miércoles, 28 de diciembre de 2011

#150: El nasciturus ya tiene alma

En el momento de la concepción humana se unen tres elementos: dos físicos y uno espiritual.  Un óvulo queda fecundado por un espermatozoide y ambos imbuidos de un alma.  Los tres elementos forman un ser único e irrepetible pensado por Dios desde siempre para comenzar a existir desde ese momento.

Una nueva vida humana comienza su historia personal y aunque todavía no tiene más que una célula, ya tiene una vocación. Dios ya tiene una misión para esa alma que Él sembró. Este nuevo ser es un hermano de Cristo en potencia y está pensado por Dios para la plenitud y la vida eterna.

Dios tiene un cariño especial para ese nuevo ser que se desarrolla en el vientre de su madre, y nos bendice por todo lo que hagamos por el bien de ese nuevo ser, como si lo hiciéramos por Dios mismo. Por eso Jesucristo, predicando acerca de las obras de misericordia, nos aseguró que: "cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Ver. Mt. 25,40)

La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra una profecía de Isaías en torno a la encarnación del Mesías. La cita es Isaías 49, 1-26. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

Puntos de reflexión.

1. Dios llama a la existencia y todo ha sido creado por su Palabra.
¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. (Is. 49,1)

El seno materno es un portal en donde el mundo físico y el espiritual se funden para crear una nueva vida humana.  Allí Dios me llamó a la existencia y comenzó mi historia personal. ¡Bendito sea el vientre de mi madre que fue visitado por Dios!

2. El maravilloso misterio de la dignidad humana.

Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. (Is. 49,5)

Cada ser humano sin importar sus circunstancias tiene dignidad. Sabemos que entre más escaso es un objeto es más valioso.  ¿Qué valor tiene un ser único e irrepetible impregnado con un alma y llamado a una vocación específica desde la eternidad?  Tiene un valor incalculable al que mejor llamamos dignidad humana.  Cada ser humano representa a Cristo y lo bueno que hagamos por el o ella trasciende a la vida eterna.

3. La compasión por el nasciturus nos asemeja a Dios.

¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! (Is. 49,15)

Herodes ordenó matar a los niños menores de dos años en Belén para así acabar con la amenaza de un bebé Mesías que había de nacer según los profetas por ese tiempo.  A estos bebés mártires los recordamos como los santos inocentes.  Hoy en día miles de bebés son asesinados antes de nacer porque falta quien se compadezca de ellos.

Petición final.

Pidamos a María Santísima, Virgen digna de alabanza, que por medio de su intercesión todos los bebés que han de nacer nazcan, para que se les permita responder al llamado de Dios y ser testigos entre nosotros de su bondad y alegría. Amén.

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