Cada generación de hombres y mujeres nace sin memoria de lo
que aprendieron sus antepasados, y por eso es preciso que alguien les enseñe el
camino al cielo. Dios lo sabe y siempre envía agentes de pastoral entre
nosotros para que evangelicen a cada nueva generación.
A nosotros nos toca:
- Escuchar su predicación,
- Convertirnos de corazón y
- Hacer el bien.
La predicación de los agentes de pastoral de la Iglesia es
buena noticia, y podemos reconocerlos como verdaderos profetas si obedecen a
Dios y hablan con su Palabra, y nos explican el Catecismo de la Iglesia sin
alterarlo.
En muchas regiones del mundo, en donde hay persecución
religiosa, los agentes de pastoral corren serio peligro de cuerpo y de
alma. Cada uno de nosotros puede
contribuir a protegerlos:
- De la muerte,
- De la tentación y,
- Del mal gobierno.
Con nuestras oraciones y ayuda material.
Que nuestro trato para con ellos y ellas sea con bondad y
justicia, y nunca pretendamos que sean uno más de nosotros, más bien, nosotros
mejorar nuestra conducta para parecernos más a ellos.
Esta reflexión está basada en el capítulo 26 del libro del
profeta Jeremías; antes de continuar te invito a decir conmigo: “Ven Espíritu
Santo.”
Puntos de Reflexión
1. No podemos seguir igual después de
escucharles.
Tal vez escuchen y se conviertan
de su mal camino; entonces yo me arrepentiré del mal que pienso hacerles a
causa de la maldad de sus acciones. (Jer. 26,3)
2. Convertirse significa modificar la propia conducta
Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones,
y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que
los ha amenazado. (Jer. 26, 13)
3. El profeta es un don de Dios para nosotros.
En cuanto a mí, hagan
conmigo lo que les parezca bueno y justo. (Jer. 26,14)
Demos gracias a Dios por el don de las vocaciones a la vida
sacerdotal y religiosa. Ellos y ellas
son nuestros hermanos que han entregado sus vidas para ser Cristo entre
nosotros. Ellos y ellas merecen todo nuestro respeto y ayuda. Sabemos que Dios
se vale de los más pequeños para manifestar su gloria y sabemos también que “cualquiera
que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños
por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa” (Mt. 10,42)
Petición Final
María, Reina de los Confesores, enséñanos a tratar con la
debida bondad y justicia a todos tus hijos, en especial a quienes han
respondido al llamado a la virginidad perpetua por el Reino de Cristo. Ruega,
Madre Santísima, para que sepamos escuchar con atención a sus exhortaciones y
nos convirtamos de corazón, también nosotros, en discípulos de tú Amadísimo
Hijo Jesucristo Nuestro Señor y Salvador. En el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
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