La reflexión de hoy está basada en el capítulo 21 del libro del profeta Jeremías. Antes de leer más adelante te invito a que digas conmigo: "¡Ven Espíritu Santo!"
¿Cómo te pones si alguien destruye tu propiedad o lastima a tus hijos o a tu pareja? Imagina cómo se pone Dios.
Nosotros somos la posesión más valiosa de Dios, somos sus hijos, y muy amados, por su Sagrado Corazón infinito. Dios se pone fúrico cuando lastimamos a sus hijos. Él no hace las distinciones que hacemos los humanos, o si las hace son inversas.
· El más pequeño,
· el más pobre,
· el más enfermo y
· el más indefenso,
es más valioso para Dios, y sus plegarias son escuchadas con prioridad. Hazte pequeño si quieres que Dios te escuche.
Dios es paciente para enojarse pero sí se enoja. No seas imprudente. Puedes pensar que porque ya actuaste mal y no pasó nada, así va a ser siempre, pero no es así.
Dios no quiere que te pierdas y mientras tengas vida temporal, Él tratará de pastorearte de regreso al rebaño. Dios utilizará mil maneras de convencerte, algunas muy dolorosas, otras sobrenaturalmente dulces, pero siempre respetando tu libertad.
Regresando al tema, Dios respeta nuestra libertad, pero Él también tiene derecho de defender a sus hijos. ¿Acaso tú no proteges tus posesiones más valiosas?
Dios interviene en el tiempo y sale en defensa de sus hijos. Dios nos defiende del demonio y de los que lo siguen.
El padre de la mentira se empecina en lastimar a los hijos de Dios, pero lo hace a través de la sugestión. El demonio te sugiere que lastimes a tu prójimo, que te aproveches de él o de ella, que le quites lo más valioso que tenga. No le prestes atención a ninguna de sus sugerencias y no tengas miedo, encomiéndate a la Virgen y nada podrá dañarte bajo su manto maternal.
Puntos de reflexión
1. El don de la libertad.
Y a este pueblo le dirás: «Así habla el Señor» Miren que yo pongo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte. (Jer. 21, 8)
La libertad es un don tan grande como darle un auto de lujo a un niño que no sabe manejar, pero que sí lo sabe arrancar y acelerar. No te aceleres, ni vivas de arrancones. Serénate, respira y muévete para hacer el bien. Para lo demás, mejor quédate donde estás, no sea que la vida se te acabe antes de que des fruto.
2. El furor de Dios
Casa de David, así habla el Señor: Hagan justicia cada mañana, y libren al explotado de la mano del opresor, no sea que mi furor estalle como un fuego y arda sin que nadie lo extinga, a causa de la maldad de sus acciones. (Jer. 21, 12)
La injusticia, la opresión y la maldad despiertan el furor de Dios. No hay poder humano que pueda contener una erupción de ese volcán implacable que es el furor de Dios Omnipotente. Sólo su Sagrado Corazón que nos ama y su Madre Santísima que intercede por nosotros, pueden detener el castigo que merecemos.
Mantente en el favor de Dios. Las bendiciones que vas a ganar son mayores, que toda la riqueza y poder que pudieras acumular en una vida, por el camino de la violencia y la anarquía. Mejor acumula buenas obras y al final estarás ante tu Padre celestial sin reproches.
3. El castigo de Dios
Soy yo el que los voy a castigar conforme al fruto de sus acciones –oráculo del Señor–. Yo prenderé fuego a su bosque y él consumirá todos sus alrededores. (Jer. 21, 14)
El alma del justo, desnuda ya del cuerpo, será revestida con el pan de la Eucaristía e iluminada por sus buenas obras, y colocada en un peldaño más alto o más bajo según su capacidad de amar, para que ilumine a todos.
El malvado puede tener otra certeza: el fuego acaba con todo, menos con su existencia. Acaba con la esperanza, con la felicidad y con la paz. No hay un momento de alivio para el alma inmortal que se quema dolorosamente sin morir, sin que nada pueda hacer por terminar con su sufrimiento. Así como el carbón ardiendo no puede moverse más que para ser atizado y arder más fuerte, así el alma del condenado arde por la eternidad en un bosque de carbones inmóviles, incomunicados y en profunda soledad y angustia. En ese lugar de tormentos, la única manera posible de expresarse será gemir y rechinar los dientes.
Así entiende Dios la justicia divina. ¿Qué harías tú si fueras omnipotente y alguien daña profundamente a tus hijos y no muestra ningún tipo de arrepentimiento ni ofrece compensación alguna, a sabiendas que ese malvado vivirá eternamente?
En muchas películas incluyen en el diálogo de los personajes antagonistas esta frase: “Nos vemos en el infierno.” Me parece una frase mucho muy desafortunada. A nadie le deseo el infierno.
Petición final
Venimos hoy a ti Madre Santísima, Reina del cielo, a pedirte un pasaporte celestial. Lejos de nosotros el fuego eterno y el lugar de castigo. A cambio de ese salvoconducto al cielo te ofrecemos por entero nuestra vida, a fin de que imitando tus virtudes y recibiendo tu filial afecto, podamos caminar por el camino de Jesucristo, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, directo a la vida eterna. Te lo pedimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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