Visualiza a un hombre unido a su mujer en matrimonio religioso, viviendo
unidos en creciente amor y mutua fidelidad, y en actitud de oración y pureza en
la presencia de Dios.
Ahora visualiza a una mujer fiel a su marido que cuida que los dones que Dios
envía se aprovechen para bien, sobre todo el don de los hijos y las hijas que
ha engendrado con su marido. Hijos e
hijas nacidas como resultado de una relación sexual natural, ordenada según la
castidad y abierta a la vida; nacidos para cumplir la vocación para la que Dios
les ha llamado incluso desde antes de su concepción.
Vé a este hombre que pide diariamente a Dios y trabaja
esforzadamente para que no falte lo necesario en el hogar, empezando por la fe,
la esperanza y la caridad, así como también el pan de cada día.
Mira la familia que este hombre y esta mujer han formado con sus hijos. Vé cómo guardan el tesoro del amor que inunda su
convivencia diaria y cómo fomentan la unión familiar a través de la oración en
familia, para dar gracias a Dios:
- por los alimentos,
- por la vida,
- por las bendiciones recibidas, y que saben pedir
- por los que menos tienen y más sufren y más necesitan de la misericordia divina.
Todo lo contrario a esto y sus consecuencias las podemos
encontrar en el capítulo 23 del libro del profeta Ezequiel. Te invito a continuar la reflexión pidiendo
al Espíritu Santo que te ilumine para que tu meditación tenga mucho fruto en tu
alma.
Puntos de reflexión
1. El pecado desfigura y
destruye al individuo y a la familia.
Desataré mis celos
contra ti, y será tratada con furor: te arrancarán la nariz y las orejas, y lo
quede de ti caerá bajo la espada. Se apoderarán de tus hijos y de tus hijas, y
lo que quede de ti será devorado por el fuego. (Ez 23,25)
¿Qué haré para evitar esta condena? Pondré al cristianismo
como ley en mi corazón y expulsaré al hedonismo de mi vida.
2. El adulto que
adultera será juzgado por sus malos actos.
El Señor me dijo: Hijo
de hombre, ¿no vas a juzgar a Oholá y Oholibá? Dales a conocer sus
abominaciones, porque han sido adúlteras y hay sangre en sus manos; han
cometido adulterios con sus ídolos y les han ofrecido como alimento a mis
hijos, los que ellas me habían engendrado (Ez. 23,36-37)
¿Qué haré para no ser un hombre abominable? Seré fiel a Dios
y recibiré como alimento verdadero a la Eucaristía y rechazaré cualquier otro
remedio para mi alma que no sea Dios mismo.
3. El pecador empedernido
no trasciende.
Así haré desaparecer
la lascivia del país. Todas las mujeres recibirán una lección y no imitarán la
mala conducta de ustedes. (Ez. 23,48)
¿Qué haré para aprender la lección? Contemplaré la pureza de
la Santísima Virgen y la castidad de San José. Imitaré la armonía de la Sagrada
Familia y la piedad de todos los santos.
Petición final
¡Madre Santa, Virgen pura, ayúdanos! Que todas las familias
sean como la tuya, para que unidos en oración, con Dios en medio de nosotros,
llenemos nuestros corazones de bondad y deseos de santidad. Por Cristo Nuestro
Señor y Salvador. Amén.