lunes, 18 de noviembre de 2013

#196: Fundido y purificado por Cristo

San Juan Bautista

Soy el mensajero que Dios te envía. El mensaje es sencillo de transmitir y este blog es el medio por el cual recibes hoy el mensaje.  A continuación el mensaje:

Hola hijo, soy Dios. Yo quiero vivir en tu corazón. Tu alma puede ser el templo en donde yo viva. Si me dejas vivir en ti serás feliz.

Ya recibiste el mensaje, ahora te toca preparar tu corazón para recibir a Dios. Dios ocupará todo tu corazón, una vez que Dios entre en él, no habrá lugar ahí para nada más, sólo para Dios y para todos a los que Dios ama.

Esta reflexión está basada en el capítulo 3 del libro del profeta Malaquías. Te recomiendo invocar al Espíritu Santo para que esta reflexión dé todo el fruto que Dios quiere obtener de ti.

Puntos de reflexión

1. Gracias Señor por tu mensaje y por tu mensajero

Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. (Malaquías 3,1)

Este pasaje me hace pensar en San Juan Bautista, primo de Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Santa Isabel. El fue mensajero, el último profeta y el primer testigo de Cristo. La esencia de su mensaje se repite cada año en Cuaresma: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.” (Mt. 3,2) 

¿Qué tan cerca?, muy cerca, a una jaculatoria de distancia. Señor, “si quieres puedes purificarme.” (Mc. 1,40)

2 Gracias Señor por el confesor y el confesionario

El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. (Malaquías 3,3)

Veo a Jesús en el sacerdote sentado en el confesionario, como médico de almas, escuchando los males que aquejan a las almas y recetando el remedio que les recobrará la salud. La penitencia cambia pero la medicina es la misma para todos, es la gracia santificante.

3 Gracias Señor por el juicio y por mi abogada

Ellos serán mi propiedad exclusiva, dice el Señor de los ejércitos, en el Día que yo preparo. Yo tendré compasión de ellos, como un hombre tiene compasión de su hijo que lo sirve. (Malaquías 3,17)

No temas el juicio. El juicio particular es el evento en el que Cristo te agradecerá por tu servicio a Dios Padre y María abogará por tu salvación eterna. El juicio es tu graduación después de toda tu vida cristiana temporal.

Petición final


Señora Abogada Nuestra, Madre Santísima, vela por nuestras necesidades y muéstranos a Cristo en nuestros hermanos, vecinos y enemigos, así como también en los extranjeros y foráneos. Instrúyenos cómo vivir cristianamente y prepáranos para el encuentro definitivo con tu Hijo Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Amén.

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