Todos podemos empatizar con el sufrimiento humano ya que el dolor ajeno hacer resonar el propio. La lamentación del prójimo también brota lágrimas en nuestros ojos. Esto es la experiencia de ser humano. Nuestro sufrimiento penetra y hace ondas visibles en la pecera compartida por toda la humanidad. Igual podemos percibir las heridas en los corazones de las personas que tenemos cerca, por sus distintas manifestaciones.
Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.
Capítulo 3
1 Después de esto, Job rompió el silencio y maldijo el día de su nacimiento.
2 Tomó la palabra y exclamó:
3 ¡Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: «Ha sido engendrado un varón»!
4 ¡Que aquel día se convierta en tinieblas! Que Dios se despreocupe de él desde lo alto y no brille sobre él ni un rayo de luz.
5 Que lo reclamen para sí las tinieblas y las sombras, que un nubarrón se cierna sobre él y lo aterrorice un eclipse de sol.
6 ¡Sí, que una densa oscuridad se apodere de él y no se lo añada a los días del año ni se lo incluya en el cómputo de los meses!
7 ¡Que aquella noche sea estéril y no entre en ella ningún grito de alegría!
8 Que la maldigan los que maldicen los días, los expertos en excitar a Leviatán.
9 Que se oscurezcan las estrellas de su aurora; que espere en vano la luz y no vea los destellos del alba.
10 Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria.
11 ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno?
12 ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar?
13 Ahora yacería tranquilo estaría dormido y así descansaría,
14 junto con los reyes y consejeros de la tierra que se hicieron construir mausoleos,
15 o con los príncipes que poseían oro y llenaron de plata sus moradas.
16 O no existiría, como un aborto enterrado, como los niños que nunca vieron la luz.
17 Allí, los malvados dejan de agitarse, allí descansan los que están extenuados.
18 También los prisioneros están en paz, no tienen que oír los gritos del carcelero.
19 Pequeños y grandes son allí una misma cosa, y el esclavo está liberado de su dueño.
20 ¿Para qué dar a luz a un desdichado y la vida a los que están llenos de amargura,
21 a los que ansían en vano la muerte y la buscan más que a un tesoro,
22 a los que se alegrarían de llegar a la tumba y se llenarían de júbilo al encontrar un sepulcro,
23 al hombre que se le cierra el camino y al que Dios cerca por todas partes?
24 Los gemidos se han convertido en mi pan y mis lamentos se derraman como agua.
25 Porque me sucedió lo que más temía y me sobrevino algo terrible.
26 ¡No tengo calma, ni tranquilidad, ni sosiego, sólo una constante agitación!
Puntos de reflexión.
1. Vivir y sufrir van de la mano.
Igual que Job, cada uno experimenta en mayor o menor grado como se impone el sufrimiento en cada momento y cómo aumenta o disminuye en intensidad pero nunca se reduce a cero. Aun dormidos podemos tener un sueño desagradable. La muerte tampoco nos garantiza el fin del sufrimiento. No podemos aniquilar el propio ser, para dejar de sufrir, porque somos eternos.
2. Dios alivia el sufrimiento.
Dios está siempre presente, presto a proporcionarnos ayuda, con alivio eficaz al sufrimiento. Providente para moderar el sufrimiento de buenos y malos. Esperando sólo que recurramos a Él con fe y humildad. El tiene el remedio pero respeta nuestra libertad. Nos deja buscar remedios en las creaturas para que aprendamos que sólo en Dios está el verdadero remedio, por más bella que sea la creatura, esa creatura sufre imperfección y no puede darnos la plenitud que alivia nuestro profundo lamento. Como dice Santa Teresa de Ávila en su estribillo: "Sólo Dios basta." Léelo dos veces más. Sólo Dios basta. Sólo Dios basta. Esta frase se puede entender al menos de dos maneras. La primera en el sentido de que no necesitas más que a Dios, lo cual genera duda e incredulidad al pensar en todas las cosas materiales que necesitamos y las carencias que experimentamos. La segunda interpretación de "Sólo Dios basta" es que sólo Dios llena hasta el borde, saciando la sed de plenitud y dando sentido al sufrimiento y con ello a toda la vida humana.
3. Dios te cerca por todas partes.
Querido Job, Dios te cerca por todas partes pero no para que sufras más, sino para aliviar tu dolor. Dios te ama más y Dios tiene más misericordia. Dios conoce tu dolor y Dios tiene el remedio. Querido Job, toma a Dios de su mano y deja que Él te guíe por el camino de la felicidad. El camino de la beatitud.
Cómo oración final va muy bien recitar aquí el Salve Regina.
Dios te salve, Reina
y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos;
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)
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