Me entristece y me avergüenza mi pecado porque estoy desnudo
ante la omnipresencia de Dios. No hay mejores palabras que las del Salmista
para expresar lo que siento.
El siguiente Salmo se reza todos los viernes en la Liturgia
de las Horas de la Iglesia. A mí me gusta rezarlo de rodillas.
3 ¡Ten piedad de mí,
oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión,
borra mis faltas!
4 ¡Lávame totalmente
de mi culpa
y purifícame de mi
pecado!
5 Porque yo reconozco
mis faltas
y mi pecado está
siempre ante mí.
6 Contra ti, contra ti
solo pequé
e hice lo que es malo
a tus ojos.
Por eso, será justa tu
sentencia
y tu juicio será
irreprochable;
7 yo soy culpable
desde que nací;
pecador me concibió mi
madre.
8 Tú amas la
sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría
en mi interior.
9 Purifícame con el
hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más
blanco que la nieve.
10 Anúnciame el gozo y
la alegría:
que se alegren los
huesos quebrantados.
11 Aparta tu vista de
mis pecados
y borra todas mis
culpas.
12 Crea en mí, Dios
mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza
de mi espíritu.
13 No me arrojes lejos
de tu presencia
ni retires de mí tu
santo espíritu.
14 Devuélveme la
alegría de tu salvación,
que tu espíritu
generoso me sostenga:
15 yo enseñaré tu
camino a los impíos
y los pecadores
volverán a ti.
16 ¡Líbrame de la
muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará
tu justicia!
17 Abre mis labios,
Señor,
y mi boca proclamará
tu alabanza.
18 Los sacrificios no
te satisfacen;
si ofrezco un
holocausto, no lo aceptas:
19 mi sacrificio es un
espíritu contrito,
tú no desprecias el
corazón contrito y humillado.
20 Trata bien a Sión
por tu bondad;
reconstruye los muros
de Jerusalén,
21 Entonces aceptarás
los sacrificios rituales
–las oblaciones y los
holocaustos–
y se ofrecerán
novillos en tu altar.
(SALMO 51 3,21)
Esta reflexión está basada en el capítulo 50 del libro del
profeta Jeremías. Te recomiendo, si no lo has hecho aún, que invites al
Espíritu Santo a que te acompañe en esta reflexion: “¡Ven Espíritu Santo!”
Puntos de Reflexión
1. La pena temporal
En aquellos días y en
aquel tiempo –oráculo del Señor– vendrán los hijos de Israel, junto con los
hijos de Judá; irán llorando mientras caminan y buscarán al Señor, su Dios. (Jer.
50,4)
Mira que el pecado tiene consecuencias para ti y para tu
familia. No te quedes cómodo en tu pecado, regresa hoy mismo al camino para
salvarte de mayores sufrimientos.
2. El propósito de
enmienda
Preguntarán por el camino de Sión, con el
rostro vuelto hacia ella: «¡Vengan, unámonos al Señor en una alianza eterna,
inolvidable!». (Jer. 50,5)
Si no sabes el camino pregunta. Si ya lo conoces no lo
pierdas de vista. ¡Cuidado!, porque hay muchas atracciones, muchos caminos
vacíos de sentido. Renuncia a lo que te aleja de Dios y tendrás un dividendo
eterno.
3. El testimonio
Ovejas perdidas, eso era mi pueblo: sus
pastores las extraviaban, las hacían rondar por las montañas; iban de montaña
en colina, olvidándose de su redil. (Jer. 50,6)
Mira que nos salvamos en rebaño. Tú también eres pastor de
tu prójimo. Tu ejemplo arrastra para bien o para mal. Mejor vive y enseña a
vivir la caridad y te rodearás así de la bondad de Dios.
Petición Final
Madre Santa, Virgen pura, ¿qué me queda para ofrecerte después
de tantas batallas perdidas? Sólo tengo mi alma maltratada por tantas faltas y
una fe muy pequeña, más pequeña que una semilla de mostaza. Tómame con tu mano
segura y guía mis pasos, cubre mi desnudez con tu manto y acompáñame en la
presencia de tu Hijo, pues no soy más que un pecador que no merezco al divino y
dulce huésped del alma. Enséñame a decir bien mis pecados al confesor, para que
con su bendición quede yo limpio y sin mácula. Te lo pido por Jesucristo tu
Hijo, nuestro Señor y Salvador. Amén.
Oración después de la
Eucaristía
Señor Jesús, que este alimento no sea para mí causa de
muerte sino de vida, que me fortalezca y me mantenga unido a ti. No permitas
que me separe de ti. Gloria al Padre…