Ni diez obras buenas, ni cien pueden limpiar tu alma. Solo un sacerdote puede administrarte el sacramento de la reconciliación, el cual tiene ese efecto para el que lo recibe.
Ni diez libros con pensamientos bonitos, ni cien pueden alimentar tu alma, sólo un sacerdote puede consagrar el pan y convertirlo en cuerpo y sangre de Jesucristo, el cual tiene ese efecto para el que lo recibe.
Para poder gozar de este gran bien necesitamos vivir en una sociedad que respete la libertad religiosa. La libertad de cada uno para vivir de forma pública y privada su religión. La libertad de acceso a los lugares de culto y la libertad de los ministros religiosos para servir a la congregación y administrar los beneficios espirituales.
La reflexión de hoy está basada en un pasaje del primer libro de Samuel. La cita es 1 Samuel 6, 1-21. Antes de leer te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz.
Puntos de reflexión.
1. Los que tienen el poder consultan a los hombres sabios y siguen sus recomendaciones: devolver al pueblo sus objetos sagrados y reparar además los agravios con una ofrenda valiosa. De esta manera los que tiene el poder recuperan la estima del pueblo. En cada casa y en cada escuela los padres de familia y los maestros deben de permitir a sus hijos vivir en persona experiencias religiosas. No tengas miedo a lo que una persona o una comunidad religiosa pueden hacer, al contrario, teme a una banda de gente sin Dios.
2. El pueblo debe participar libremente en las actividades de culto divino. El júbilo de poder participar de los bienes espirituales se vive en comunidad. Si en tu comunidad tienes libertad religiosa, aprovecha cada ocasión para encontrarte con Dios en los sacramentos, sobre todo en la confesión de tus pecados y en la comunión. Participa también en otros actos de devoción como:
- peregrinaciones,
- rosarios,
- adoración al Santísimo.
3. Por último están los que pudiendo no van, o llendo no participan. Son los que no valoran las cosas sagradas. No sienten prisa por encontrarse con Dios. Han perdido la capacidad de asombro. Su actitud ante Dios es la misma que mas o menos tienen ante todo: "a mí qué". Viven de los beneficios que el cristianismo les ha dado a través de la transformación de la sociedad de salvaje a civilizada pero no les interesa corresponder a Dios con un poco de su tiempo. Estos que no van, son como los 70 hombres de la lectura que vieron el arca pero no fueron a celebrar su retorno con ofrendas y murieron. Y es que el hombre sin religión es como un zombie, un muerto viviente.
Pidamos a María Santísima, Reina de los confesores, que no nos falte auxilio espiritual en nuestra vida.
Gracias por hacer esta reflexión conmigo. Aquí se te aprecia y se te ama en Jesucristo. Tú eres el motivo de mi blog.
Que Dios te bendiga.
Me encantaría saber que te deja esta reflexión. No te vayas sin dejar tus comentarios, tus propósitos, lo que quieras.
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