El alma piadosa cosecha estos y otros beneficios:
El alma instruida saca mayor provecho de todas las oportunidades que la vida le presenta.
El alma dirigida evita caer en el error y complace mejor a su Dios.
El alma proveída tiene lo necesario para seguir en su camino hacia la plenitud.
El alma en paz es feliz.
Por lo tanto la piedad es la virtud que te mueve a permanecer cerca del manantial para sacar de Él el agua que llena de gracia y vida. En cambio el impío no se baña ni se acerca a esta fuente infinita de gracia. El impío no respeta lo sagrado ni le asigna su justo valor. Sin embargo, también el impío es prójimo.
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra una exhortación de Isaías a vivir la piedad en la relación con Dios y con el prójimo. La cita es Isaías 48, 16-22. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.
Puntos de reflexión.
1. Dios quiere instruirme y dirigirme si yo me dejo.
Así habla el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye para tu provecho, el que te guía por el camino que debes seguir. (Is. 48, 17)
Desde el principio Dios procuró bajar cada día al jardín del Edén para caminar y conversar con el hombre y la mujer. El plan de Dios siempre ha sido salir al encuentro del hombre. Hoy también Dios sigue haciéndolo y sale a tu encuentro. Dios quiere enseñarte su plan original. ¿Acaso no percibes, orden, armonía y maravilla en la Creación? Tú también eres criatura, pero con un regalo adicional: la libertad. Eres libre para gastar el tiempo que te queda como tu quieras, pero Dios tiene un mejor plan para ti, un plan que te asegura la felicidad para siempre.
2. Confía en Dios y en su providencia.
Ellos no sufrieron sed, cuando los llevaba por los desiertos: él hizo brotar para ellos agua de la roca, partió la roca y fluyeron las aguas. (Is. 48, 21)
Si no lo recuerdas ellos eran más de seiscientas mil personas que durante cuarenta años no tuvieron escasez ni de agua ni de comida. Ninguna expedición humana ha logrado movilizar a tanta gente por tanto tiempo. Sin embargo, Dios si puede proveer incluso en medio del desierto todo lo necesario para vivir. Toma conciencia de esta verdad para que sepas que siempre hay tiempo para Dios y que primero hay que ver por las necesidades espirituales.
3. Aprende a buscar la paz en el lugar correcto.
Pero no hay paz para los impíos, dice el Señor. (Is. 48, 22)
Dios es la fuente de paz. Procura los sacramentos, la oración en todos sus tipos y la lectura espiritual. Cuida tus sentidos y tu imaginación de todo estímulo que te arrebate la atención que mejor está enfocada en Dios. Vive la piedad más perfecta a través de la adoración a Dios y el amor al prójimo; amor traducido en servicio, bondad, intercesión, perdón y paciencia.
Petición final.
Pidamos a María Santísima: clemente, piadosa y dulce virgen, que bañados por la gracia santificante y purificados por el Espíritu Santo podamos vivir siempre en paz, guiados por la mano de Dios y atentos a su voluntad. Se lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que vive y reina con Dios Padre, por los siglos de los siglos. Amén.
- Instrucción
- Dirección
- Providencia y
- Paz
El alma instruida saca mayor provecho de todas las oportunidades que la vida le presenta.
El alma dirigida evita caer en el error y complace mejor a su Dios.
El alma proveída tiene lo necesario para seguir en su camino hacia la plenitud.
El alma en paz es feliz.
Por lo tanto la piedad es la virtud que te mueve a permanecer cerca del manantial para sacar de Él el agua que llena de gracia y vida. En cambio el impío no se baña ni se acerca a esta fuente infinita de gracia. El impío no respeta lo sagrado ni le asigna su justo valor. Sin embargo, también el impío es prójimo.
La reflexión de hoy está basada en un pasaje de la Biblia que narra una exhortación de Isaías a vivir la piedad en la relación con Dios y con el prójimo. La cita es Isaías 48, 16-22. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.
Puntos de reflexión.
1. Dios quiere instruirme y dirigirme si yo me dejo.
Así habla el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye para tu provecho, el que te guía por el camino que debes seguir. (Is. 48, 17)
Desde el principio Dios procuró bajar cada día al jardín del Edén para caminar y conversar con el hombre y la mujer. El plan de Dios siempre ha sido salir al encuentro del hombre. Hoy también Dios sigue haciéndolo y sale a tu encuentro. Dios quiere enseñarte su plan original. ¿Acaso no percibes, orden, armonía y maravilla en la Creación? Tú también eres criatura, pero con un regalo adicional: la libertad. Eres libre para gastar el tiempo que te queda como tu quieras, pero Dios tiene un mejor plan para ti, un plan que te asegura la felicidad para siempre.
2. Confía en Dios y en su providencia.
Ellos no sufrieron sed, cuando los llevaba por los desiertos: él hizo brotar para ellos agua de la roca, partió la roca y fluyeron las aguas. (Is. 48, 21)
Si no lo recuerdas ellos eran más de seiscientas mil personas que durante cuarenta años no tuvieron escasez ni de agua ni de comida. Ninguna expedición humana ha logrado movilizar a tanta gente por tanto tiempo. Sin embargo, Dios si puede proveer incluso en medio del desierto todo lo necesario para vivir. Toma conciencia de esta verdad para que sepas que siempre hay tiempo para Dios y que primero hay que ver por las necesidades espirituales.
3. Aprende a buscar la paz en el lugar correcto.
Pero no hay paz para los impíos, dice el Señor. (Is. 48, 22)
Dios es la fuente de paz. Procura los sacramentos, la oración en todos sus tipos y la lectura espiritual. Cuida tus sentidos y tu imaginación de todo estímulo que te arrebate la atención que mejor está enfocada en Dios. Vive la piedad más perfecta a través de la adoración a Dios y el amor al prójimo; amor traducido en servicio, bondad, intercesión, perdón y paciencia.
Petición final.
Pidamos a María Santísima: clemente, piadosa y dulce virgen, que bañados por la gracia santificante y purificados por el Espíritu Santo podamos vivir siempre en paz, guiados por la mano de Dios y atentos a su voluntad. Se lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que vive y reina con Dios Padre, por los siglos de los siglos. Amén.
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