los sacramentos son eficaces porque Cristo mismo actúa a través de su ministro.  Cristo es quien nos bautiza. Cristo es quien nos perdona los pecados. Cristo es quien nos sana. Cristo es quien nos llama y nos envía.  Cristo es el protagonista de cada sacramento. El Padre celestial escucha la oración de intercesión de su Hijo Jesucristo y la fe de Cristo en su Padre hace que el Espíritu Santo se derrame hacia nosotros con toda su fuerza transformadora en cada sacramento.

Los Sacramentos por la Iglesia y para la Iglesia.

Podemos decir que los sacramentos son de la Iglesia en dos sentidos.  Los sacramentos son “por la Iglesia” y también los sacramentos son “para la Iglesia”.  Son por la Iglesia porque Cristo actúa a través de su Iglesia mediante el Espíritu Santo que ha sido derramado en sus fieles. Cristo actúa por ese conducto que es la Iglesia, su Cuerpo Místico visible en el mundo.  Ahora bien, también podemos decir que los sacramentos son para la Iglesia en el sentido que los sacramentos hacen la Iglesia, los sacramentos actualizan la comunión que Dios desea con sus hijos.  Así los sacramentos son para la Iglesia, para la comunión con la Santísima Trinidad.

Los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.

La base de toda la vida cristiana son los sacramentos que llamamos de iniciación, a saber: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.  Los hombres podemos participar de la naturaleza divina a través de la gracia que Cristo nos da.  Esta participación la podemos pensar como la vida de Dios en el alma.  En la vida natural de manera análoga para entender mejor lo que sucede con el espíritu pensemos en cómo cada persona nace, crece y se alimenta.  Así por el Bautismo renacemos como hijos de Dios. Con la Confirmación crecemos al estatus de discípulos de Cristo, con la plenitud del Espíritu Santo para ser testigos de la fe. Y con la Eucaristía recibimos el alimento eficaz que nos da la vida eterna ya desde ahora. Así como el alimento lo procuramos a diario, así la Eucaristía, verdadero alimento en el sentido más pleno, ha de procurarse con frecuencia para que no sufra nuestra alma de anemia espiritual, sino que esté fortalecida y revestida con el cuerpo y la sangre de Cristo, verdadera comida y verdadera bebida (ver Jn 6,55) según nuestra naturaleza humana híbrida animal y racional.  Si sólo le das de comer al animal, el espíritu estará muy debilitado.  

Estos sacramentos como ya dijimos no son sólo para nuestro beneficio, sino para crecer en caridad hacia Dios y hacia el prójimo, de manera que hagamos presente el amor de Dios entre nuestros familiares, amigos, vecinos y colegas, sobre todo entre aquellos hermanos que tienen preferencia en el Reino de Dios: los pobres, los enfermos, los débiles y los descartados por el mundo.

El Orden de los Sacramentos.

Cada sacramento tiene su lugar en la vida y los siete juntos forman un todo que podemos llamar orgánico, un todo completo.  Pero de entre los siete la Eucaristía tiene un lugar principal como digamos el sacramento de los sacramentos, de manera que todos los demás sacramentos de alguna forma nos deben de preparar para estar aptos para la Celebración Eucarística.

Los Sacramentos de la Vocación.

Aquí consideramos los sacramentos del Orden Sacerdotal y del Matrimonio.  Los fieles responden al llamado particular de Cristo ya sea a la vida consagrada a ejemplo de Cristo sacerdote, o a la vida familiar para formar una Iglesia doméstica en donde se vivan los valores evangélicos en la familia.  Cada respuesta tiene su sacramento.  De manera que el varón que busca responder a la llamada Cristo a la vida consagrada como sacerdote pide el sacramento del Orden Sacerdotal a la Iglesia, para recibir la gracia que el confiere el carisma del sacerdocio eterno, para celebrar ya desde ahora en la tierra y dirigir los ritos y las celebraciones encabezando las plegarias en los actos religiosos de la Iglesia.  Otros fieles que buscan ofrecer su vida a Dios también pueden hacer votos temporales o a perpetuidad frente a la comunidad de los fieles en el marco de una celebración eucarística con el permiso previo de la Iglesia.  Las parejas de novios que tras un tiempo de discernimiento adecuado y preparación durante un noviazgo vivido con castidad y respeto, pueden también pedir a la Iglesia el Matrimonio para que Cristo bendiga su unión y así su unión pueda ser plena delante de Dios y dar frutos buenos en los hijos, con toda la ayuda de la gracia santificante que los une, hasta que la muerte los separe, según el deseo de Cristo. (ver Mt 19,6)

Los Sacramentos que Preparan para la Patria Celestial


Después de los sacramentos de iniciación tenemos otros sacramentos como: la Penitencia, la Unción de los Enfermos y nuevamente la Eucaristía que nos preparan para migrar a nuestra patria común, la patria celestial, lo que llamamos el cielo, el lugar de felicidad que nunca se acaba; así afirmaba el catecismo que estudiamos de niños.  Estos sacramentos completan o celebran nuestro peregrinar en la tierra y ruegan a Dios por la gracia santificante necesaria para preparar nuestro traje de fiesta.  La ropa adecuada para presentarnos humildemente ante Dios Nuestro Señor. (ver Mt 22,12)

Conclusión

Podemos decir en resumen que los sacramentos son medios esenciales para la santidad cristiana, o son ayudas indispensables para la vida espiritual, o son ritos eficaces para acercarnos a Dios, o son actos religiosos transformadores que nos cambian de simples creaturas en hijos de Dios y de hijos de Dios en testigos de Cristo en misión.  De la manera que lo podamos cada uno entender lo importante es que gracias a los sacramentos podemos recibir la gracia divina, o la ayuda de Dios, o a Dios mismo que viene a vivir dentro de cada uno de nosotros. (ver Jn 14,23) Con esta gracia divina que nos dan los sacramentos podemos tener un experiencia fuerte de Cristo, que fortalece nuestra fe y nos limpia y nos purifica y nos prepara con la lámpara llena de aceite y encendida para entrar cuando Dios nos llame a la vida eterna. (ver Mt 25, 1-13) Estamos de paso en este mundo y mientras estemos sujetos al tiempo debemos de procurar los sacramentos para gozar un día de la beatitud eterna. 

Referencia.

Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1210-1666

jueves, 29 de mayo de 2025

#238 El profundo lamento de Job.

Todos podemos empatizar con el sufrimiento humano ya que el dolor ajeno hacer resonar el propio.  La lamentación del prójimo también brota lágrimas en nuestros ojos. Esto es la experiencia de ser humano.  Nuestro sufrimiento penetra y hace ondas visibles en la pecera compartida por toda la humanidad.  Igual podemos percibir las heridas en los corazones de las personas que tenemos cerca, por sus distintas manifestaciones.

La reflexión de hoy está basada en el tercer capítulo del Libro de Job el cual es conocido por ser el lamento de Job, donde maldice el día de su nacimiento debido a su sufrimiento. En este capítulo, Job expresa su profundo dolor y desesperación, cuestionando por qué nació para experimentar tal miseria. ¿Qué podemos aprender de Job a través de su lamentación? ¿Qué fibras resuenan en nuestro corazón? Y lo más importante: ¿dónde está Dios mientras sufrimos?

Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

Capítulo 3

1 Después de esto, Job rompió el silencio y maldijo el día de su nacimiento.

2 Tomó la palabra y exclamó:

3 ¡Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: «Ha sido engendrado un varón»!

4 ¡Que aquel día se convierta en tinieblas! Que Dios se despreocupe de él desde lo alto y no brille sobre él ni un rayo de luz.

5 Que lo reclamen para sí las tinieblas y las sombras, que un nubarrón se cierna sobre él y lo aterrorice un eclipse de sol.

6 ¡Sí, que una densa oscuridad se apodere de él y no se lo añada a los días del año ni se lo incluya en el cómputo de los meses!

7 ¡Que aquella noche sea estéril y no entre en ella ningún grito de alegría!

8 Que la maldigan los que maldicen los días, los expertos en excitar a Leviatán.

9 Que se oscurezcan las estrellas de su aurora; que espere en vano la luz y no vea los destellos del alba.

10 Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria.

11 ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno?

12 ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar?

13 Ahora yacería tranquilo estaría dormido y así descansaría,

14 junto con los reyes y consejeros de la tierra que se hicieron construir mausoleos,

15 o con los príncipes que poseían oro y llenaron de plata sus moradas.

16 O no existiría, como un aborto enterrado, como los niños que nunca vieron la luz.

17 Allí, los malvados dejan de agitarse, allí descansan los que están extenuados.

18 También los prisioneros están en paz, no tienen que oír los gritos del carcelero.

19 Pequeños y grandes son allí una misma cosa, y el esclavo está liberado de su dueño.

20 ¿Para qué dar a luz a un desdichado y la vida a los que están llenos de amargura,

21 a los que ansían en vano la muerte y la buscan más que a un tesoro,

22 a los que se alegrarían de llegar a la tumba y se llenarían de júbilo al encontrar un sepulcro,

23 al hombre que se le cierra el camino y al que Dios cerca por todas partes?

24 Los gemidos se han convertido en mi pan y mis lamentos se derraman como agua.

25 Porque me sucedió lo que más temía y me sobrevino algo terrible.

26 ¡No tengo calma, ni tranquilidad, ni sosiego, sólo una constante agitación!


Puntos de reflexión.

1. Vivir y sufrir van de la mano.

 Igual que Job, cada uno experimenta en mayor o menor grado como se impone el sufrimiento en cada momento y cómo aumenta o disminuye en intensidad pero nunca se reduce a cero. Aun dormidos podemos tener un sueño desagradable.  La muerte tampoco nos garantiza el fin del sufrimiento.  No podemos aniquilar el propio ser, para dejar de sufrir, porque somos eternos.

2. Dios alivia el sufrimiento.

Dios está siempre presente, presto a proporcionarnos ayuda, con alivio eficaz al sufrimiento. Providente para moderar el sufrimiento de buenos y malos.  Esperando sólo que recurramos a Él con fe y humildad.  El tiene el remedio pero respeta nuestra libertad.  Nos deja buscar remedios en las creaturas para que aprendamos que sólo en Dios está el verdadero remedio, por más bella que sea la creatura, esa creatura sufre imperfección y no puede darnos la plenitud que alivia nuestro profundo lamento. Como dice Santa Teresa de Ávila en su estribillo: "Sólo Dios basta."  Léelo dos veces más. Sólo Dios basta. Sólo Dios basta. Esta frase se puede entender al menos de dos maneras. La primera en el sentido de que no necesitas más que a Dios, lo cual genera duda e incredulidad al pensar en todas las cosas materiales que necesitamos y las carencias que experimentamos.  La segunda interpretación de "Sólo Dios basta" es que sólo Dios llena hasta el borde, saciando la sed de plenitud y dando sentido al sufrimiento y con ello a toda la vida humana.

3. Dios te cerca por todas partes.

Querido Job, Dios te cerca por todas partes pero no para que sufras más, sino para aliviar tu dolor. Dios te ama más y Dios tiene más misericordia.  Dios conoce tu dolor y Dios tiene el remedio.  Querido Job, toma a Dios de su mano y deja que Él te guíe por el camino de la felicidad.  El camino de la beatitud.

Cómo oración final va muy bien recitar aquí el Salve Regina.

Dios te salve, Reina 
y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A ti llamamos 
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos 
misericordiosos;
y después de este destierro, 
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh, clementísima, oh piadosa, 
oh dulce Virgen María!

Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

miércoles, 28 de mayo de 2025

#237 Celebra la grandeza de Dios con tu vida.

¡Qué importante es tener un plan de vida!  Si realmente te propones algo y no lo dejas en mero deseo, necesitas un plan para lograrlo.  Entonces, por ejemplo, si lo que te propones es llegar al cielo, necesitas un plan de vida, porque todo lo que hagas en tu vida, o dejes de hacer, se tomará en cuenta en tu juicio particular, y ahí en tu juicio particular sabrás si puedes entrar al cielo o no. ¿Ves qué importante es tener un plan?

La reflexión de hoy está basada en el Salmo 146, el cual es un himno de alabanza que exalta la soberanía de Dios y su fidelidad hacia la humanidad. Este salmo forma parte de un grupo de cinco salmos que concluyen el libro de los Salmos, todos comenzando con la palabra "Aleluya", que significa "Alabad a Dios".

Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


SALMO 146

1 ¡Aleluya!

¡Alaba al Señor, alma mía!

2 Alabaré al Señor toda mi vida;

mientras yo exista, cantaré a mi Dios.

3 No confíen en los poderosos,

en simples mortales, que no pueden salvar:

4 cuando expiran, vuelven al polvo,

y entonces se esfuman sus proyectos.

5 Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob

y pone su esperanza en el Señor, su Dios:

6 él hizo el cielo y la tierra,

el mar y todo lo que hay en ellos.

El mantiene su fidelidad para siempre,

7 hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos,

8 abre los ojos de los ciegos

y endereza a los que están encorvados.

9 El Señor protege a los extranjeros

y sustenta al huérfano y a la viuda;

8c el Señor ama a los justos

y entorpece el camino de los malvados.

10 El Señor reina eternamente,

reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones.

¡Aleluya!

Puntos de reflexión.

1. Alabanza a Dios.

El salmo 146 nos recomienda alabar a Dios como plan de vida.  Alabar a Dios con toda nuestra alma, alabar a Dios todos los días, alabar a Dios mientras tengas vida.  Alabar a Dios con cantos. Osea no sólo en privado como espiritualidad personal sino en público en comunidad como en actos religiosos.

2. Confianza en Dios.

No confíes en proyectos humanos para llegar al cielo, no hay torre de Babel para llegar al cielo. Confía en la gracia de Dios. Procura la gracia de Dios. Pon en Dios tu esperanza. Pon tu esperanza en la gracia de Dios.  La gracia es la vida de Dios en tu alma.

Dios es confiable porque Dios es fiel, Dios es justo y Dios es providente.  No sólo eso, Dios es confiable porque Dios es amor (1 Jn 4,8) 

3. Reinado eterno de Dios.

 La mejor inversión es la que tiene un retorno infinito por toda la eternidad.  Por lo tanto, invertir tu tiempo en hacer un plan de vida y luego trabajar de acuerdo a ese plan es una decisión racional. La garantía de ese retorno infinito por toda la eternidad está en su aval. El aval es Dios, que al ser Rey Supremo, puede garantizar todo el tiempo que dediques para la mayor empresa de tu vida: tu salvación eterna.
 
Petición final.

Virgen María Santísima, Puerta del cielo, ayúdanos a imitar todos los días tu virtudes, para que toda nuestra vida sea así una continua alabanza a Dios, con fe y con obras y sobre todo con la confianza puesta en su divina providencia y con la esperanza firme en la vida eterna. Te lo pedimos por Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que reina eternamente. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

martes, 20 de mayo de 2025

#236 Ayuda divina en momentos de angustia.

Ultimamente escucho mucho en la conversación con diferentes personas la palabra angustia. Muchos sabemos lo que se siente pero pocos podemos definirla.  La dificultad radica en el hecho de que definir algo como la angustia requiere un ejercicio racional para describir algo emocional y sensible como la angustia.  

Entonces ¿qué es la angustia? Vamos por una definición concisa que nos ayude. Angustia proviene del latín "angustia", que deriva de "angustus", que significa "estrecho" o "apretado". Podemos complementar el significado etimológico agregando tres sinónimos de angustia: aflicción, desazón, y tribulación. 

A partir de esta información vamos a sintetizar todo en esta definición de angustia: malestar que estresa al afligido.

Leamos a continuación qué nos puede recomendar el Salmo 143 para remediar la angustia. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

SALMO 143

1 Salmo de David.

Señor, escucha mi oración,

atiende a mi plegaria;

respóndeme, por tu fidelidad y tu justicia.

2 No llames a juicio a tu servidor,

porque ningún ser viviente es justo en tu presencia.

3 El enemigo me persiguió a muerte,

aplastó mi vida contra el suelo;

me introdujo en las tinieblas,

como a los muertos de hace muchos años.

4 El aliento se extingue en mi interior,

mi corazón desfallece en mi pecho.

5 Me acuerdo de los tiempos pasados,

medito todas tus acciones;

considero la obra de tus manos

6 y extiendo mis brazos hacia ti:

suspiro por ti como tierra reseca.

7 Respóndeme en seguida, Señor,

porque estoy sin aliento.

No me ocultes tu rostro,

para que yo no sea como los que bajan a la fosa.

8 Que yo experimente tu amor por la mañana,

porque confío en ti;

indícame el camino que debo seguir,

porque a ti elevo mi alma.

9 Líbrame, Señor, de mis enemigos,

porque me refugio en ti;

10 enséñame a hacer tu voluntad,

porque tú eres mi Dios.

Que tu espíritu bondadoso me conduzca

por una tierra llana.

11 Por amor de tu Nombre, Señor,

consérvame la vida.

Por tu justicia, sácame del peligro;

12 por tu fidelidad, destruye a mi enemigo;

aniquila a mis opresores,

porque yo soy tu servidor.


Puntos de reflexión.

1. Oración de súplica para remediar la angustia.

    Imita del salmista la humildad con la que se reconoce necesitado de Dios para resolver su angustia, ya que de antemano sabe que el remedio no está dentro de él, sino que su malestar requiere ayuda divina, y muy seguramente requiere también un ajuste pequeño o grande en la manera en la que está viviendo su vida. El salmista ofrece con estas actitudes una oración de súplica y así nos enseña cómo nosotros también debemos orar en tiempos de angustia.

2. Escuchar, leer y cumplir la Palabra de Dios para remediar la angustia.

    ¿Cómo puedo yo hacer esto?, o parafraseando al salmista, ¿experimentar el amor de Dios por la mañana?  Empieza cada día con la misa, participa en la celebración eucarística y aliméntate primero de Dios y deja que su Palabra proclamada y predicada te sirva de guía para la vida.

3. Servir a Dios y al prójimo para remediar la angustia.

    Al final el salmista afirma ser servidor de Dios. No da más detalles pero establece una promesa de reciprocidad. El salmista confía en la ayuda porque Dios es justo, fiel, bondadoso y su Nombre está por encima de todo nombre en poder y gloria.  A cambio el salmista ofrece servir, no ofrece como sacrificio a otra cosa, sino que se ofrece a sí mismo y se pone a disposición de Dios para servir.

Petición final

María Santísima, Consoladora de los afligidos, tú que sufriste la huída a Egipto y muchos otros dolores, por tú intercesión te rogamos la gracia de saber encontrar a Jesus en el templo, eficaz remedio para todo malestar que nos estresa y nos aflige. Te lo pedimos por Nuestro Señor y Salvador que reina por los siglos de los siglos. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Apocalipsis, 22,21)