jueves, 19 de septiembre de 2013

#195: Con tu doctrina en mi boca

Bendigo con la voz.
Cada palabra mía agrada a Dios,
Y edifica al prójimo,
Para acercarlo a Jesús.

Me preguntan por ti Señor,
Quieren saber cómo eres:
  • Absoluto
  • Verdadero
  • Poderoso
  • Bondadoso y
  • Providente

El que camina contigo no tropieza.


Esta reflexión está inspirada en el capítulo 2 del libro del profeta 
Malaquías. Pidamos juntos al Espíritu Santo que nos ilumine,
antes de rumiar los puntos a continuación:


Puntos de reflexión


1. Como hijo de Dios

La verdadera doctrina estaba en su boca y en sus labios no había 
maldad; él caminaba conmigo en paz y con rectitud, y apartaba
muchos del mal. (Malaquías 2,6)


Esta cita de la Sagrada Escritura es bella y describe un grado de 
santidad que yo no tengo, pero sí tengo el deseo y la esperanza de 
apartar a muchos del mal. Empezaré por apartarme yo mismo.


2. Como sacerdote

Porque los labios del sacerdote guardan la ciencia y de su boca 
se busca la instrucción, porque es el mensajero del Señor de los 
ejércitos. (Malaquías 2,7)


El mensaje de Dios es vida y se hace vida. Es más importante lo 
que vives que lo que dices o escribes. Vive como mensajero de Dios y comparte la sabiduría con quien te busque.  Compártela gratis, así como la has recibido.


3. Como hijo de la Iglesia

¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu? ¿Y qué 
busca este único ser? Una descendencia dada por Dios. Tengan 
cuidado, entonces, de su espíritu y que nadie traicione a la mujer 
de su juventud. (Malaquías 2,15)


Aquí está toda la antropología resumida en una cita: somos cada 
uno cuerpo y alma, hijos de la Iglesia. Participamos de la creación
con Dios, por Él y para Él. Somos eslabones en la historia de la
salvación y queremos una innumerable descendencia de hijos en la fe y en la carne según el plan de Dios. Aquí está tu definición como persona humana, tu razón de existir y el punto de partida para salir al encuentro de los demás.


Petición final


Te pedimos Madre Santísima, Trono de la sabiduría, una boca 
como la tuya que sepa bendecir desde el corazón, a fin de que 
podamos difundir eficazmente a tu Hijo Jesucristo como ideal de 
vida y vaso receptor de todo nuestro amor.


Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo. Amén.

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