martes, 30 de diciembre de 2014

#206: Ante el peligro y la adversidad, primero rezad.

Antes de reflexionar juntos acerca de nuestras actitudes ante el peligro y la adversidad les invito a contestar la siguiente pregunta de opción múltiple.

¿Qué tipo de Dios tenemos los seres humanos?

a) Nosotros tenemos un Dios que nos ama y nos ayuda.
b) Nosotros tenemos un Dios que nos da la vida y nos mantiene vivos.
c) Nosotros tenemos un Dios que nos creó para ser felices eternamente en unión con Él.
d) Todas las respuestas anteriores son correctas.

Introducción:

Dios está siempre presente en nuestras vidas, tanto en los momentos de paz como en los de peligro.

Correr o luchar son reflejos naturales ante el peligro.  En un instante, el cuerpo humano se pone en modo de supervivencia, agudizando nuestros sentidos, energizando nuestros músculos e incrementando nuestra tolerancia al dolor.

El alma cohabita con el cuerpo y participa también en este esfuerzo por sobrevivir.  La actitud del alma influye fuertemente en el cuerpo.  Un alma llena de esperanza sabe que no existe desenlace negativo, y que todo es para el bien de los que aman a Dios (ver Rom. 8,28).  Un alma llena de Dios permanece en paz ante la adversidad, aunque el cuerpo esté estresado al punto de la muerte.

La mejor reacción ante el peligro y la adversidad es rezar. 

La oración:
  • nos llena de alegría,
  • nos libera del miedo y
  • nos devuelve la paz. 

La paz nos da la claridad para elegir la mejor acción en cada circunstancia.  Dios escucha nuestra plegaria y puede intervenir según su corazón y sus designios y cambiar el desenlace inminente.  

El resultado, con Dios de aliado, de seguro será mejor.

Esta reflexión está basada en el Salmo 35 que a continuación incluyo.

SALMO 35
1 De David.
Combate, Señor, a los que me atacan,
pelea contra los que me hacen la guerra.
2 Toma el escudo y el broquel,
levántate y ven en mi ayuda;
3 empuña la lanza y la jabalina
para enfrentar a mis perseguidores;
dime: «Yo soy tu salvación».
4 Que sufran una derrota humillante
los que intentan quitarme la vida;
que vuelvan la espalda confundidos
los que traman mi perdición.
5 Que sean como la paja ante el viento,
mientras el Angel del Señor los arrastra;
6 que su camino sea oscuro y resbaladizo,
mientras el Angel del Señor los persigue.
7 Porque me tendieron sus redes sin motivo
y me cavaron una fosa mortal:
8 ¡que los sorprenda un desastre imprevisto;
que sean atrapados por sus propias redes,
y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!
9 Pero yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré por su victoria;
10 todo mi ser proclamará:
«Señor, no hay nadie igual a ti;
tú libras al débil de las manos del más fuerte,
y al pobre, de aquel que lo despoja».
11 Se presentan contra mí testigos falsos;
me piden cuenta de cosas que ignoro;
12 me devuelven mal por bien,
dejando mi alma desolada.
13 Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos,
me cubría con ropas de penitente,
afligía mi alma con ayunos
y oraba con la cabeza inclinada.
14 Ellos eran para mí como un amigo o un hermano,
y yo andaba triste y abatido,
como quien llora la muerte de su madre.
15 Pero cuando tropecé ellos se alegraron,
se juntaron todos contra mí
y me golpearon sorpresivamente;
me desgarraban sin cesar,
16 se burlaban de mí con crueldad
y rechinaban contra mí sus dientes.
17 Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo?
Líbrame de los animales rugientes,
salva mi vida de los leones;
18 y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré en medio de una multitud.
19 ¡Que no canten victoria mis enemigos traicioneros,
ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!
20 Ellos no hablan de paz,
sino que atacan a los oprimidos de la tierra;
traman planes engañosos
21 y se ríen de mí a carcajadas, diciendo:
«Lo hemos visto con nuestros propios ojos».
22 Tú también lo has visto, Señor, no te calles;
no te quedes lejos de mí, Señor;
23 ¡despiértate, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa!
24 Júzgame según tu justicia, Señor;
Dios mío, que no canten victoria sobre mí;
25 que no piensen: «Se cumplió nuestro deseo»,
ni digan: «Lo hemos devorado».
26 Que sufran una derrota humillante
los que se alegran de mi desgracia;
que se cubran de confusión y de vergüenza
los que se envalentonan contra mí.
27 Canten, en cambio, y alégrense,
los que desean mi triunfo;
los que desean mi felicidad,
repitan siempre: «¡Qué grande es el Señor
que en la paz de su siervo se complace!».
28 Entonces mi lengua pregonará tu justicia,
y cada día proclamaré tu alabanza.

Puntos de reflexión:

1. Dios es victorioso

Dios está en todas partes y Dios prevalece sobre cualquier adversario.  No temas ni te angusties,  antes alégrate y maravíllate de la prevalencia del Señor.  Todos sus enemigos caducan.

2. Dios es defensor del justo

La vida del justo es más austera pero su recompensa es Dios mismo.  El hombre justo permanece fiel a Dios en su corazón y Dios sale en su defensa, igual que un padre responsable y amoroso defiende a sus hijos.

3. Dios es grande

Alaba la grandeza de Dios y llena tu corazón de alegría, así como el hijo se alegra de ver a su padre honrado y apreciado.  Agradece la vida misma y las bendiciones que recibes de Dios y date cuenta de lo afortunado que eres de ser hijo adoptivo de Dios omnipotente.

Petición final

Te pedimos María Santísima, Madre del eterno Dios por quien se vive, que nos protejas con tu manto de todo peligro y que intercedas por nosotros en nuestras adversidades, para que no desfallezcamos ni perdamos el camino que nos lleve a gozar contigo eternamente de la compañía de tu Hijo y Señor Nuestro. Amén.


La respuesta correcta es la del inciso d.

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