Cuando mueras te encontrarás con Dios y recibirás un abrazo
amoroso de tu Padre celestial. Sin importar lo bueno o malo que hayas sido en
tu vida tendrás un momento para contemplar la verdad y experimentar la
misericordia y el amor de Dios sin restricciones.
Después comenzará tu juicio
particular y podrás conocer con el libro de tu vida un panorama completo y detallado de tu vida como Dios
la ve. Comenzará tu libro con páginas llenas de luz pues tu vida
comenzó en amistad con Dios, después en la adolescencia comenzarán las páginas
obscuras y a medida que avanzas cada vez más negras.
Esta fue la época en la
que negaste a Dios, lo sacaste de tu vida, lo cambiaste por unas monedas, unos
instantes de placer o una mentira.
Habrá también páginas llenas de luz en los
días en los que recibiste los sacramentos.
Conocerás a fondo las afortunadas
consecuencias del bien que hiciste pero también el sufrimiento que continuó por
el bien que dejaste de hacer.
El acusador hablará primero, hará una presentación integral
de todos los bienes y todos los talentos que recibiste en tu vida y los
contrastará con tu infidelidad, tu ingratitud y tus pocos frutos. “No merece el
cielo”, dirá.
Después Jesucristo hablará en tu defensa. "Pero es mi hijo y
mi hermano, lo amé desde el principio, antes de que él existiera ya lo amaba y
morí por él en la cruz; además cuando
tuve frío me vistió, cuando tuve hambre me alimentó, cuando tuve sed me dio de
beber, y me recibió en su casa cuando no
tuve dónde quedarme a dormir; y me visitó cuando estuve enfermo y preso."
La virgen María será tu testigo estelar. “Este niñito rezaba
y yo recogía sus peticiones y se las presentaba a mi Hijo. Sí merece el cielo
por los méritos de mi Hijo y la bondad del Padre eterno.”
Los santos que presenciarán tu juicio aplaudirán, echarán
porras y estarán jubilosos, pues mucho han rezado por tu salvación y ahora
estás a punto de entrar a la gloria. Sólo falta el dictamen favorable del Juez.
Esta reflexión está basada en el capítulo 39 del libro del
profeta Jeremías. Haz una pausa en la lectura y encomiéndate al Espíritu Santo
antes de continuar. Basta decir: “Ven Espíritu Santo, ilumíname.”
Puntos de reflexión
1. No hay escapatoria
del juicio particular.
Al ver esto, Sedecías, rey de Judá, y todos los hombres de guerra
huyeron de la ciudad, saliendo de noche por el camino del jardín del rey, por la puerta entre las dos murallas, y
tomaron el camino de la Arabá. Las
tropas de los caldeos los persiguieron, y alcanzaron a Sedecías en las estepas
de Jericó. Lo apresaron y lo hicieron subir a Riblá, en el país de Jamat, ante
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y este dictó sentencia contra él. (Jer.
39,4-5)
2. Llegarás al juicio
sin posesiones materiales.
Nebuzaradán, comandante de la guardia, deportó a Babilonia al resto de
la población que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían
pasado a él, y al resto de los artesanos. Sólo a los más pobres entre el
pueblo, a los que no poseían nada, Nebuzaradán, comandante de la guardia, los
dejó en el país de Judá, asignándoles en aquel día viñas y terrenos. (Jer.
39,10)
El estado de tu alma será visible para todos los seres
celestiales. No tendrás oportunidad de cubrirte ni de disimular con hipocresía.
Tu único vestido será la gracia santificante.
3. Jesucristo será tu
única esperanza.
Pero yo te libraré en
aquel día –oráculo del Señor– y tú
no serás entregado en las manos de los hombres que temes. Porque ciertamente yo te dejaré escapar, y no
caerás bajo la espada; tu vida será para
ti un botín, porque has confiado en mí –oráculo del Señor–. (Jer. 39,17-18)
Letrilla de consagración a Dios.
Te doy mi vida.
Ven y mora aquí.
Vierte tu gracia,
Sobre mí alma.
Ilumíname,
Y transfórmame;
No permitas más,
Que me separe,
De tu Corazón.
Oraciones finales
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, abogada nuestra, ruega por nosotros.
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