Dios es tu mejor remedio. Si estás triste, Él te consuela. Si estás enfermo, Él te da vitalidad. Si estás hambriento, Él es el mejor alimento. Si estás desamparado, Él es tu Padre providente.
Otros remedios sólo posponen la aflicción, o le ponen pausa temporal. Dios en cambio es un remedio eficaz y perene.
Esta reflexión está basada en el Salmo 102, el cual adjunto a continuación. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine antes de leerlo.
SALMO 102
1 Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
2 Señor, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor;
3 no me ocultes tu rostro
en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído,
respóndeme pronto, cuando te invoco.
4 Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas;
5 mi corazón se seca, marchitado como la hierba,
¡y hasta me olvido de comer mi pan!
6 Los huesos se me pegan a la piel,
por la violencia de mis gemidos.
7 Me parezco a una lechuza del desierto,
soy como el búho entre las ruinas;
8 estoy desvelado, y me lamento
como un pájaro solitario en el tejado;
9 mis enemigos me insultan sin cesar,
y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
10 Yo como ceniza en vez de pan
y mezclo mi bebida con lágrimas,
11 a causa de tu indignación y tu furor,
porque me alzaste en alto y me arrojaste.
12 Mis días son como sombras que se agrandan,
y me voy secando como la hierba.
13 Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
14 Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:
15 tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
16 Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
17 cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
18 cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.
19 Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
20 porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
21 para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
29 Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti.
22 para proclamar en Sión el nombre del Señor
y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando se reúnan los pueblos y los reinos,
y sirvan todos juntos al Señor.
24 Mis fuerzas se debilitaron por el camino
y se abreviaron mis días;
25 pero yo digo: «Dios mío,
no me lleves en la mitad de mi vida,
tú que permaneces para siempre».
26 En tiempos remotos, fundaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos;
27 ellos se acaban, y tú permaneces:
se desgastan lo mismo que la ropa,
los cambias como a un vestido, y ellos pasan.
28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin.
1 Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
2 Señor, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor;
3 no me ocultes tu rostro
en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído,
respóndeme pronto, cuando te invoco.
4 Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas;
5 mi corazón se seca, marchitado como la hierba,
¡y hasta me olvido de comer mi pan!
6 Los huesos se me pegan a la piel,
por la violencia de mis gemidos.
7 Me parezco a una lechuza del desierto,
soy como el búho entre las ruinas;
8 estoy desvelado, y me lamento
como un pájaro solitario en el tejado;
9 mis enemigos me insultan sin cesar,
y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
10 Yo como ceniza en vez de pan
y mezclo mi bebida con lágrimas,
11 a causa de tu indignación y tu furor,
porque me alzaste en alto y me arrojaste.
12 Mis días son como sombras que se agrandan,
y me voy secando como la hierba.
13 Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
14 Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:
15 tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
16 Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
17 cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
18 cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.
19 Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
20 porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
21 para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
29 Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti.
22 para proclamar en Sión el nombre del Señor
y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando se reúnan los pueblos y los reinos,
y sirvan todos juntos al Señor.
24 Mis fuerzas se debilitaron por el camino
y se abreviaron mis días;
25 pero yo digo: «Dios mío,
no me lleves en la mitad de mi vida,
tú que permaneces para siempre».
26 En tiempos remotos, fundaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos;
27 ellos se acaban, y tú permaneces:
se desgastan lo mismo que la ropa,
los cambias como a un vestido, y ellos pasan.
28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin.
Puntos de reflexión
1. El reinado de Dios es eterno
Su poder no sufre desgaste, reducción ni debilidad. Puedes acudir a Dios en tu dolor y confiar en su poder para remediar tu aflicción.
2. El Reino de los cielos tiene influencia sobre los acontecimientos de este mundo.
La Iglesia triunfante intercede por la Iglesia peregrina. Nuestras plegarias suben al cielo y se presentan ante Dios. Dios tiene poder sobre todo el universo y puede mover lo que haya que mover para ayudarnos.
3. Dios es el creador del mundo material y del espiritual
Tu y yo existimos en la mente de Dios, si Dios deja de pensar en nosotros, en ese instante dejamos de existir. Dios te mantiene en la existencia porque quiere que existas y si existes es para hacer presente el amor de Dios entre sus criaturas. Todo lo demás que no te aflija.
4. Dios siempre será Dios.
El clima cambia y la composición de los gases puede variar, pero la atmósfera permanece alrededor del planeta y se mueve junto con el planeta a través del universo. La atmósfera siempre nos envuelve. Así Dios siempre está presente y estará presente. No habrá noticia ni descubrimiento científico que cambie esta gran verdad. Tú vive en paz, la paz interior que Dios regala a los que se acercan a Dios.
Petición final
María Santísima, Reina de la Paz, acudimos a ti Madre en nuestra aflicción y te imploramos tu intercesión junto con la corte celestial para que Dios acuda pronto en nuestra ayuda y llene nuestro corazón de paz y consuelo. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo y Señor Nuestro que reina por los siglos. Amén.
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