lunes, 5 de diciembre de 2011

#147: ¡Yo te alabaré Señor!

Alabar a Dios significa:
  • Reconocer su naturaleza y sus obras.
  • Unir mi corazón con aquellas almas que ya lo ven en el cielo, y
  • Manifestarme como hijo suyo.
Alabar a Dios es un acto que hacemos con la ayuda del Espíritu Santo, sin el cual no podríamos ni siquiera reconocerle. Como dice San Pablo: Y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo. (1Cor. 12,3)


Una buena forma de aprender y hacerse experto en la oración de alabanza es rezar con un manual de oraciones en cuatro tomos para cada día del año que se llama:


Liturgia de las Horas


Otra forma sencilla pero eficaz es recitar el Magnificat que la Virgen exclamó como saludo a su prima Santa Isabel.


La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra una profecía de Isaías en torno a la salvación que nos trajo el Mesías. La cita es Isaías 43, 1-28. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


Puntos de reflexión.


1. Tú vales mucho para Dios.

Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y pueblos a cambio de tu vida (Is. 43,4)


Dios te ama. ¿Cuál es tu respuesta? No te quedes solo en pedirle cosas; alábalo.


2. Dios te ha elegido.

Ustedes son mis testigos y mis servidores –oráculo del Señor–: a ustedes los elegí para que entiendan y crean en mí, y para que comprendan que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios ni habrá otro después de mí. (Is. 43,10)


Estamos inundados de fe para dar testimonio al prójimo de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, y para servirlos a ambos.  Dios te ha elegido para que la fe te sea palpable, ahora ayuda a tus hermanos que no tienen ese don y acércalos a Dios con caridad.


3. Dios te "hidrata" con su gracia

Me glorificarán las fieras salvajes, los chacales y los avestruces; porque haré brotar agua en el desierto y ríos en la estepa, para dar de beber a mi Pueblo, mi elegido, el Pueblo que yo me formé para que pregonara mi alabanza. (Is. 43,20-21)

Dios suscita testigos, apóstoles y predicadores para dirigir las oraciones comunitarias y animar a los corazones tibios y aún a los más fríos.  Una persona con fe puede transformar a toda la sociedad para Dios.


Pidamos a María Santísima, Virgen digna de alabanza, que nos enseñe a rezar como en su Magnificat la oración de alabanza que nos transforme el corazón para bendición nuestra y de nuestras familias. Amén.

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