Un buen amigo me recordó recientemente que hay que mantenernos siempre humildes, porque ninguno estamos exentos de cometer pecado.
Al pecar nos hacemos daño. Prolongamos el daño si no reconocemos nuestro pecado y si no buscamos el único remedio eficaz: el sacramento de la Reconciliación.
La Reconciliación o Confesión es el acto de visitar a Cristo en el confesionario para pedirle humildemente perdón por pecados específicos que han manchado y dañado nuestra persona humana.
La humildad es la virtud que nos mueve a buscar la ayuda de Dios para no caer en tentación y a buscar su perdón para limpiar nuestra alma de todo pecado. El humilde ve su pecado con mayor claridad y lo confiesa con sencillez, con la esperanza y la confianza de recibir el perdón de Dios.
(Sirve aquí como motivación adicional contrastar la actitud de dos personas en el Evangelio y la respuesta de Cristo ante cada actitud.)
Pedro se reconoce pecador ante el hecho de la pesca milagrosa y le dice a Cristo: Maestro apártate de mí que soy un pecador. Cristo le responde: “Sígueme”
Los fariseos en cambio no reconocen su pecado y Cristo los llama hipócritas. ¡Qué hipocresía considerarnos libres de pecado!
Sigamos mejor el ejemplo de San Pedro. La redención llegó a Pedro por su humildad y Dios tuvo grandes planes para Pedro.
Esta reflexión está basada en el Salmo 32 el cual incluyo a continuación.
SALMO 32
1 De David. Poema.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez!
3 Mientras me quedé callado,
mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
4 porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí;
mi savia se secaba por los ardores del verano.
5 Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: «Confesaré mis faltas al Señor».
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen
en el momento de la angustia;
y cuando irrumpan las aguas caudalosas
no llegarán hasta ellos.
7 Tú eres mi refugio,
tú me libras de los peligros
y me colmas con la alegría de la salvación.
8 Yo te instruiré,
te enseñaré el camino que debes seguir;
con los ojos puestos en ti, seré tu consejero.
9 No sean irracionales como el caballo y la mula,
cuyo brío hay que contener con el bozal y el freno
para poder acercarse.
10 ¡Cuántos son los tormentos del malvado!
Pero el Señor cubrirá con su amor
al que confía en él.
11 ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!
Puntos de reflexión
1. Fui a Visitar a Cristo en la Confesión
Cristo me esperaba paciente y me escuchó atento. Me motivó a ser fiel y me absolvió de mis pecados. Fue una visita breve pero esencial para mi vida de gracia. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
2. Fui a Visitar a Cristo Eucaristía
Cristo me esperaba paciente y me alimento completamente. Me movió el corazón y la mente para enfocarme en amar a Dios Padre. Fue una comida breve pero esencial para mi salvación. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
3. Fui a Visitar a Cristo en mi prójimo
Cristo me esperaba necesitado y me pidió ayuda. He recibido tanto de Él. ¿Cómo no he de ayudarle? Ayudarle no me quito tiempo y yo recibí más de lo que di. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
Petición final
Madre Santísima, Virgen dolorosa, te pido a ti también perdón por mis pecados. Tú me has dado ejemplo perfecto de vida cristiana y yo como tu hijo no he sido fiel. He pagado Pasión y dolores con pecado y desamor. Ahora quiero pagar con fidelidad y justicia. Ahora quiero ser templo del Espíritu Santo y que venga tu Hijo a reinar en mi corazón. Te lo pido por Jesucristo Nuestro Señor y Salvador. Amén.
Al pecar nos hacemos daño. Prolongamos el daño si no reconocemos nuestro pecado y si no buscamos el único remedio eficaz: el sacramento de la Reconciliación.
La Reconciliación o Confesión es el acto de visitar a Cristo en el confesionario para pedirle humildemente perdón por pecados específicos que han manchado y dañado nuestra persona humana.
La humildad es la virtud que nos mueve a buscar la ayuda de Dios para no caer en tentación y a buscar su perdón para limpiar nuestra alma de todo pecado. El humilde ve su pecado con mayor claridad y lo confiesa con sencillez, con la esperanza y la confianza de recibir el perdón de Dios.
(Sirve aquí como motivación adicional contrastar la actitud de dos personas en el Evangelio y la respuesta de Cristo ante cada actitud.)
Pedro se reconoce pecador ante el hecho de la pesca milagrosa y le dice a Cristo: Maestro apártate de mí que soy un pecador. Cristo le responde: “Sígueme”
Los fariseos en cambio no reconocen su pecado y Cristo los llama hipócritas. ¡Qué hipocresía considerarnos libres de pecado!
Sigamos mejor el ejemplo de San Pedro. La redención llegó a Pedro por su humildad y Dios tuvo grandes planes para Pedro.
Esta reflexión está basada en el Salmo 32 el cual incluyo a continuación.
SALMO 32
1 De David. Poema.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez!
3 Mientras me quedé callado,
mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
4 porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí;
mi savia se secaba por los ardores del verano.
5 Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: «Confesaré mis faltas al Señor».
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen
en el momento de la angustia;
y cuando irrumpan las aguas caudalosas
no llegarán hasta ellos.
7 Tú eres mi refugio,
tú me libras de los peligros
y me colmas con la alegría de la salvación.
8 Yo te instruiré,
te enseñaré el camino que debes seguir;
con los ojos puestos en ti, seré tu consejero.
9 No sean irracionales como el caballo y la mula,
cuyo brío hay que contener con el bozal y el freno
para poder acercarse.
10 ¡Cuántos son los tormentos del malvado!
Pero el Señor cubrirá con su amor
al que confía en él.
11 ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!
Puntos de reflexión
1. Fui a Visitar a Cristo en la Confesión
Cristo me esperaba paciente y me escuchó atento. Me motivó a ser fiel y me absolvió de mis pecados. Fue una visita breve pero esencial para mi vida de gracia. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
2. Fui a Visitar a Cristo Eucaristía
Cristo me esperaba paciente y me alimento completamente. Me movió el corazón y la mente para enfocarme en amar a Dios Padre. Fue una comida breve pero esencial para mi salvación. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
3. Fui a Visitar a Cristo en mi prójimo
Cristo me esperaba necesitado y me pidió ayuda. He recibido tanto de Él. ¿Cómo no he de ayudarle? Ayudarle no me quito tiempo y yo recibí más de lo que di. Dios me dio ciento por uno y la vida eterna.
Petición final
Madre Santísima, Virgen dolorosa, te pido a ti también perdón por mis pecados. Tú me has dado ejemplo perfecto de vida cristiana y yo como tu hijo no he sido fiel. He pagado Pasión y dolores con pecado y desamor. Ahora quiero pagar con fidelidad y justicia. Ahora quiero ser templo del Espíritu Santo y que venga tu Hijo a reinar en mi corazón. Te lo pido por Jesucristo Nuestro Señor y Salvador. Amén.