sábado, 3 de agosto de 2024

Sobre la vocación

En el Evangelio leemos que Jesucristo al ver a Mateo le dijo "Sígueme" y Mateo dejándolo todo lo siguió. (ver San Lucas 5,27-28)

¿Cómo es la vocación hoy en día ?

Me gustaría explicar la vocación con los siguientes cinco ejemplos:

La vocación es como lo que le sucedió a Neo en la primera película The Matrix.  El protagonista estaba dormido dentro de su pequeña cápsula, flotando en un líquido amniótico y alimentado por una máquina a través de mangueras y conexiones biomecánicas.  De repente llega la tripulación de la nave Nebuchadnezzar se conectan a la red llamada the Matrix y Morpheus, el capitán de la nave da la orden de ejecutar el programa para despertar a Neo. Neo se despierta y percibe una realidad más completa y más real, pues ya no está limitado a la cápsula, ya tiene información adicional.

La vocación es como cuando a un paciente le hacen estudios y los resultados arrojan que tiene cáncer.  A partir de ese momento el paciente tiene un incentivo muy fuerte de aprovechar el tiempo que le queda de vida, corregir sus hábitos, comer sanamente, rezar más, cuidar su salud y prepararse para su encuentro con Dios.  La noticia la comparte con prudencia y pide oraciones a sus familiares y sus amistades.

La vocación es como cuando el alfarero toma un vaso de barro que no ha sido cocinado al horno y lo moldea de nuevo y le da forma de jarra.  Con esa jarra, una vez horneada, puede repartir agua a varios vasos de todos tipos.

La vocación es como cuando de niño recibiste de tu abuelo un regalo muy especial en Navidad, un regalo que te gusta, te sorprende, te hace voltear a ver a tu abuelo de nuevo y apreciarlo más, un regalo que mejora tu vida.  Esa Navidad y ese regalo son un parteaguas en la historia de tu vida, un antes y un después.

La vocación es como cuando despiertas de un sueño muy lúcido con información nueva que te sirve para guiar tus futuros esfuerzos. Esta información es un conocimiento que no habías tenido antes, pero que si meditas en él veras que de alguna manera todos los eventos pasados de tu vida pasada te prepararon para recibir ahora este conocimiento nuevo.

Así entonces la vocación es un amoroso y silencioso llamado personal que viene de Dios, inyectando conocimiento y fortaleza a la persona en particular que la recibe.

martes, 18 de junio de 2024

Sobre el diaconado permanente

Diácono significa servidor y esto nos ayuda a recordar que el diácono ha de ser siempre obediente al obispo de su diócesis y servidor de los fieles de la Iglesia Católica.  Servicio y obediencia han de ser los ejes sobre los que desarrolle el diácono su trabajo pastoral.


Jesucristo, Dios hecho hombre, lavando los pies de los apóstoles durante su última cena; Cristo servidor que vino a servir y no a ser servido, es el modelo más perfecto y ejemplo a seguir para todos los diáconos.  A través de la imitación de las virtudes de Jesús, el diácono se irá configurando en otro Cristo para los fieles de su parroquia, a través de la oración diaria de la Liturgia de las Horas y la participación en los sacramentos, pero sobre todo, se distinguirá de otras vocaciones y otros llamados en el servicio.


El diácono nunca será cabeza, siempre será servidor.  Su llamado no es a dirigir, sino asistir a su obispo ahí donde se requiera su servicio.  Su trabajo permite que el obispo tenga más tiempo para enseñar a los feligreses de su diócesis, mientras el diácono se dedica al servicio y a distribuir los bienes que la comunidad tiene en común.


Se le llama diácono permanente al hombre que recibe del obispo el sacramento del Orden en su grado inferior, para ejercer su servicio como diácono, no como un paso transitorio hacia la ordenación de presbítero, sino como condición permanente.  El diácono permanente puede ser un hombre casado de buena reputación en la comunidad que ha demostrado que cumple con los requisitos y las cualidades para ejercer este ministerio como parte del clero de la Iglesia, conservando a la vez su trabajo profesional y sus deberes familiares para con su esposa e hijos.


San Lorenzo de Roma, diácono en tiempos del Papa Sixto II en los inicios de la era cristiana, es santo patrono de los diáconos permanentes.  Este santo nos enseña que los verdaderos tesoros de la Iglesia son los pobres y los enfermos, las viudas y los ancianos, los leprosos y los mutilados, los paralíticos y los ciegos, los huérfanos y los desposeídos. Todos ellos son la prioridad para el diácono en su servicio, recordando la promesa de Jesús que el que sirva aunque sea un vaso de agua fría al menor entre los discípulos, no quedará sin recompensa (ver Mt 10,42).


El diácono no tiene exclusividad en la impartición de ningún sacramento, como por ejemplo sí lo tiene el episcopado para impartir el sacramento del Orden, pero sí puede el diácono impartir el sacramento del Bautismo y puede celebrar para los fieles el Servicio de la Palabra.  El celebrante del sacramento del Matrimonio también puede ser un diácono.


Cuando la Celebración Eucarística es precedida por un sacerdote, el diácono suele tener el rol de lector del Evangelio y convoca a los fieles a ofrecer un saludo de paz, y asiste al celebrante si lo requiere.  El diácono también puede predicar la homilía y presidir otras celebraciones como Horas Santas y exequias. Durante la misa, el diácono usa una dalmática que se distingue de la casulla utilizada por el sacerdote.


Por todo lo expuesto podemos contemplar el gran don que son para la Iglesia las vocaciones suscitadas por el Espíritu Santo al diaconado permanente.  Ya desde el principio de la Iglesia los apóstoles ordenaron diáconos permanentes y hoy en día cada vez se conoce y se valora más el servicio que brindan los diáconos permanentes a los fieles.  Nosotros también en nuestras comunidades podemos orar por las vocaciones al diaconado permanente y hacer la invitación a los hombres casados en una familia estable a que consideren esta vocación delante de Dios.

Sobre la obediencia

Como principio de eficacia apostólica dentro de la labor de la Iglesia, la obediencia ha de ser motivada y alegre. Si hemos de delegar una tarea, acompañaremos esa orden con los motivos que fundamentan la importancia de la labor y su realización pronta y esmerada. Así nuestros subordinados no sólo comprenderán lo que tienen que hacer y cómo lo deben hacer, sino también la importancia esencial de la labor a fin de que la realicen de cara a Dios con iluminada autonomía, sin necesidad de tanta supervisión ni dirección.


Jesucristo nos ordena cuando dice vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos… y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado (Mt 28,20) Así vemos como toda autoridad para dirigir a los laicos está verdaderamente fundamentada en la necesidad de obedecer a Nuestro Señor Jesucristo y colaborar activamente en su plan de edificación de la Iglesia que Él fundó sobre Pedro (ver Mt 16,18).


Y cuando nos toca arrimar el hombro, lo haremos con la alegría de servir a Jesucristo por amor y en inadecuada reciprocidad, apenas un gesto muy pequeño si lo comparamos con la infinidad de bendiciones que de Él hemos recibido, comenzando con: la vida, el bautismo y la fe.  Obedecemos alegremente por la gratitud que sentimos de haber sido llamados a su servicio, sin merecerlo, pues nosotros somos simples servidores (San Lucas 17,10)


La Iglesia es un cuerpo, en verdad es el Cuerpo Místico de Cristo y uno no puede visualizar un cuerpo sano si sus miembros no están en armonía, colaborando para mantenerse en vida, obedeciendo las directrices de su cabeza.  En contraste el cáncer es desobediente, crece de forma desordenada y provoca muerte, así como los agentes externos que invaden y dañan al cuerpo también lo enferman, en ocasiones de gravedad.  


La obediencia de los fieles asegura la continuidad de la protección divina para que el Cuerpo se mantenga en vida por el Espíritu Santo. Por eso Cristo nos exhorta a permanecer en su amor, unidos a  Él en obediente vida sacramental. (ver San Juan 15,1-11)  


La obediencia como toda virtud tiene su recompensa.  Obedezcamos los mandamientos de la ley de Dios, obedezcamos los mandamientos de la Iglesia y sigamos los criterios de vida que nos enseñó Jesucristo, verdadero Dios, en su sermón de la montaña; las bienaventuranzas. Si obedecemos, con el ejemplo de los santos, pronto podremos constatar que Dios no se deja ganar en generosidad y sabe dar ciento por uno a sus amigos (Mt 19,29)


Reconozcamos en este momento a los hombres y mujeres que a través de los siglos han obedecido a Dios y han colaborado con Él en la historia de la salvación, de la que todos los fieles somos parte activa.  Gracias a su obediencia hemos recibido innumerables bendiciones y ahora nos toca obedecer para que las futuras generaciones también hereden los mismos bienes, cada vez más plenos, conforme se va consolidando el Reino de Dios en la sociedad humana.


Contemplemos finalmente a la Sagrada Familia como modelo de obediencia.  El hágase de María, Madre de Dios, en la anunciación.  La obediencia de San José para aceptar a María como esposa encinta con el Hijo de Dios. El reencuentro de San José y Santa María con el Niño Jesús en el templo, separado de sus padres para cumplir con los asuntos de Dios Padre. ¡Qué gran dicha nos ha regalado esta Sagrada Familia a toda la humanidad con su obediencia!


Sobre el servicio

De joven aprendí la siguiente máxima de la Santa Madre Teresa de Calcuta: “El que no vive para servir no sirve para vivir.”  Estas palabras nos apuntan en la dirección correcta acerca de la importancia de la servicialidad y cómo debemos modelar nuestra vida y comportamiento para llevar una vida plena y trascendente.


Jesucristo, modelo de vida cristiana por excelencia, nos enseñó que Él no vino a ser servido sino a servir (Mt 20,28)  Los cristianos, discípulos de Cristo que aprendemos de Él no sólo por sus enseñanzas sino también con su ejemplo, hacemos bien en imitarlo en esta virtud, pues en la búsqueda de la perfección cristiana Cristo nos señala que el que quiera ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos (Mc 9,35)  Así vamos con este criterio certero encontrando el mejor uso del tiempo que Dios nos ha regalado.


El servicio cristiano está motivado por el amor a Dios y al prójimo.  Jesucristo añade que lo que hagamos por el más pequeño de nuestros hermanos lo haremos por Él (ver Mt 25,40) o en otras palabras tiene el mismo valor de servirlo a Él, por lo que es importante descubrir a Jesús en nuestro prójimo y manifestar nuestro amor a Dios a través del servicio al prójimo, porque el apóstol San Juan nos cuestiona ¿cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves si no amas a tu prójimo a quien sí ves? (ver 1 Jn 4,20)


Los católicos dedicamos nuestra vida a perfeccionarnos en la caridad, ese amor que se entrega a sí mismo buscando el bien para la humanidad en general y para el prójimo cercano en lo individual.  Así gastamos la vida con este ideal de amor grande y Jesús nos enseñó en la última cena que nadie tiene un amor más grande que aquél que da su vida por su amigos. (Jn 15,13)  Dar la vida, es decir, gastar las horas y los días que tenemos en servicio a la familia y a los demás, sobre todo a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, recordando las palabras de nuestro Maestro, en esto reconocerán que son discípulos míos en el amor que se tengan los unos a los otros (Jn 13,35)


El Papa Francisco nos ha dejado una pauta ya famosa para el trabajo pastoral, y nos exhorta a que los pastores debemos tener olor a oveja, es decir el servicio debe ser cercano a los fieles allá donde se encuentren en necesidad.  Hay que salir de nuestra comodidad y hacer tiempo para nuestros hermanos a fin de que el Dueño nos encuentre a su regreso trabajando y verifique que somos administradores buenos y fieles (ver Mt 24, 44-51)


Observando el servicio que la Santa Madre Teresa de Calcuta hacía por los moribundos un periodista le dijo que él no haría ese trabajo ni por un millón de dólares, a lo que la santa contestó que ella tampoco, que lo hacía por amor a Jesucristo presente en el moribundo.  ¡Qué importante aprender a identificar esta realidad espiritual y tomar la acción acorde a la justicia!


Por último, aprendamos del ejemplo de Nuestra Santísima Madre María, mediadora de todas las gracias, que vive al servicio de la Iglesia repartiendo las gracias que necesitamos en nuestra vida para caminar por el camino de su Hijo Jesucristo.


jueves, 4 de abril de 2024

#231 Caminamos de noche.

Caminamos de noche por el camino de Jesucristo, de la mano de la Virgen María, iluminados por la luz del Espíritu Santo, hacia Dios Padre. Nos acompañan miembros de la Iglesia y la Corte Celestial. "¡Es por acá!" le decimos al prójimo, y juntos vamos avanzando.

lunes, 18 de marzo de 2024

#230 Oración con los objetos evangélicos.

Muéstrame, Señor, la estrella que necesito para acercarme a Tu misterio (Mt. 2,2)
Forma de mi persona un odre nuevo (Lc. 5,38)
Quiero compartirte mi capa y mi túnica. (Lc. 6,29)
Dame siempre de tu Cuerpo y Sangre, verdadero alimento que nutre mí esperanza. (Jn. 6,55)
Llévame a la Roca donde debo construir mi casa (Mt. 7,24)
Ayúdame a discernir lo que debo de vender y repartir entre los pobres (Mc. 10,21)
Hazme oír tu voz para seguirte sin miedo (Jn. 10,27)
Pon sobre mis hombros Tu yugo y sobre mi espalda Tu carga (Mt. 11,30)
Instrúyeme acerca del mejor lugar para colocar mi lámpara (Lc. 11,33)
Dame justicia y generosidad para que mi ofrenda te agrade (Mc. 12,43)
Lava mis pies para tener parte contigo (Jn. 13,5)
Dale fertilidad a mi polvo y siembra tu semilla en mi tierra (Mt. 13,8)
Compárteme, Jesús, el mapa de tu tesoro (Mt. 13,44)
Ven Señor, trae a tu Padre y hagan en mí su casa (Jn. 14,23)
Mantén unido este sarmiento a la vid de Tu viña (Jn. 15,4)
Pon en mi mano el anillo destinado para el hijo que vuelve a casa de su Padre (Lc. 15,22)
Enséñame una nueva lengua para adorarte. (Mc. 16,17)
Protégeme de serpientes y venenos (Mc. 16,18)
Infúndeme la fortaleza suficiente para cargar con mi cruz (Mt. 16,24)
Y sopla el viento de tu Espíritu Santo sobre mí. (Jn. 20,22)
Cambia mi vestido por uno adecuado para la fiesta (Mt. 22,12)
Muéstrame lo que es tuyo para dártelo (Mt. 22,21)
También quiero ser leña verde como Tú (Lc. 23,31)
Y conocer el tiempo adecuado para estar listo con mi aceite (Mt. 25,4)
Amén. (Ap. 22,21)