viernes, 30 de mayo de 2025

Los Sacramentos en la Iglesia Católica

Introducción y definición de conceptos.

De los sacramentos podemos decir que son signos muy especiales ya que no son meros signos como un señalamiento vial o una señal de seguridad, tampoco son gestos vacíos o ritos anticuados.  Todo lo contrario, los sacramentos son signos sí, pero signos eficaces.  Los sacramentos son ritos antiguos sí, pero ritos que actualizan la gracia de Dios en quien los recibe hoy.  Los sacramentos no sólo son un símbolo de un buen deseo de algo que deseamos para otra persona, por ejemplo para un bebé o para un niño, o para un enfermo. Los sacramentos transmiten a los que los reciben su correspondiente gracia y disposición. Cada sacramento dispone al alma que lo recibe para cumplir una misión.  La persona que recibe el sacramento, recibe a la vez un encargo y la capacidad de cumplirlo, recibe un privilegio, un don especial, pero no un privilegio para sí mismo, sino para los demás, para distribuir a los demás el amor de Dios y su palabra reconfortante.

Naturaleza y Número de los Sacramentos.

Cristo instituyó los sacramentos del Nuevo Testamento, que son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia o Reconciliación o Confesión, Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.   Estos sacramentos nos acompañan en los momentos más importantes de nuestra vida cristiana.  Los cristianos celebramos los momentos principales de la vida humana con un sacramento, desde que nacemos, crecemos, escogemos una vocación, enfermamos y somos llamados de nuevo a Dios.  Para cada etapa de la vida natural hay un sacramento que acompaña a la vida espiritual.

La Liturgia y los Sacramentos.

El centro de la vida litúrgica de la Iglesia es la Celebración de la Eucaristía y toda la vida de la Iglesia gira en torno a los sacramentos.  Jesucristo desde el cielo nos comunica su gracia de manera especial porque Él así lo estableció, a través de los sacramentos que ofrece la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.  Ahí podemos tener seguridad de que al recibir un sacramento recibimos también de Cristo la gracia santificante que lo acompaña.  Cuando recibimos un sacramento nosotros podemos percibir las palabras y las acciones del sacerdote a través de nuestros sentidos, pero además por fe, sabemos que de Cristo y del Espíritu Santo que obra en nosotros, recibimos de manera gratuita la gracia que cada sacramento otorga.

Los Sacramentos como Sacramentos de Salvación.

Cuando celebramos un sacramento con fe, el sacramento nos transmite o nos confiere una gracia particular como ya dijimos. Los sacramentos son eficaces porque Cristo mismo actúa a través de su ministro.  Cristo es quien nos bautiza. Cristo es quien nos perdona los pecados. Cristo es quien nos sana. Cristo es quien nos llama y nos envía.  Cristo es el protagonista de cada sacramento. El Padre celestial escucha la oración de intercesión de su Hijo Jesucristo y la fe de Cristo en su Padre hace que el Espíritu Santo se derrame hacia nosotros con toda su fuerza transformadora en cada sacramento.

Los Sacramentos por la Iglesia y para la Iglesia.

Podemos decir que los sacramentos son de la Iglesia en dos sentidos.  Los sacramentos son “por la Iglesia” y también los sacramentos son “para la Iglesia”.  Son por la Iglesia porque Cristo actúa a través de su Iglesia mediante el Espíritu Santo que ha sido derramado en sus fieles. Cristo actúa por ese conducto que es la Iglesia, su Cuerpo Místico visible en el mundo.  Ahora bien, también podemos decir que los sacramentos son para la Iglesia en el sentido que los sacramentos hacen la Iglesia, los sacramentos actualizan la comunión que Dios desea con sus hijos.  Así los sacramentos son para la Iglesia, para la comunión con la Santísima Trinidad.

Los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.

La base de toda la vida cristiana son los sacramentos que llamamos de iniciación, a saber: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.  Los hombres podemos participar de la naturaleza divina a través de la gracia que Cristo nos da.  Esta participación la podemos pensar como la vida de Dios en el alma.  En la vida natural de manera análoga para entender mejor lo que sucede con el espíritu pensemos en cómo cada persona nace, crece y se alimenta.  Así por el Bautismo renacemos como hijos de Dios. Con la Confirmación crecemos al estatus de discípulos de Cristo, con la plenitud del Espíritu Santo para ser testigos de la fe. Y con la Eucaristía recibimos el alimento eficaz que nos da la vida eterna ya desde ahora. Así como el alimento lo procuramos a diario, así la Eucaristía, verdadero alimento en el sentido más pleno, ha de procurarse con frecuencia para que no sufra nuestra alma de anemia espiritual, sino que esté fortalecida y revestida con el cuerpo y la sangre de Cristo, verdadera comida y verdadera bebida (ver Jn 6,55) según nuestra naturaleza humana híbrida animal y racional.  Si sólo le das de comer al animal, el espíritu estará muy debilitado.  

Estos sacramentos como ya dijimos no son sólo para nuestro beneficio, sino para crecer en caridad hacia Dios y hacia el prójimo, de manera que hagamos presente el amor de Dios entre nuestros familiares, amigos, vecinos y colegas, sobre todo entre aquellos hermanos que tienen preferencia en el Reino de Dios: los pobres, los enfermos, los débiles y los descartados por el mundo.

El Orden de los Sacramentos.

Cada sacramento tiene su lugar en la vida y los siete juntos forman un todo que podemos llamar orgánico, un todo completo.  Pero de entre los siete la Eucaristía tiene un lugar principal como digamos el sacramento de los sacramentos, de manera que todos los demás sacramentos de alguna forma nos deben de preparar para estar aptos para la Celebración Eucarística.

Los Sacramentos de la Vocación.

Aquí consideramos los sacramentos del Orden Sacerdotal y del Matrimonio.  Los fieles responden al llamado particular de Cristo ya sea a la vida consagrada a ejemplo de Cristo sacerdote, o a la vida familiar para formar una Iglesia doméstica en donde se vivan los valores evangélicos en la familia.  Cada respuesta tiene su sacramento.  De manera que el varón que busca responder a la llamada Cristo a la vida consagrada como sacerdote pide el sacramento del Orden Sacerdotal a la Iglesia, para recibir la gracia que el confiere el carisma del sacerdocio eterno, para celebrar ya desde ahora en la tierra y dirigir los ritos y las celebraciones encabezando las plegarias en los actos religiosos de la Iglesia.  Otros fieles que buscan ofrecer su vida a Dios también pueden hacer votos temporales o a perpetuidad frente a la comunidad de los fieles en el marco de una celebración eucarística con el permiso previo de la Iglesia.  Las parejas de novios que tras un tiempo de discernimiento adecuado y preparación durante un noviazgo vivido con castidad y respeto, pueden también pedir a la Iglesia el Matrimonio para que Cristo bendiga su unión y así su unión pueda ser plena delante de Dios y dar frutos buenos en los hijos, con toda la ayuda de la gracia santificante que los une, hasta que la muerte los separe, según el deseo de Cristo. (ver Mt 19,6)

Los Sacramentos que Preparan para la Patria Celestial


Después de los sacramentos de iniciación tenemos otros sacramentos como: la Penitencia, la Unción de los Enfermos y nuevamente la Eucaristía que nos preparan para migrar a nuestra patria común, la patria celestial, lo que llamamos el cielo, el lugar de felicidad que nunca se acaba; así afirmaba el catecismo que estudiamos de niños.  Estos sacramentos completan o celebran nuestro peregrinar en la tierra y ruegan a Dios por la gracia santificante necesaria para preparar nuestro traje de fiesta.  La ropa adecuada para presentarnos humildemente ante Dios Nuestro Señor. (ver Mt 22,12)

Conclusión

Podemos decir en resumen que los sacramentos son medios esenciales para la santidad cristiana, o son ayudas indispensables para la vida espiritual, o son ritos eficaces para acercarnos a Dios, o son actos religiosos transformadores que nos cambian de simples creaturas en hijos de Dios y de hijos de Dios en testigos de Cristo en misión.  De la manera que lo podamos cada uno entender lo importante es que gracias a los sacramentos podemos recibir la gracia divina, o la ayuda de Dios, o a Dios mismo que viene a vivir dentro de cada uno de nosotros. (ver Jn 14,23) Con esta gracia divina que nos dan los sacramentos podemos tener un experiencia fuerte de Cristo, que fortalece nuestra fe y nos limpia y nos purifica y nos prepara con la lámpara llena de aceite y encendida para entrar cuando Dios nos llame a la vida eterna. (ver Mt 25, 1-13) Estamos de paso en este mundo y mientras estemos sujetos al tiempo debemos de procurar los sacramentos para gozar un día de la beatitud eterna. 

Referencia.

Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1210-1666

jueves, 29 de mayo de 2025

#238 El profundo lamento de Job.

Todos podemos empatizar con el sufrimiento humano ya que el dolor ajeno hacer resonar el propio.  La lamentación del prójimo también brota lágrimas en nuestros ojos. Esto es la experiencia de ser humano.  Nuestro sufrimiento penetra y hace ondas visibles en la pecera compartida por toda la humanidad.  Igual podemos percibir las heridas en los corazones de las personas que tenemos cerca, por sus distintas manifestaciones.

La reflexión de hoy está basada en el tercer capítulo del Libro de Job el cual es conocido por ser el lamento de Job, donde maldice el día de su nacimiento debido a su sufrimiento. En este capítulo, Job expresa su profundo dolor y desesperación, cuestionando por qué nació para experimentar tal miseria. ¿Qué podemos aprender de Job a través de su lamentación? ¿Qué fibras resuenan en nuestro corazón? Y lo más importante: ¿dónde está Dios mientras sufrimos?

Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

Capítulo 3

1 Después de esto, Job rompió el silencio y maldijo el día de su nacimiento.

2 Tomó la palabra y exclamó:

3 ¡Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: «Ha sido engendrado un varón»!

4 ¡Que aquel día se convierta en tinieblas! Que Dios se despreocupe de él desde lo alto y no brille sobre él ni un rayo de luz.

5 Que lo reclamen para sí las tinieblas y las sombras, que un nubarrón se cierna sobre él y lo aterrorice un eclipse de sol.

6 ¡Sí, que una densa oscuridad se apodere de él y no se lo añada a los días del año ni se lo incluya en el cómputo de los meses!

7 ¡Que aquella noche sea estéril y no entre en ella ningún grito de alegría!

8 Que la maldigan los que maldicen los días, los expertos en excitar a Leviatán.

9 Que se oscurezcan las estrellas de su aurora; que espere en vano la luz y no vea los destellos del alba.

10 Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria.

11 ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno?

12 ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar?

13 Ahora yacería tranquilo estaría dormido y así descansaría,

14 junto con los reyes y consejeros de la tierra que se hicieron construir mausoleos,

15 o con los príncipes que poseían oro y llenaron de plata sus moradas.

16 O no existiría, como un aborto enterrado, como los niños que nunca vieron la luz.

17 Allí, los malvados dejan de agitarse, allí descansan los que están extenuados.

18 También los prisioneros están en paz, no tienen que oír los gritos del carcelero.

19 Pequeños y grandes son allí una misma cosa, y el esclavo está liberado de su dueño.

20 ¿Para qué dar a luz a un desdichado y la vida a los que están llenos de amargura,

21 a los que ansían en vano la muerte y la buscan más que a un tesoro,

22 a los que se alegrarían de llegar a la tumba y se llenarían de júbilo al encontrar un sepulcro,

23 al hombre que se le cierra el camino y al que Dios cerca por todas partes?

24 Los gemidos se han convertido en mi pan y mis lamentos se derraman como agua.

25 Porque me sucedió lo que más temía y me sobrevino algo terrible.

26 ¡No tengo calma, ni tranquilidad, ni sosiego, sólo una constante agitación!


Puntos de reflexión.

1. Vivir y sufrir van de la mano.

 Igual que Job, cada uno experimenta en mayor o menor grado como se impone el sufrimiento en cada momento y cómo aumenta o disminuye en intensidad pero nunca se reduce a cero. Aun dormidos podemos tener un sueño desagradable.  La muerte tampoco nos garantiza el fin del sufrimiento.  No podemos aniquilar el propio ser, para dejar de sufrir, porque somos eternos.

2. Dios alivia el sufrimiento.

Dios está siempre presente, presto a proporcionarnos ayuda, con alivio eficaz al sufrimiento. Providente para moderar el sufrimiento de buenos y malos.  Esperando sólo que recurramos a Él con fe y humildad.  El tiene el remedio pero respeta nuestra libertad.  Nos deja buscar remedios en las creaturas para que aprendamos que sólo en Dios está el verdadero remedio, por más bella que sea la creatura, esa creatura sufre imperfección y no puede darnos la plenitud que alivia nuestro profundo lamento. Como dice Santa Teresa de Ávila en su estribillo: "Sólo Dios basta."  Léelo dos veces más. Sólo Dios basta. Sólo Dios basta. Esta frase se puede entender al menos de dos maneras. La primera en el sentido de que no necesitas más que a Dios, lo cual genera duda e incredulidad al pensar en todas las cosas materiales que necesitamos y las carencias que experimentamos.  La segunda interpretación de "Sólo Dios basta" es que sólo Dios llena hasta el borde, saciando la sed de plenitud y dando sentido al sufrimiento y con ello a toda la vida humana.

3. Dios te cerca por todas partes.

Querido Job, Dios te cerca por todas partes pero no para que sufras más, sino para aliviar tu dolor. Dios te ama más y Dios tiene más misericordia.  Dios conoce tu dolor y Dios tiene el remedio.  Querido Job, toma a Dios de su mano y deja que Él te guíe por el camino de la felicidad.  El camino de la beatitud.

Cómo oración final va muy bien recitar aquí el Salve Regina.

Dios te salve, Reina 
y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A ti llamamos 
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos 
misericordiosos;
y después de este destierro, 
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh, clementísima, oh piadosa, 
oh dulce Virgen María!

Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

miércoles, 28 de mayo de 2025

#237 Celebra la grandeza de Dios con tu vida.

¡Qué importante es tener un plan de vida!  Si realmente te propones algo y no lo dejas en mero deseo, necesitas un plan para lograrlo.  Entonces, por ejemplo, si lo que te propones es llegar al cielo, necesitas un plan de vida, porque todo lo que hagas en tu vida, o dejes de hacer, se tomará en cuenta en tu juicio particular, y ahí en tu juicio particular sabrás si puedes entrar al cielo o no. ¿Ves qué importante es tener un plan?

La reflexión de hoy está basada en el Salmo 146, el cual es un himno de alabanza que exalta la soberanía de Dios y su fidelidad hacia la humanidad. Este salmo forma parte de un grupo de cinco salmos que concluyen el libro de los Salmos, todos comenzando con la palabra "Aleluya", que significa "Alabad a Dios".

Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.


SALMO 146

1 ¡Aleluya!

¡Alaba al Señor, alma mía!

2 Alabaré al Señor toda mi vida;

mientras yo exista, cantaré a mi Dios.

3 No confíen en los poderosos,

en simples mortales, que no pueden salvar:

4 cuando expiran, vuelven al polvo,

y entonces se esfuman sus proyectos.

5 Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob

y pone su esperanza en el Señor, su Dios:

6 él hizo el cielo y la tierra,

el mar y todo lo que hay en ellos.

El mantiene su fidelidad para siempre,

7 hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos,

8 abre los ojos de los ciegos

y endereza a los que están encorvados.

9 El Señor protege a los extranjeros

y sustenta al huérfano y a la viuda;

8c el Señor ama a los justos

y entorpece el camino de los malvados.

10 El Señor reina eternamente,

reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones.

¡Aleluya!

Puntos de reflexión.

1. Alabanza a Dios.

El salmo 146 nos recomienda alabar a Dios como plan de vida.  Alabar a Dios con toda nuestra alma, alabar a Dios todos los días, alabar a Dios mientras tengas vida.  Alabar a Dios con cantos. Osea no sólo en privado como espiritualidad personal sino en público en comunidad como en actos religiosos.

2. Confianza en Dios.

No confíes en proyectos humanos para llegar al cielo, no hay torre de Babel para llegar al cielo. Confía en la gracia de Dios. Procura la gracia de Dios. Pon en Dios tu esperanza. Pon tu esperanza en la gracia de Dios.  La gracia es la vida de Dios en tu alma.

Dios es confiable porque Dios es fiel, Dios es justo y Dios es providente.  No sólo eso, Dios es confiable porque Dios es amor (1 Jn 4,8) 

3. Reinado eterno de Dios.

 La mejor inversión es la que tiene un retorno infinito por toda la eternidad.  Por lo tanto, invertir tu tiempo en hacer un plan de vida y luego trabajar de acuerdo a ese plan es una decisión racional. La garantía de ese retorno infinito por toda la eternidad está en su aval. El aval es Dios, que al ser Rey Supremo, puede garantizar todo el tiempo que dediques para la mayor empresa de tu vida: tu salvación eterna.
 
Petición final.

Virgen María Santísima, Puerta del cielo, ayúdanos a imitar todos los días tu virtudes, para que toda nuestra vida sea así una continua alabanza a Dios, con fe y con obras y sobre todo con la confianza puesta en su divina providencia y con la esperanza firme en la vida eterna. Te lo pedimos por Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que reina eternamente. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Ap 22,21)

martes, 20 de mayo de 2025

#236 Ayuda divina en momentos de angustia.

Ultimamente escucho mucho en la conversación con diferentes personas la palabra angustia. Muchos sabemos lo que se siente pero pocos podemos definirla.  La dificultad radica en el hecho de que definir algo como la angustia requiere un ejercicio racional para describir algo emocional y sensible como la angustia.  

Entonces ¿qué es la angustia? Vamos por una definición concisa que nos ayude. Angustia proviene del latín "angustia", que deriva de "angustus", que significa "estrecho" o "apretado". Podemos complementar el significado etimológico agregando tres sinónimos de angustia: aflicción, desazón, y tribulación. 

A partir de esta información vamos a sintetizar todo en esta definición de angustia: malestar que estresa al afligido.

Leamos a continuación qué nos puede recomendar el Salmo 143 para remediar la angustia. Te recomiendo que hagas una oración al Espíritu Santo para pedirle su luz, antes de leer más adelante.

SALMO 143

1 Salmo de David.

Señor, escucha mi oración,

atiende a mi plegaria;

respóndeme, por tu fidelidad y tu justicia.

2 No llames a juicio a tu servidor,

porque ningún ser viviente es justo en tu presencia.

3 El enemigo me persiguió a muerte,

aplastó mi vida contra el suelo;

me introdujo en las tinieblas,

como a los muertos de hace muchos años.

4 El aliento se extingue en mi interior,

mi corazón desfallece en mi pecho.

5 Me acuerdo de los tiempos pasados,

medito todas tus acciones;

considero la obra de tus manos

6 y extiendo mis brazos hacia ti:

suspiro por ti como tierra reseca.

7 Respóndeme en seguida, Señor,

porque estoy sin aliento.

No me ocultes tu rostro,

para que yo no sea como los que bajan a la fosa.

8 Que yo experimente tu amor por la mañana,

porque confío en ti;

indícame el camino que debo seguir,

porque a ti elevo mi alma.

9 Líbrame, Señor, de mis enemigos,

porque me refugio en ti;

10 enséñame a hacer tu voluntad,

porque tú eres mi Dios.

Que tu espíritu bondadoso me conduzca

por una tierra llana.

11 Por amor de tu Nombre, Señor,

consérvame la vida.

Por tu justicia, sácame del peligro;

12 por tu fidelidad, destruye a mi enemigo;

aniquila a mis opresores,

porque yo soy tu servidor.


Puntos de reflexión.

1. Oración de súplica para remediar la angustia.

    Imita del salmista la humildad con la que se reconoce necesitado de Dios para resolver su angustia, ya que de antemano sabe que el remedio no está dentro de él, sino que su malestar requiere ayuda divina, y muy seguramente requiere también un ajuste pequeño o grande en la manera en la que está viviendo su vida. El salmista ofrece con estas actitudes una oración de súplica y así nos enseña cómo nosotros también debemos orar en tiempos de angustia.

2. Escuchar, leer y cumplir la Palabra de Dios para remediar la angustia.

    ¿Cómo puedo yo hacer esto?, o parafraseando al salmista, ¿experimentar el amor de Dios por la mañana?  Empieza cada día con la misa, participa en la celebración eucarística y aliméntate primero de Dios y deja que su Palabra proclamada y predicada te sirva de guía para la vida.

3. Servir a Dios y al prójimo para remediar la angustia.

    Al final el salmista afirma ser servidor de Dios. No da más detalles pero establece una promesa de reciprocidad. El salmista confía en la ayuda porque Dios es justo, fiel, bondadoso y su Nombre está por encima de todo nombre en poder y gloria.  A cambio el salmista ofrece servir, no ofrece como sacrificio a otra cosa, sino que se ofrece a sí mismo y se pone a disposición de Dios para servir.

Petición final

María Santísima, Consoladora de los afligidos, tú que sufriste la huída a Egipto y muchos otros dolores, por tú intercesión te rogamos la gracia de saber encontrar a Jesus en el templo, eficaz remedio para todo malestar que nos estresa y nos aflige. Te lo pedimos por Nuestro Señor y Salvador que reina por los siglos de los siglos. Amén.


Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén. (Apocalipsis, 22,21)